"Yo no renunci¨¦ a mi hija, me la quitaron"
Las redes de tr¨¢fico de beb¨¦s operaron durante el franquismo y la democracia hasta que una ley puso fin en 1987 a estas pr¨¢cticas. El libro Vidas robadas, de los periodistas de EL PA?S Jes¨²s Duva y Natalia Junquera, indaga en estas tramas y aporta testimonios estremecedores
Sus maridos no las creyeron. Pensaron que el dolor de haber perdido un hijo al que apenas hab¨ªan visto les hac¨ªa sospechar lo imposible: que aquellos imponentes doctores en bata blanca, que aquellas monjas sonrientes, les hab¨ªan quitado a su beb¨¦. Con el tiempo, muchas de estas madres enterraron aquellas sospechas y se convencieron de que la desaparici¨®n de su hijo obedec¨ªa simplemente a una fatalidad. Hasta que una de ellas habl¨®, muchos a?os despu¨¦s, para recordar en voz alta aquellas dudas, y otra, desde otra ciudad, con otra edad, las comparti¨®. Y as¨ª hasta que mujeres de pr¨¢cticamente toda Espa?a que hab¨ªan dado a luz entre 1950 y finales de los ochenta se reconocieron repitiendo las mismas frases, calcadas palabra a palabra: "Me dijeron que mi beb¨¦ hab¨ªa muerto. Que era mejor que no lo viera y que ellos se encargaban del entierro...".
Vidas robadas
Jes¨²s Duva y Natalia Junquera.
Editorial Aguilar. Fecha de publicaci¨®n: 1 de junio.
Precio: 16,50 euros.
Pas¨® los ¨²ltimos meses de gestaci¨®n en un piso de Madrid, al que acud¨ªa una "se?ora rica" para llevar ropa a otros beb¨¦s
Inmaculada qued¨® embarazada de un hombre casado. Un capuchino le deriv¨® al Tel¨¦fono de la Esperanza
Esta mujer luch¨® en vano durante a?os en los tribunales en un intento de recobrar a la chiquilla dada en adopci¨®n
Muchos fines de semana viajaba de Bilbao a Madrid para ver a su hija furtivamente cuando paseaba con la ni?era
Parec¨ªa un estribillo ensayado, pero era imposible que lo fuera. Y todas empezaron a sospechar de nuevo, ahora con una sensaci¨®n muy parecida a la certeza, que les hab¨ªan quitado a sus beb¨¦s. Durante el ¨²ltimo lustro, esas madres, con la duda de haber sido v¨ªctimas del robo de un hijo, y esos ni?os adoptados, hoy adultos, con la duda de haber sido robados a sus madres biol¨®gicas, se han ido organizando, fundamentalmente a trav¨¦s de Internet y las redes sociales, en un movimiento de b¨²squeda que se ha extendido hasta alcanzar el esc¨¢ndalo y forzar al Gobierno y a la Fiscal¨ªa General del Estado a actuar.
Hoy hay m¨¢s de 1.000 familias en Espa?a convencidas de que le robaron a su hijo en la cl¨ªnica donde naci¨®. Sus casos est¨¢n en las fiscal¨ªas. La justicia tiene los nombres de las monjas y m¨¦dicos, algunos todav¨ªa en activo, que seg¨²n estas madres se quedaron con los peque?os para entregarlos en adopciones irregulares en las que nadie repar¨® o no quiso reparar hasta que en 1987 se estableci¨® una ley que dejaba el control de estos procesos a las Administraciones P¨²blicas. (...)
El robo de ni?os fue quiz¨¢ la f¨®rmula m¨¢s atroz y menos conocida de la represi¨®n franquista. Pese a ello, seg¨²n denunci¨® el juez Baltasar Garz¨®n en noviembre de 2008, "durante m¨¢s de sesenta a?os no ha sido objeto de la m¨¢s m¨ªnima investigaci¨®n". A ¨¦l, como se sabe, tampoco le dejaron hacerlo. La mayor¨ªa de estas madres han muerto ya sin haber logrado encontrar a su hijo. (...)
Cuando ya no quedaron hijos que robar a madres republicanas en las c¨¢rceles, ni ni?os que reclamar y redistribuir desde los pa¨ªses a los que hab¨ªan sido repatriados durante la Guerra Civil, el robo continu¨®. (...)
La mayor¨ªa de las v¨ªctimas eran pobres y con pocos recursos. Personas manipulables a las que el miedo hab¨ªa hecho perder la capacidad de protestar. Vulnerables mujeres en camis¨®n que, apabulladas por la palabrer¨ªa y la imponente presencia de un m¨¦dico con bata blanca, fueron incapaces de reclamar hasta conseguir que les dejasen ver a aquel beb¨¦ suyo que le dec¨ªan que hab¨ªa fallecido. Matrimonios que salieron de aquellos hospitales, en los que su hijo hab¨ªa nacido y aparentemente muerto, sin un solo papel y sin un cuerpo que enterrar en el pante¨®n familiar porque en la cl¨ªnica les convencieron de que "ellos ya se encargaban de todo". El nuevo objetivo fueron tambi¨¦n las j¨®venes madres solteras, muchas de ellas forzadas por sus propios padres a deshacerse de sus hijos, contando con la complicidad de monjas y m¨¦dicos que oportunamente les aseguraron que el beb¨¦ hab¨ªa muerto para que no se empe?aran en criarlo. (...)
"Solo quiero que mi hija me conceda cinco minutos de su vida para decirle que la quiero mucho y que me perdone". Inmaculada R. G. solloza esa frase entre l¨¢grimas. Lleva 37 a?os luchando por recuperar a su hija Alicia, la ni?a que alumbr¨® en Madrid siendo madre soltera y que le fue arrebatada mediante enga?os. Inmaculada sabe qui¨¦n es, qu¨¦ apellidos lleva y d¨®nde vive su hija, pero esta se niega a atender sus s¨²plicas, tal vez porque no conoce la verdad de su historia.
Inmaculada, natural de Palencia, colaboraba con una red de albergues juveniles en torno a 1965. Un d¨ªa fue a un pueblo de la provincia e instal¨® una t¨®mbola con el objeto de recaudar fondos para esas actividades. Estando en esas, mientras vend¨ªa papeletas para una rifa ben¨¦fica, se le acerc¨® un chico, Rafael, y le propuso ir a bailar cuando cerrase la t¨®mbola. Estuvieron bailando y se gustaron mutuamente.
A partir de ese primer contacto, Rafael sigui¨® cortejando a Inmaculada y eso a ella le gustaba. Hasta que alguien le musit¨®: "Ese hombre no te conviene. Es un hombre casado. Al¨¦jate de ¨¦l". Inmaculada, que ten¨ªa unas fuertes convicciones cat¨®licas, no lo dud¨®: decidi¨® poner tierra de por medio para evitar caer en la tentaci¨®n.
Como ten¨ªa varias hermanas asentadas en Bilbao, decidi¨® orientar sus pasos hacia la capital vizca¨ªna. All¨ª encontr¨® trabajo en la f¨¢brica Harino-Panadera, muy cerca de la plaza de toros de Vista Alegre. Pas¨® el tiempo y no volvi¨® a tener ning¨²n contacto con aquel muchacho que la hab¨ªa sacado a bailar en aquel pueblo de Palencia. Pero este no la hab¨ªa olvidado a ella, sino todo lo contrario: pregunt¨® e indag¨® hasta averiguar que viv¨ªa y trabajaba en Bilbao. Y all¨¢ que se fue tras los pasos de ella.
Durante muchos meses, Inmaculada se mostr¨® esquiva a los requiebros de Rafael, pues no pod¨ªa olvidarse de que era un hombre casado. Sin embargo, ¨¦l no se desanim¨®. Sigui¨® tenaz intentando conquistar a esa chica. Finalmente, ella acab¨® por enamorarse perdidamente y, como consecuencia de esas relaciones, se qued¨® embarazada en el a?o 1973.
"Fui a confesarme con un padre capuchino. Le cont¨¦ lo que me hab¨ªa pasado y las dudas que ten¨ªa sobre qu¨¦ es lo que deb¨ªa hacer. El cura me dijo que yo iba a ser una desgraciada por ser madre soltera y que mi hijo o mi hija tambi¨¦n iba a ser un desgraciado toda su vida", recuerda Inmaculada. El sacerdote le recomend¨® que se pusiera al habla con el Tel¨¦fono de la Esperanza, una instituci¨®n muy ligada a la Iglesia y que actuaba como una especie de Asuntos Sociales.
El Tel¨¦fono de la Esperanza, como en otros muchos casos, deriv¨® a la muchacha hacia la Asociaci¨®n Espa?ola para la Protecci¨®n de la Adopci¨®n (AEPA), un ente que tambi¨¦n ten¨ªa fuertes conexiones con la Iglesia y con el Opus Dei. As¨ª contact¨® en julio de 1973 con Amalia F. G., abogada y asesora de la AEPA, que le ofreci¨® una soluci¨®n a su problema: que nada m¨¢s dar a luz renunciara a su criatura y la diera en adopci¨®n.
La mujer estaba angustiada. Sola y sin explicar su situaci¨®n a su familia, se march¨® de Bilbao y se traslad¨® a Madrid en septiembre de 1973. La tupida red tejida por la AEPA la encamin¨® hacia un piso de la calle del Limonero, cerca de la plaza de Castilla. All¨ª pas¨® los ¨²ltimos meses de gestaci¨®n en compa?¨ªa de dos venezolanas, cada una de las cuales ten¨ªa un hijo peque?o. "De vez en cuando iba por all¨ª una se?ora rica que regalaba ropita a los beb¨¦s de las venezolanas. Yo llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que esa se?ora ten¨ªa un ni?o adoptado y que les daba la ropa cuando se le quedaba peque?a a su propio ni?o", relata Inmaculada.
Al presentarse los dolores del parto, ingres¨® en la cl¨ªnica Nuevo Parque, en la calle de Juli¨¢n Romea, donde el 18 de noviembre dio a luz a una ni?a, asistida por el doctor Enrique M. B. "Me durmieron totalmente. Al despertar, pregunt¨¦ qu¨¦ hab¨ªa tenido. Me dijeron que un ni?o. Cuando me qued¨¦ sola en la habitaci¨®n, me levant¨¦ y fui hasta el nido donde estaban las cunitas. Me sorprendi¨® una enfermera, que me pregunt¨® qu¨¦ hac¨ªa all¨ª. Le contest¨¦ que buscaba al ni?o que yo hab¨ªa dado a luz. Y ella me replic¨®: A tu ni?o se lo han llevado. Volv¨ª a mi cama y me ech¨¦ a llorar". A Inmaculada, ahora, al cabo de 37 a?os, se le vuelven a saltar las l¨¢grimas al echar la vista atr¨¢s.
Al poco del alumbramiento, una de aquellas venezolanas con las que comparti¨® el piso de la calle del Limonero le espet¨®: "?C¨®mo que has tenido un ni?o! ?T¨² has tenido una ni?a! ?Que no te enga?en! Cuando la han sacado del paritorio la he visto. ?Es una ni?a!". Eso agrav¨® su zozobra y empez¨® a temerse lo peor.
Inmaculada, que adem¨¢s de soltera era hermana del p¨¢rroco de un pueblo del Cerrato (Palencia), sufri¨® m¨²ltiples presiones para que renunciara a su hija como forma de evitar el esc¨¢ndalo. Ella dijo que no y que no, pero Amalia, la abogada de la AEPA, la despach¨® una y otra vez, dici¨¦ndole que no se preocupara, que su ni?a pasar¨ªa seis meses con una familia en r¨¦gimen de "acogida" y que durante ese tiempo tendr¨ªa tiempo de recuperar al beb¨¦ si finalmente ese era su deseo.
Por su parte, la abogada pidi¨® al toc¨®logo que extendiera un certificado haciendo constar que la madre de la criatura era desconocida, a la vez que esta era inscrita en el Registro Civil con el nombre de Alicia. De este modo, la ni?a, aparentemente abandonada, fue entregada a Jos¨¦ Luis G. H. y a su esposa, Mar¨ªa del Carmen F. A., sin m¨¢s dilaciones. "Yo jam¨¢s firm¨¦ ning¨²n documento en el que renunciara a mi hija", replica ahora Inmaculada.
La joven madre, respaldada por Rafael, el padre de la ni?a, intent¨® sin desmayo que la abogada le dijera d¨®nde estaba su hija. Pero no consegu¨ªa sino evasivas y malas palabras. Desde principios de enero de 1974, es decir, apenas un mes y medio despu¨¦s del parto, Inmaculada resolvi¨® recuperar a su hija, "ante los remordimientos de conciencia y el cari?o natural de madre" que sent¨ªa por ella, seg¨²n consta en una sentencia del Tribunal Supremo. Lleg¨® a estar enferma a causa de esa situaci¨®n de agobio y zozobra.
De nuevo contact¨® con la abogada Amalia, pero esta le dio largas, se neg¨® a indicarle el paradero de su hija y le explic¨® que ya no ten¨ªa nada que hacer para recuperar al beb¨¦ porque ya hab¨ªa sido dado en adopci¨®n. La letrada lleg¨® a decirle, sin el menor tacto y de forma desabrida: "Si quieres un hijo, que te lo haga el mismo hombre que te ha hecho a esta ni?a".
Desesperada por sus frustrados intentos por rescatar a la chiquilla antes de que transcurrieran los seis meses legalmente establecidos para que fuera dada en adopci¨®n plena, Inmaculada contrat¨® a un letrado y el 23 de abril de 1974 requiri¨® notarialmente a la abogada Amalia para que le revelase el paradero de la criatura. Pero no obtuvo ning¨²n resultado.
Ante el muro de silencio infranqueable con que tropezaba, contrat¨® al prestigioso abogado Gregorio Peces-Barba, que llegar¨ªa a ser presidente de las Cortes en 1982. Present¨® una demanda por supuesta sustracci¨®n de la menor, falsedad y prevaricaci¨®n contra el doctor que la atendi¨® en el parto y la abogada de la AEPA, quienes fueron absueltos el 3 de junio de 1978 por la Audiencia de Madrid al entender este tribunal que no hab¨ªan cometido ning¨²n delito.
Disconforme con este fallo judicial, la madre recurri¨® a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, que en diciembre de 1979 dictamin¨® que los acusados no eran culpables del delito de sustracci¨®n de menores. Los magistrados se?alaban que "la mutaci¨®n de voluntad de la madre a los cinco meses del nacimiento de la ni?a no puede afectar a la licitud del acto encomendado a la letrada ni puede transformar en delictiva una actuaci¨®n profesional cumplida con riguroso escr¨²pulo".
Lejos de rendirse, Inmaculada sigui¨® pleiteando contra el matrimonio que hab¨ªa logrado hacerse con su hija en adopci¨®n. Y as¨ª, el 2 de mayo de 1981, el juez de Primera Instancia de San Lorenzo de El Escorial consider¨® nula la declaraci¨®n de abandono dictada el 20 de mayo de 1974 por el Juzgado n¨²mero 6 de Primera Instancia de Madrid, declar¨® v¨¢lido el reconocimiento de hija natural realizado por Inmaculada ante un notario el 26 de abril de 1976, anul¨® la inscripci¨®n de adopci¨®n realizada por el matrimonio y, por ¨²ltimo, orden¨® que la chiquilla fuera devuelta a su madre biol¨®gica.
Inmaculada hab¨ªa ganado una batalla, pero no la guerra. No pod¨ªa cantar victoria. El matrimonio que ten¨ªa a su hija apel¨® a la Sala Tercera de la Audiencia Territorial de Madrid, que el 15 de noviembre de 1984 revoc¨® la sentencia del Juzgado de San Lorenzo de El Escorial y solo mantuvo lo referente a que se declarase v¨¢lido el reconocimiento de maternidad aportado por Inmaculada y que en el Registro Civil se hiciera constar que ella es la madre biol¨®gica. (...)
Inmaculada y Rafael (...) contrataron a un detective privado y as¨ª consiguieron averiguar d¨®nde viv¨ªa la peque?a Alicia (en una lujosa urbanizaci¨®n del extrarradio de Madrid). Hasta supieron a qu¨¦ guarder¨ªa iba. Y un d¨ªa, Inmaculada ide¨® una estratagema y entr¨® en la guarder¨ªa para ver el rostro de su hija. "Invent¨¦ una excusa y pregunt¨¦ a la cuidadora c¨®mo se llamaba aquella ni?a tan guapa. Me dijo que Alicia. As¨ª vi la cara de mi hija, cuando ten¨ªa tres a?itos", explica.
Otras veces, Rafael y esta aut¨¦ntica madre coraje aprovechaban los fines de semana para desplazarse cientos de kil¨®metros hasta llegar a Madrid y merodear por la urbanizaci¨®n donde resid¨ªa su hijita, esperando con anhelo el momento en que su ni?era, llamada Dora, la sacaba a pasear. Un d¨ªa pas¨® algo sorprendente: "Yo me acercaba a ella y la besaba. Jam¨¢s me identifiqu¨¦. Pero un d¨ªa me sobresalt¨¦ cuando Dora grit¨®: 'Usted y la ni?a son igualitas; parecen madre e hija".
Rafael consigui¨® divorciarse de su esposa e inmediatamente se cas¨® con Inmaculada. Torturados por el robo de la hija com¨²n, ambos llegaron a planear el secuestro de la chiquilla y huir a Francia para siempre, al advertir que la pelea judicial no llevaba camino de poner fin a sus sufrimientos.
Inmaculada jam¨¢s pasa por alto el d¨ªa del cumplea?os de su hija. Hace un par de a?os, se arm¨® de valor y llam¨® a su casa. Salt¨® el contestador autom¨¢tico. Y ley¨® el papelito que previamente hab¨ªa escrito: "Soy tu madre. No quiero hacerte da?o y respeto tu voluntad. Solo quiero que me concedas cinco minutos de tu vida para decirte lo mucho que te quiero y para pedirte perd¨®n". El mensaje todav¨ªa no ha tenido respuesta. -
Vidas robadas, de Jes¨²s Duva y Natalia Junquera. Editorial Aguilar. Fecha de publicaci¨®n: 1 de junio. Precio: 16,50 euros.

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