Viento sur en la Filarm¨®nica de Viena
En el espectacular desfile de grandes orquestas de visita por Madrid en las dos ¨²ltimas temporadas de Iberm¨²sica, por su 40? aniversario, no pod¨ªa faltar la Filarm¨®nica de Viena. Se present¨® el lunes con una imagen ins¨®lita: una mujer como concertino. En una formaci¨®n integrada tradicionalmente por una mayor¨ªa aplastante de hombres, la presencia en un puesto de tanta responsabilidad de la violinista b¨²lgara Albena Danailova era, como m¨ªnimo, impactante por inusual. Bien es verdad que uno de los concertinos habituales, Rainer Honeck, era el solista del concierto para viol¨ªn de Alban Berg. Ambos estuvieron espl¨¦ndidos.
Una de las se?as de identidad de la Filarm¨®nica de Viena es que no tiene un director titular fijo. En la actual gira, en la que visita tambi¨¦n Saarbr¨¹cken los d¨ªas 26 y 27, y Leipzig el 28, dentro del Festival Internacional dedicado a Mahler, se ha puesto al frente Daniele Gatti, uno de esos directores italianos que, como Claudio Abbado, Fabio Luisi o Riccardo Chailly, est¨¢n fascinados por el repertorio centroeuropeo y lo han incorporado a sus trayectorias en lugar preferente. Tal vez quieren aportar a la m¨²sica m¨¢s seria un concepto emocional asociado al sur.
FILARM?NICA DE VIENA
Director: Daniele Gatti. Berg: Concierto para viol¨ªn; Beethoven: Sinfon¨ªa n¨²m. 3; Mahler: Sinfon¨ªa n¨²m. 9. Solista: Rainer Honeck. Iberm¨²sica.
Auditorio Nacional, 23 y 24 de mayo.
Daniele Gatti es un director voluntarioso, cuidadoso del detalle, brillante e irregular. Con un mecanismo de relojer¨ªa tan preciso como el de la Filarm¨®nica de Viena puede arriesgar, pues, al fin y al cabo, tiene una impresionante belleza de sonido asegurada y una respuesta art¨ªstica sin fisuras. El peligro de Gatti es que se guste a s¨ª mismo excesivamente, y se adorne innecesariamente perdi¨¦ndose en continuidad y tensi¨®n global lo que se gana en exquisitez de matices. Hubo, en cualquier caso, dos movimientos excepcionales en los conciertos del lunes y martes que, dadas las circunstancias de b¨²squeda permanente del ideal sonoro, se pueden situar como plenamente conseguidos. Uno fue el vital¨ªsimo Allegro con brio de la Tercera sinfon¨ªa de Beethoven, por su incontenible alegr¨ªa r¨ªtmica, y otro, quiz¨¢ la cumbre est¨¦tica de estos conciertos, el adagio final de la Novena de Mahler, llevado con una intensidad expresiva de las que cortan la respiraci¨®n. El resto de movimientos se mantuvo a un notable nivel, pero sin llegar a alcanzar la redondez de estos momentos privilegiados.
Recibida con frialdad en las dos sesiones -en casi todas las salas de conciertos europeas se recibe con aplausos a la totalidad de los m¨²sicos, y no a los 12 primeros como en Madrid-, la Filarm¨®nica de Viena volvi¨® a sentar c¨¢tedra por la belleza del sonido, la maestr¨ªa de la cuerda, la delicadeza del viento-madera y, en general, la manera de hacer m¨²sica en conjunto, con un di¨¢logo entre secciones verdaderamente deslumbrante. El primer d¨ªa obsequiaron al p¨²blico con un vals de Strauss y en la sala se lleg¨® al delirio. En el segundo, con el adagio mahleriano final no proced¨ªa ning¨²n a?adido. La emoci¨®n estaba en el ambiente.
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