Cambio de piel
Zavalita, el protagonista de Conversaci¨®n en la Catedral, tras mirar sin amor las calles de su ciudad, se preguntaba en qu¨¦ momento se jodi¨® el Per¨². Despu¨¦s de las elecciones del domingo, en vez de contemplar los restos del naufragio, quiz¨¢ fuera conveniente interrogarse sobre las causas.
Los partidos de la denominada izquierda han renunciado al papel pedag¨®gico y social que tuvieron en su origen y se han convertido en simples instrumentos electorales que administran una tradici¨®n, una ideolog¨ªa, contradictoria muchas veces con su pr¨¢ctica pol¨ªtica. Por esa raz¨®n, en plena derrota, en vez de analizar las razones, se preocupan por los resultados
Despu¨¦s de los mercados, no hay nada que haya hecho tanto da?o a las ideas de la izquierda como la apelaci¨®n a un mal an¨¢lisis sociol¨®gico que consiste, b¨¢sicamente, en tomar nota de los cambios sociales para lamentarse amargamente o adaptarse a ellos. As¨ª, constatan que la sociedad se ha derechizado o se ha rendido al populismo m¨¢s reaccionario, como si no hubiera tomado parte en ello. IU no se interroga sobre las razones de su incapacidad para recoger el descontento de la izquierda social, se limita a hacer un recuento de p¨¦rdidas y ganancias en las que C¨®rdoba es la dolorosa espina. El PSOE dice que acepta el castigo que la sociedad le ha propinado en las urnas pero descarta una revisi¨®n ideol¨®gica o una mirada a la izquierda social. El pragmatismo de los viejos tiempos no les deja ver la nueva realidad.
La sociedad no es un cuerpo enterizo sino plural y diverso. No es un objeto inanimado para la acci¨®n pol¨ªtica. El problema es que la izquierda social -haya votado en las elecciones o no-, est¨¢ cada vez m¨¢s alejada de la izquierda oficial, en sus dos versiones electorales. Sus partidos est¨¢n inmersos en una intensa crisis de representatividad, hasta tal extremo de que si consultaran, de forma no plebiscitaria, a su propia militancia pol¨ªtica, comprobar¨ªan el abismo de incomprensi¨®n y de incomodidad que les separa.
Mientras que la derecha se encuentra a gusto con su representaci¨®n, la izquierda est¨¢ demandando un urgente cambio de piel. Un cambio que afecta tanto a los contenidos de la pol¨ªtica como a la forma de realizarla. Esta izquierda social tiene una alta capacidad de an¨¢lisis, de cr¨ªtica y de porosidad. No van a reaccionar ante el peligro de la derecha, sino ante la ilusi¨®n de nuevos proyectos y nuevos valores con la condici¨®n de que puedan participar en ellos. Los j¨®venes que resisten heroicamente en las plazas de nuestras ciudades est¨¢n apuntando la luna del futuro: reforma de la pol¨ªtica y compromiso social.
Porque quiz¨¢ "el Per¨²" no se jodi¨® con la crisis econ¨®mica, quiz¨¢ todo se estrope¨® mucho antes, cuando se asumi¨® el crecimiento especulativo de nuestras ciudades, el desarrollismo sin l¨ªmites, el individualismo como organizador social. Cuando no ¨¦ramos todav¨ªa conscientes del papel de "los mercados" pero hab¨ªamos mercantilizado toda nuestra estructura social. Quiz¨¢ "el Per¨²" de Andaluc¨ªa se fue al garete cuando se acallaron las conciencias cr¨ªticas y se premi¨® el conformismo social.
Por primera vez desde la transici¨®n, no est¨¢n en juego las pr¨®ximas elecciones, sino los pr¨®ximos 20 a?os de nuestra vida. En vez de querer parar las olas desde la orilla, la izquierda deber¨ªa tener la ambici¨®n de generar las olas del futuro. Y no lo puede hacer sola, reunida en sus sedes partidarias, lami¨¦ndose las heridas o haciendo quim¨¦ricas cuentas de sumas electorales.
Si se empe?an en hacer lo mismo, obtendr¨¢n los mismos resultados. Si no empiezan a pensar de forma ambiciosa; si consumen los d¨ªas en debates est¨¦riles sobre candidatos o persisten en completar la agenda de reformas que los mercados han impuesto, el porvenir ser¨¢ todav¨ªa m¨¢s incierto. Por el contrario, es el momento de sacudirse el miedo y el inmovilismo. S¨®lo los cambios sinceros, mirando con los nuevos ojos de la sociedad, servir¨¢n de pasaporte hacia el futuro.
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