En la guarida del verdugo
Mladic viv¨ªa en una modesta casa de Lazarevo, un pueblo serbio donde resiste el nacionalismo - Los habitantes defienden al militar con el que convivieron
El nombre de Lazarevo ser¨¢ probablemente asociado en los futuros libros de historia al inicio de una nueva era para Serbia y los Balcanes. Al d¨ªa siguiente de la detenci¨®n del general Ratko Mladic, sin embargo, este llano pueblo serbio en el que se captur¨® al fugitivo solo ofrec¨ªa un doloroso recordatorio de cu¨¢nto camino queda para apaciguar definitivamente la regi¨®n.
A pocos metros de la entrada de la iglesia ortodoxa de Lazarevo, y a un centenar del escondite de Mladic, Momcilo Zivkovic, de 54 a?os y expresidente de la asociaci¨®n de vecinos del pueblo, prefiere no andar con rodeos. "La detenci¨®n es una tragedia m¨¢s en la cadena de dramas que nos han afligido", dice. "Nosotros no hemos olvidado el pasado. Ahora detienen a los m¨¢s valientes, a los mejores. No s¨¦ si Mladic estuvo escondido por aqu¨ª mucho tiempo. Lo que s¨ª s¨¦ es que si el pueblo hubiese sabido que estaba aqu¨ª, no le habr¨ªa delatado. No es con este tipo de cosas con las que va a haber reconciliaci¨®n".
"Ahora detienen a los m¨¢s valientes, a los mejores", dice un vecino
"Queremos ser europeos, pero no esclavos", asegura el sacerdote
El cura, barba negra, amplia barriga, escucha compungido al lado de Zivkovic y a?ade: "Nosotros queremos entrar en Europa. Pero no como esclavos".
Los argumentos de los dos reflejan bien algunos sentimientos que parecen un¨¢nimes en Lazarevo y que siguen teniendo amplio p¨²blico en Serbia, sobre todo en las zonas rurales: resentimiento hacia Occidente; rencor hacia otros pueblos balc¨¢nicos; frustraci¨®n por una justicia internacional considerada unidireccional.
De la docena de vecinos preguntados en Lazarevo, a 80 kil¨®metros de Belgrado, ninguno de ellos aprueba la detenci¨®n del militar acusado de la matanza de Srebrenica. "?Mladic es un h¨¦roe!", espeta una anciana con pocos dientes pero mucha garra. Pr¨¢cticamente todos niegan haber tenido conocimiento de la presencia en su pueblo -de 3.000 almas, cuatro bares y varios familiares del exfugitivo- de uno de los hombres m¨¢s buscados del planeta.
Un camarero de unos 25 a?os, que rechaza dar su nombre, dice sin embargo lo que muchos sospechan: "Todos sab¨ªamos que estaba por aqu¨ª. A veces sal¨ªa. Era una situaci¨®n rid¨ªcula. Medio mundo le buscaba y ¨¦l se paseaba tranquilo. Ahora se ha acabado. Nadie por aqu¨ª se alegra de que le hayan pillado". Es complicado comprobar la veracidad de esas palabras.
Sea como fuere, el rencor es palpable. En la entrada del pueblo, muy verde y de casas bajas, un hombre saluda a los visitantes agitando un grueso palo de madera con gestos elocuentes.
La noche del jueves, tras la detenci¨®n, algunos centenares de j¨®venes enfadados se reunieron ante el lugar de la detenci¨®n, una casucha propiedad de un familiar de Mladic. Es una vivienda modesta, de una sola planta, con una parcela de terreno a sus espaldas, un viejo Golf aparcado en el interior y varias casas colindantes.
Los j¨®venes acabaron enfrent¨¢ndose a la polic¨ªa y hubo algunos heridos. Los lugare?os son en gran mayor¨ªa familias que abandonaron Bosnia despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Las ra¨ªces a?aden sal a lo que esta gente percibe como una herida. En los Balcanes, las ra¨ªces parecen nervios que nunca se sabe d¨®nde acaban y cu¨¢ndo doler¨¢n.
Naturalmente, Lazarevo es un s¨ªmbolo extremo de una parte de Serbia. El clima es muy diferente en las facultades universitarias de Belgrado. Alexandre Raicevic, estudiante de filolog¨ªa, lo expresa as¨ª: "Me da igual. Es la vida de Mladic, no la m¨ªa".
Otros j¨®venes manifiestan el deseo de pasar p¨¢gina. "La detenci¨®n de Mladic no me interesa, no me duele; quiero mirar hacia adelante. Quiero vivir de hoy para ma?ana", dice Tereza, de 30 a?os, empleada de una cafeter¨ªa de la universidad.
Tampoco es dif¨ªcil encontrar j¨®venes dolidos por el arresto. "Somos como ovejitas, hacemos lo que nos dicen. Ahora hemos traicionado a Mladic. Yo digo no a la UE y no a la OTAN", espeta una estudiante, en un grupo de cuatro. Las otras asienten.
"Somos una colonia de Europa", observa otro estudiante, esta vez de sociolog¨ªa. Su afirmaci¨®n recuerda bastante el tono y los argumentos del cura de Lazarevo. La detenci¨®n de Mladic es un paso, importante, en un camino todav¨ªa largo y tortuoso.
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