Hacia un mundo libre: del G-8 al G-20
Cumbres como la de Deauville son un residuo anacr¨®nico del viejo Occidente de la guerra fr¨ªa, una p¨¦rdida de tiempo y dinero. La gesti¨®n del mundo no puede discutirse sin sentar tambi¨¦n a China, India y Brasil
Occidente ha muerto, viva Occidente. As¨ª podr¨ªamos resumir el mensaje del viaje de Barack Obama a Europa hasta ahora, y su discurso en Westminster Hall. Hubo un instante ret¨®rico que solo Obama pod¨ªa ofrecer. Un elocuente fragmento sobre la idea de que la diversidad bien integrada es una ventaja para las sociedades estadounidense y brit¨¢nica culmin¨® en la observaci¨®n de que esa era la raz¨®n por la que "el nieto de un keniano que sirvi¨® como cocinero en el Ej¨¦rcito brit¨¢nico" pod¨ªa "hablar ante ustedes como presidente de Estados Unidos". La frase le granje¨® el primer y ¨²nico aplauso espont¨¢neo de los parlamentarios brit¨¢nicos all¨ª reunidos.
Sin embargo, este discurso tan bien redactado pod¨ªa haberlo pronunciado cualquier presidente de Estados Unidos del ¨²ltimo medio siglo: las referencias a la Carta Magna y el D¨ªa D; el mito-historia de la larga lucha com¨²n de ingleses y estadounidenses por la libertad; un canto a la OTAN, a la que calific¨® de "la alianza de m¨¢s ¨¦xito en la historia humana" (eso s¨ª, nada m¨¢s que una referencia de pasada a la Uni¨®n Europea); la obligatoria cita de Winston Churchill. En todo el texto, como halago seductor que ten¨ªa en cuenta una de las obsesiones brit¨¢nicas desde 1945, estuvo presente el leitmotiv del "liderazgo" compartido, una menci¨®n conjunta de Reino Unido y Estados Unidos, como si fueran socios en condici¨®n de igualdad. Tony Blair sonre¨ªa, sentado en primera fila.
Lo gastado en Deauville podr¨ªa haberse destinado a consolidar la democracia en T¨²nez
Cuando alguien suprime una instituci¨®n in¨²til como el G-8, habr¨ªa que darle una medalla
Y lo que ha ocurrido con el discurso ha ocurrido con todo el viaje. Ha tenido muy pocas cosas que no hubieran podido hacer igual de bien Ronald Reagan o John F. Kennedy; todas menos la parada final en Polonia, en otro tiempo un sat¨¦lite de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y ahora un firme aliado de Estados Unidos Los enemigos y los retos han cambiado, pero los amigos y los rituales siguen siendo los mismos.
Al beberse su jarra de Guinness en Moneygall, Irlanda, el reci¨¦n celtificado O'Bama trata de conquistar 30 millones de votos de estadounidenses de origen irland¨¦s.
En el tradicional fest¨ªn amoroso de brit¨¢nicos y estadounidenses que se celebra en Londres est¨¢n presentes la reina (la misma que recibi¨® a Reagan y Kennedy), las salvas de honor, la cordialidad y el estallido habitual de superlativos injustificados: la relaci¨®n entre los dos pa¨ªses se califica de especial, esencial, hist¨®rica. A puerta cerrada, se habla, como siempre, del reparto de las cargas militares y econ¨®micas. De all¨ª va a Francia, y al ceremonial m¨¢s anticuado de todos: una reuni¨®n del G-8.
El presidente cultiva viejos aliados, socios establecidos y valores comunes. No es de despreciar. Obama ha aprendido, en los ¨²ltimos dos a?os y medio, a valorar m¨¢s que cuando lleg¨® al poder la relaci¨®n con los aliados tradicionales. M¨¢s vale p¨¢jaro en mano que ciento volando.
A la hora de tratar con Pakist¨¢n, el pa¨ªs que, seg¨²n Obama, es fundamental para combatir el terrorismo isl¨¢mico, Gran Breta?a posee una experiencia y unas conexiones sin igual. Y este Gobierno brit¨¢nico, como su predecesor, ha sabido jugar bien esa baza.
En Westminster, el presidente dijo que "vivimos -Estados Unidos, Gran Breta?a y Occidente en general- en una econom¨ªa globalizada que, en gran parte, hemos creado nosotros mismos". Desde un punto de vista hist¨®rico, es verdad. Tambi¨¦n dijo que "seguimos siendo el mayor catalizador para la acci¨®n en el mundo". Tal vez siga siendo as¨ª, si con eso se refiere a una actuaci¨®n global coordinada y cooperativa.
Pero tambi¨¦n es cierto que las potencias no occidentales, que act¨²an por su cuenta y en defensa de sus propios intereses, tienen cada vez m¨¢s influencia en la agenda de la pol¨ªtica mundial. Aparte de la importante declaraci¨®n de que el anhelo de libertad y dignidad humana "no es ingl¨¦s, americano ni occidental, es universal", fue decepcionante lo poco que dijo el discurso de Westminster sobre esta transformaci¨®n crucial de nuestra ¨¦poca.
De no producirse un vuelco en las tendencias actuales, el siglo XXI ser¨¢ testigo de un mundo cada vez m¨¢s posoccidental. China, India y Brasil ser¨¢n, tarde o temprano, m¨¢s poderosos y m¨¢s importantes para Estados Unidos que Gran Breta?a, Francia y Alemania. La tarea de Estado que afrontan los estadounidenses y los europeos es convertir el viejo Occidente, revivido y ligeramente ampliado -lo que yo llamo pos-Occidente-, en un marco m¨¢s extenso que englobe el orden internacional. Es una tarea para la que Obama, cuya familia representa a la mitad de la ONU, resulta especialmente adecuado. Como dije hace varios a?os, nuestro objetivo debe ser pasar del art¨ªculo definido al indefinido: de "el mundo libre", que quer¨ªa decir el Occidente de la guerra fr¨ªa, al ideal de un mundo libre.
Uno de los escasos cimientos institucionales de los que disponemos para realizar esta transici¨®n es el grupo G-20, que incluye a las grandes potencias emergentes de fuera de Occidente y que cobr¨® vida propia durante la crisis financiera mundial. Sin embargo, en vez de acudir a una reuni¨®n del G-20, Obama y Cameron han ido a Deauville a una reuni¨®n del G-8. Obama tendr¨¢ que volver al pa¨ªs vecino, en concreto a Cannes, a principios de noviembre, para una reuni¨®n del G-20, que tambi¨¦n preside Francia.
Todo eso significa un gran volumen de atenci¨®n para Nicolas Sarkozy en pleno esfuerzo para ser reelegido presidente, pero, por lo dem¨¢s, carece de sentido.
El G-8 es un residuo anacr¨®nico del viejo Occidente de la guerra fr¨ªa. Tiene sus or¨ªgenes en las reuniones de los ministros de Econom¨ªa y los dirigentes nacionales de siete econom¨ªas occidentales desarrolladas en los a?os setenta. En los noventa se sum¨® Rusia, cuando se supon¨ªa que el anciano pa¨ªs de Eurasia estaba incorpor¨¢ndose al nuevo Occidente ampliado. Hoy, si no existiera el G-8, nadie pensar¨ªa en inventarlo. El asunto que constituye su tarea fundamental, la gesti¨®n de la econom¨ªa mundial, no puede discutirse si no est¨¢n sentados a la mesa pa¨ªses como China, India y Brasil.
Despu¨¦s de examinar el orden del d¨ªa de la reuni¨®n de Deauville, estoy m¨¢s convencido que nunca de que es una p¨¦rdida monumental de tiempo y dinero. Solo el gasto en seguridad, que incluye a m¨¢s de 12.000 polic¨ªas, gendarmes y soldados, habr¨ªa servido para hacer una aportaci¨®n considerable a la consolidaci¨®n de la democracia en T¨²nez. Y todo ese circo, con las reuniones preparatorias de unos funcionarios conocidos como sherpas, m¨¢s otros a los que los franceses dan el maravilloso nombre de sous-sherpas, volver¨¢ a repetirse en los d¨ªas previos a la reuni¨®n de noviembre del G-20.
No es que el G-20 est¨¦ funcionando tampoco muy bien. Pero es un grupo mucho m¨¢s en sinton¨ªa con las realidades econ¨®micas, pol¨ªticas y culturales del siglo XXI. Los l¨ªderes occidentales o posoccidentales deben hacer todo lo posible para que funcione mejor.
La mejor forma de empezar ser¨ªa abolir el G-8, y Obama va a tener pronto una oportunidad de hacerlo. El a?o pr¨®ximo, est¨¢ previsto que Estados Unidos acoja el G-8 y M¨¦xico el G-20. Obama deber¨ªa alcanzar un acuerdo privado con los dem¨¢s miembros del G-8 y con M¨¦xico para incorporar el G-8 a la reuni¨®n del G-20 y centrar todos los esfuerzos en que este ¨²ltimo sea m¨¢s serio y eficaz que hasta ahora.
Cuando alguien suprime un comit¨¦ o instituci¨®n in¨²til, deber¨ªa conced¨¦rsele una medalla, y en este caso la medalla tendr¨ªa que ser enorme, una especie de Medalla Mundial de Honor.
El actual presidente de Estados Unidos est¨¢ m¨¢s autorizado que ning¨²n otro de sus predecesores para dejar atr¨¢s la anticuada noci¨®n de "l¨ªder del mundo libre", propia de la guerra fr¨ªa, y convertirse en l¨ªder del movimiento hacia un mundo libre. Llegada la hora, aparecer¨¢ el hombre necesario. En este caso, tenemos las dos cosas. Solo hace falta que coincidan.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Facts are subversive: political writing from a decade without a name. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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