Resiste y vencer¨¢s
Rajoy ha abandonado el discurso de los valores y las esencias, tan caro a Aznar. En sus viajes por Espa?a se ha dado cuenta de que a la gente solo le importa la crisis. Est¨¢ convencido de que no se trata tanto de que ¨¦l gane las elecciones generales, sino de que las pierda el PSOE
Son casi las cuatro de ma?ana del lunes m¨¢s dulce de Mariano Rajoy, un hombre muy acostumbrado a lunes negros. Todo el mundo quiere irse a su casa. En la calle G¨¦nova no queda nadie. Solo banderolas del PP tiradas por el suelo. Los periodistas se han ido. Tambi¨¦n los polic¨ªas, y los dirigentes m¨¢s conocidos. Hasta su mujer, Viri, se ha marchado, harta de esperarle. Pero ¨¦l no quiere salir de su oficina. Es su gran noche, y quiere apurarla, que no acabe nunca. Pero no lo hace brindando, hablando de cualquier banalidad, festejando sin m¨¢s. Anda en otra cosa.
Est¨¢ sentado en su enorme despacho de la s¨¦ptima planta de G¨¦nova 13, reci¨¦n reformado, fumando un puro tras otro y dej¨¢ndose los ojos con la letra y los n¨²meros min¨²sculos de una p¨¢gina web. Es www.mir.es, donde est¨¢n los datos de los resultados de los 8.116 municipios espa?oles. Ah¨ª figura hasta el ¨²ltimo pueblo perdido de Galicia o de Castilla-La Mancha.
Necesita contarse que ten¨ªa raz¨®n, que su estrategia de perfil bajo, de no moverse y no dar miedo, ten¨ªa sentido
Ha resistido dos derrotas electorales y todo tipo de batallas internas. Ahora ve llegada su hora. Pero no quiere hacer ruido
Madrid es su pesadilla. All¨ª est¨¢n la principal rival interna, Esperanza Aguirre, y los medios que exigen m¨¢s dureza
Rajoy ha pedido recortes como reducir altos cargos, pero proh¨ªbe tocar sueldos de m¨¦dicos o maestros antes de las generales
"No se pueden ganar unas elecciones si la gente no est¨¢ enfadada con el Gobierno. Eso ha llegado", dicen en G¨¦nova
Los mira todos, pero va siguiendo en especial un mapa muy personal: el de los municipios que ¨¦l ha visitado en su largu¨ªsima campa?a electoral. Que no ha durado 15 d¨ªas, sino siete a?os, dos meses y ocho d¨ªas, los que han pasado desde aquel fat¨ªdico 14 de marzo de 2004. Ese d¨ªa, un hombre que iba a ser presidente del Gobierno sin despeinarse se encontr¨® con la cruda realidad de la derrota frente a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, que le volvi¨® a ganar en 2008.
Rajoy necesita reivindicarse. Pero no ante el mundo. Ni siquiera ante su partido, eso ya llegar¨¢. Es ante s¨ª mismo, en soledad, en esa esquina impersonal de su despacho donde solo hay un ordenador, una silla ergon¨®mica y un destructor de documentos. Por eso mira qu¨¦ efectos han tenido sus visitas. Necesita contarse que ten¨ªa raz¨®n, que su estrategia de resistencia, de perfil bajo, de no moverse y sobre todo de no dar miedo a la espera del hundimiento del PSOE, ten¨ªa sentido.
Rajoy, lo admiten hasta los m¨¢s marianistas, no es un l¨ªder, ni un pol¨ªtico puro de esos que "llenan los espacios". No arrastra masas, no ilusiona. "S¨¦ que esto no ha sido muy apasionante, pero bueno", lleg¨® a decir en un mitin en Vigo centrado en propuestas econ¨®micas. Y sin embargo, lo sabe casi todo de c¨®mo funciona la pol¨ªtica. Y el poder. Es un especialista. Aunque es poco conocido ese perfil, Rajoy es en realidad un hombre de aparato. As¨ª empez¨®, como vicesecretario de organizaci¨®n. Una de esas personas que conocen hasta el ¨²ltimo concejal, que sabe qu¨¦ quiere cada uno, c¨®mo contentarle. Que conoce cu¨¢l es el problema en cada pueblo. Una persona que se mueve muy c¨®moda en los ambientes protegidos del partido, de las comidas, de las visitas a los pueblos, lejos de los medios nacionales. Y lejos de Madrid. Por eso le encanta salir de la capital. All¨ª nadie le pregunta por el caso G¨¹rtel. Sale del coche oficial, y es una figura de la televisi¨®n. "Est¨¢s muy delgado, hijo m¨ªo", le dicen las se?oras. "Qu¨¦ alto", los ni?os.
Y por eso le molesta que le llamen vago. Para ¨¦l, un hombre que casi siempre habla del trabajo con desgana -parece una pose, porque la pol¨ªtica es su vida- recorrer decenas de pueblos deber¨ªa eliminar esa imagen. Pero la idea est¨¢ m¨¢s instalada por el perfil bajo de su discurso, por su decisi¨®n de no arriesgar, que por los kil¨®metros que hace a la semana.
Tal vez de ese periplo sin freno viene su obsesi¨®n por mirar los resultados de los pueblos por los que ha pasado, de entender, de calcular, memorizar. Est¨¢ convencido, cada vez m¨¢s, de que las elecciones no las ganar¨¢ ¨¦l, las perder¨¢ el PSOE, la tesis oficial de su gur¨², Pedro Arriola. Sabe que la victoria no le llegar¨¢ por ser mejor candidato que su rival, ni por conquistar a los grandes medios. Sino por el desplome socialista en esos lugares fuera de Madrid en los que ¨¦l se mueve tan a gusto. Y por la desmovilizaci¨®n de la izquierda en las ciudades, el eje b¨¢sico de su estrategia. Por su decisi¨®n consciente de no molestar.
La mayor¨ªa de los esc¨¦pticos del PP, y el propio Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, que lo ha dicho en varias ocasiones, pensaban que un hombre as¨ª nunca podr¨ªa ganar unas elecciones. Que es un anticandidato. Sin embargo, despu¨¦s del batacazo del domingo, la victoria de Rajoy est¨¢ algo m¨¢s que descontada en la calle G¨¦nova. Y fuera de all¨ª. Tanto que empiezan a llegarle, por primera vez, llamadas de l¨ªderes internacionales que ya se acercan al que ven como futuro presidente. Y a la noche electoral se acerc¨® hasta Rodrigo Rato, muy distanciado en el pasado -ahora reconciliado tras lograr la presidencia de Caja Madrid-, como todos los que no ve¨ªan nada clara esa estrategia del perfil bajo. La victoria inexorable de Rajoy empieza incluso a ser asumida en la calle Ferraz, sede del PSOE ?Qu¨¦ ha pasado?
Un marianista resume la actitud de su jefe ante la pol¨ªtica y la vida con tres pes: "Paciencia, prudencia y perseverancia". Rajoy lo ha pasado muy mal, recuerda, con las cr¨ªticas internas, que llegaron a ser generalizadas y muy ¨¢cidas. Pero decidi¨® aguantar. Es la vieja idea de Rajoy como un ciclista, un resistente nato, un tipo convencido de que no gana el que m¨¢s corre, sino el que sigue encima de la bicicleta al final de la carrera. Y m¨¢s si esa prueba dura ocho a?os, algo que pocos aguantan. "Borrell no aguant¨®. Carme Chac¨®n no hubiera resistido ni la mitad. A Zapatero le lleg¨® la victoria tan pronto que no lo sabremos. Pero no es com¨²n la fortaleza de Rajoy", sentencia otro.
Otro dirigente m¨¢s distanciado lo sintetiza de forma m¨¢s brutal: "Mariano gana a todo el mundo por agotamiento. ?l aguanta, aguanta y aguanta, y en este pa¨ªs, eso implica ganar. Yo creo que hasta Zapatero est¨¢ cansado de criticarle".
Rajoy, efectivamente, sufri¨® mucho en las batallas internas. Ning¨²n jefe de un partido tan importante en Espa?a ha tenido un cuestionamiento interno de ese calibre durante tanto tiempo. Su entorno incluso asegura que hab¨ªa un movimiento muy fuerte preparado en 2009, con empresarios relevantes detr¨¢s, para descabalgarlo si fracasaba, como estaba previsto, en las elecciones gallegas. "Le estaban esperando, como siempre, pero sale vivo de todas, es imposible acabar con ¨¦l", se anima uno de los fieles.
Resistencia, es la palabra clave de todo su entorno. Ni acci¨®n, ni victoria, ni ambici¨®n, ni decisi¨®n, ni ataque. Resistencia. Cuando uno pregunta c¨®mo est¨¢ el l¨ªder, la respuesta es casi siempre la misma: "tranquilo". Y cuando la presi¨®n arreciaba por los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, dec¨ªan lo mismo: "Est¨¢ tranquilo, aguantando el chaparr¨®n, lleva mucho tiempo en esto, sabe que todo pasa, siempre escampa".
En los pueblos de su Galicia natal, en una campa?a electoral muy particular, la de las auton¨®micas de 2009, se forj¨® un nuevo Rajoy. Hasta entonces, el l¨ªder del PP a¨²n daba ruedas de prensa -pocas, pero daba- entraba a veces a los asuntos de actualidad, y en ocasiones met¨ªa la pata, como aquella famosa historia del primo que dudaba del cambio clim¨¢tico. Pero poco antes de la campa?a, estall¨® el caso G¨¹rtel. Despu¨¦s de algunas ruedas de prensa monopolizadas por la cuesti¨®n en plena campa?a electoral, decidi¨® cancelarlas. Hacer como si no existiera el asunto.
El equipo del l¨ªder empez¨® a pensar que ese caso har¨ªa imposible la victoria en Galicia. Pero entonces comenz¨® el periplo por los pueblos gallegos. Y vio que nadie le preguntaba por eso. Que eran cosas "de Madrid". Rajoy empez¨® a controlar cada vez m¨¢s lo que dec¨ªa, a ofrecer solo discursos cerrados o im¨¢genes amables de su recorrido por los pueblos, grabadas por el PP y enviadas a todos los medios por el sat¨¦lite controlado por el PP. All¨ª empez¨® a ver que lo ¨²nico importante era la crisis econ¨®mica. "G¨¹rtel preocupa internamente, pero la crisis es un enemigo tan potente, que har¨¢ su trabajo lentamente y acabar¨¢ con el PSOE, solo hay que esperar", dec¨ªan ya en esos d¨ªas los colaboradores.
Rajoy descubri¨® que pod¨ªa ir por toda Espa?a lanzando el mismo mensaje sobre la crisis econ¨®mica sin necesidad de contestar a preguntas, pod¨ªa evitar cada d¨ªa a los periodistas en el Congreso -lleg¨® a estar seis meses sin convocar una sola rueda de prensa- sin que eso tuviera ning¨²n coste. Comprendi¨® que esas cr¨ªticas que le llegaban por todas partes en Madrid no calaban fuera de la capital. El l¨ªder del PP incluso ha bromeado alguna vez con la idea de "conceder la independencia a Madrid". Es su pesadilla. All¨ª est¨¢ su principal rival interna, Esperanza Aguirre, y los medios que m¨¢s le reprochan esa estrategia de perfil bajo. Los militantes de Madrid no le aplauden como los de fuera. "Madrid es una isla", ha llegado a decir. Rajoy gan¨® el congreso de Valencia, tras su derrota en 2008, contra Madrid -por algo no se hizo en la capital-. Y sigue luchando contra la capital, epicentro de la pol¨ªtica espa?ola, exigente y cainita, la capital de Aguirre y la capital de Aznar, la sombra con la que siempre se mide Rajoy.
En esa noche electoral en la que el l¨ªder miraba cada pueblo, un dato se repet¨ªa en su despacho, en el que entr¨® casi todo el mundo en alg¨²n momento menos Aguirre, ahora aparentemente reconciliada pero siempre distante. El dato era una obsesi¨®n: el PP de Rajoy hab¨ªa logrado superar el r¨¦cord de 1995, cuando el PP de Aznar sac¨® 4,5 puntos en unas municipales al PSOE. El domingo fueron casi 10. Y Rajoy disimul¨® su euforia. Hab¨ªa ganado al fin en algo a la sombra aznarista. Hab¨ªa llevado al PP a la mayor cota de poder auton¨®mico de su historia.
"Espa?a no es Madrid, Mariano siempre lo dice. Y el PP es un partido de provincias, cada vez es m¨¢s evidente. Igual que Hern¨¢ndez Mancha, por el que apost¨® Rajoy, gan¨® contra Madrid y Herrero de Mi?on en 1987, Rajoy lo hizo tambi¨¦n en el congreso de Valencia en 2008. Y ahora lo ha vuelto a hacer. Madrid nunca le ha querido, pero tendr¨¢ que rendirse a la evidencia cuando gobierne", sentencia un dirigente regional.
Rajoy, dicen en su entorno, tiene una visi¨®n c¨ªclica de la pol¨ªtica. Est¨¢ convencido de que ni los medios ni los pol¨ªticos pueden hacer mucho para cambiar las grandes tendencias. Por tanto, se trata no tanto de influir sobre la realidad, sino de esperar el momento propicio, estar preparado para cuando te toque.
Un dirigente llega a plantear que Rajoy a veces habla como si la realidad pol¨ªtica espa?ola fuese similar a la de la Restauraci¨®n, con la alternancia en el poder de Sagasta y C¨¢novas. Como si todo estuviera escrito y poco se pudiera hacer para cambiarlo. Los populares insisten adem¨¢s en que la ola de ca¨ªda de la socialdemocracia en toda Europa con la crisis econ¨®mica indicaba que el PSOE ten¨ªa que caer tarde o temprano.
"Los ciclos en Espa?a son de ocho a?os, lo de Felipe Gonz¨¢lez fue una cosa ¨²nica porque era un personaje ¨²nico. Rajoy sabe mucho de resultados electorales, los analiza como nadie, conoce la din¨¢mica en cada provincia, y ya en 2008 vio que la victoria del PSOE, con una gran movilizaci¨®n de la izquierda anti-PP, sobre todo en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, era irrepetible. Solo hab¨ªa que esperar y cambiar la imagen del partido", sentencia un marianista.
En esa idea insisten mucho los m¨¢s fieles. Todos admiten que la imagen puede ser de inacci¨®n, pero se?alan que poco a poco, sin ruido, Rajoy ha construido un partido a su medida, en el que no destaca nadie en especial pero tampoco chirr¨ªa m¨¢s que lo que queda de aznarismo, como Jaime Mayor. "Lo que hay no se parece en nada a lo que le dej¨® Aznar. Feij¨®o en Galicia, Bauz¨¢ en Baleares, Cospedal en Castilla-La Mancha, Basagoiti en el Pa¨ªs Vasco, S¨¢nchez Camacho en Catalu?a, Monago en Extremadura, los ha puesto ¨¦l a todos, y por eso su ¨¦xito en las municipales es el de Rajoy. El ¨²nico sitio en el que no ha entrado es en la inexpugnable Madrid, pero todo se andar¨¢", sentencia un dirigente. Con quien no ha podido tampoco es con Francisco Camps. Algunos dicen que no lo ha intentado. Otros que esperaba que dimitiera ¨¦l. La mayor¨ªa admite que Camps ha demostrado ser m¨¢s resistente incluso que Rajoy. El l¨ªder pudo, eso s¨ª, con Francisco ?lvarez Cascos. Pero a un coste alt¨ªsimo. El PP no levantar¨¢ cabeza y Cascos, siempre vengativo, ser¨¢ un problema constante cuando Rajoy llegue a La Moncloa. Y con Aguirre de aliada.
La tesis de los marianistas es que en la primera legislatura, Rajoy no se atrevi¨® a tocar nada y se dej¨® llevar por el viejo PP porque ten¨ªa muchas hipotecas pendientes con quien le nombr¨®, Aznar, y su entorno. Algunos de ellos eran amigos de Rajoy como Eduardo Zaplana o Carlos Aragon¨¦s. Con el primero y con Jaume Matas lleg¨® a veranear en el yate del presidente del Grupo Sol Meli¨¢, Gabriel Escarrer. Eran otros tiempos.
Los veteranos recuerdan que Rajoy era el m¨¢s fiel de los aznaristas, y que todo lo que se hizo desde 2004 -incluida la estrategia del 11-M, las manifestaciones contra la negociaci¨®n de ETA o contra el matrimonio homosexual, la idea de la "traici¨®n a los muertos", el refer¨¦ndum contra el Estatuto catal¨¢n- se decidi¨® en reuniones presididas por Rajoy.
Lo cierto es que el l¨ªder, tras su segunda derrota y ya sin nada que perder, en 2008, decidi¨® cambiar, reinventarse. Y romper con el aznarismo y con sus viejos compa?eros. De todos ellos solo salv¨® a Javier Arenas y Federico Trillo. En otra noche como la del lunes pasado, en 2008, mirando la p¨¢gina web con los resultados, Rajoy concluy¨® que hab¨ªa perdido porque el PP daba miedo y concluy¨® que la mejor manera de no dar miedo era desaparecer, evitar los grandes titulares, las propuestas rompedoras, las pol¨¦micas, conseguir que todo el foco se pusiera en Zapatero. Hacer de las elecciones un plebiscito al presidente. Ocultarse.
Hasta los m¨¢s esc¨¦pticos con esa estrategia de perfil bajo se rinden ante los resultados del domingo. Aunque la mayor¨ªa insiste en que hay que mirar bien los datos para hacer un an¨¢lisis real. El PP no ha subido mucho -dos puntos, medio mill¨®n de votos-, es el PSOE el que se ha desplomado al perder un mill¨®n y medio de apoyos. Esto es, seg¨²n la tesis arriolista, pierde el Gobierno, no gana la oposici¨®n. Todo conduce al mismo punto, la respuesta para todo en la planta s¨¦ptima de G¨¦nova: "Hay que esperar, darle tiempo al tiempo. No se pueden ganar unas elecciones si la gente no est¨¢ enfadada con el Gobierno, Eso cuesta un tiempo y ha llegado".
Otros que conocen bien la trayectoria de Rajoy, un hombre que nunca ha pedido ning¨²n puesto -como mucho hac¨ªa que se supiera lo que ansiaba pero por vericuetos indirectos- le ven como un alto funcionario cl¨¢sico, hijo de un juez que presidi¨® la Audiencia Provincial de Pontevedra, que cree m¨¢s que nadie en la jerarqu¨ªa y la estructura de poder. Y por eso estaba convencido que, una vez llegado a presidente del PP, nadie podr¨ªa descabalgarle, y que el puesto hace al hombre: si eres l¨ªder del PP, tarde o temprano ser¨¢s presidente del Gobierno.
Incluso los esc¨¦pticos que admiten el ¨¦xito tienen una queja: "Rajoy ten¨ªa raz¨®n, en Espa?a es m¨¢s f¨¢cil ganar unas elecciones sin hacer nada que buscando la victoria. Ahora, ?merece la pena estar en pol¨ªtica para eso? Algunos creen que s¨ª, yo no lo veo", sentencia un veterano.
Rajoy abandon¨® en 2008 ese discurso de las esencias y los valores del PP que tanto gusta al aznarismo. Ha tratado de desdibujar la imagen de la derecha para no dar miedo, aunque nunca desautoriza los extremos, y a veces hasta los alienta en dirigentes de su equipo, como Dolores de Cospedal o Esteban Gonz¨¢lez Pons, para contentar a un cierto tipo de electorado. Aznar est¨¢ muy molesto con esta estrategia -"necesitamos un programa claro que sea inconfundible del PP, marcado a vivos colores", dijo hace solo un mes-, pero tambi¨¦n parece resignado ante el ¨¦xito de Rajoy. Algunos aznaristas recuerdan que el expresidente nombr¨® sucesor a Rajoy porque no ten¨ªa perfil propio, porque era controlable, al contrario que Rato, y porque suavizaba la imagen del PP cuando m¨¢s claro era el rechazo a Aznar. "Ya entonces estaba pensado para no asustar al electorado. Se sab¨ªa mal candidato, pero se supon¨ªa que si hab¨ªamos empatado en municipales pese a la guerra de Irak, la victoria era f¨¢cil", recuerda un veterano.
Los marianistas explican de manera clara la estrategia de perfil bajo de Rajoy. "En condiciones de igualdad, la izquierda gana en Espa?a, sociol¨®gicamente es mayoritaria. Solo podemos ganar con una desmovilizaci¨®n de una parte, adem¨¢s del trasvase por el centro. Si la izquierda va a votar en pleno, como en 2004 y 2008, perdemos. Por eso Mariano no sube el diapas¨®n ni cuando gana, como el domingo. No hay que asustar".
Ha tardado en llegar, pero todo ha salido mucho mejor de lo esperado. "Lo ¨²nico que tiene que hacer es no cometer errores, no arriesgar. Y eso sabe hacerlo. Rajoy es como un equipo italiano, le cuesta mucho jugar al ataque, sacar ventaja, pero una vez que la tiene, sabe conservarla. Y la crisis es una ventaja tan grande, que es casi imposible que se le escape el partido" resume uno. "No es un hombre de acci¨®n, carece de esa energ¨ªa para cambiar las cosas, pero es un especialista en fusionarse en el ecosistema y sacarle ventaja. No la va a perder", resume otro.
Ahora todos est¨¢n convencidos de que la victoria est¨¢ hecha. ?l incluso est¨¢ aprendiendo ingl¨¦s para prepararse para La Moncloa. Solo preocupa una cosa. Los gobiernos auton¨®micos, casi todos ahora en manos del PP, gestionan el gasto social y se van a enfrentar a grandes dificultades financieras. Rajoy ha dado una orden clara: hay que hacer recortes de gasto superfluo, s¨ª, batallas de imagen, como reducir consejer¨ªas o altos cargos, y echar la culpa a los anteriores y a Zapatero de que no haya dinero, pero nada de entrar al tajo en serio, tocar sueldos de m¨¦dicos y maestros como pas¨® en Catalu?a o Murcia. Hay que evitar que salga gente a la calle, aunque si se cumplen algunas promesas electorales, habr¨¢ protestas. Eso, si hiciera falta, vendr¨¢ despu¨¦s de las elecciones, que en G¨¦nova empiezan a vislumbrar para el oto?o.
El propio Rajoy es plenamente consciente, seg¨²n coinciden en su entorno, de que en La Moncloa tendr¨¢ que tomar medidas con mucha contestaci¨®n social. Algunos incluso plantean un escenario con un par de huelgas generales en los primeros meses. Pero lo importante, para la estrategia de bajo perfil, es que todo eso llegue cuando las elecciones hayan pasado, que la movilizaci¨®n de la izquierda sea en la calle y no en las urnas.
El l¨ªder, mientras, no piensa mover un ¨¢pice la estrategia. En su entorno todos han estudiado el caso del ingl¨¦s David Cameron, que se hundi¨® en las encuestas y tuvo que gobernar en coalici¨®n por ser demasiado claro con su plan de Gobierno antes de los comicios. Eso hace que el l¨ªder del PP a veces no logre muchos titulares. Pero a ¨¦l no le importa. Al rev¨¦s. Quiere llegar a La Moncloa disimulando, sin que se entere esa izquierda que le ha derrotado dos veces. Desaparecer, no llamar la atenci¨®n. Una vez se quejaba del tratamiento de la prensa. Le hicieron la broma: bueno, que hablen de ti, aunque sea mal ?no? "Pero si yo lo que quiero es que no hablen de m¨ª", remat¨® con su iron¨ªa. Y as¨ª, a La Moncloa, sin que se note mucho.
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