Los j¨®venes serbios entierran la guerra
Las nuevas generaciones de un pa¨ªs con un 20% de paro dan la espalda a Mladic y miran hacia Europa
En1389, el Ej¨¦rcito serbio se enfrent¨® en territorio kosovar a las tropas turcas que intentaban conquistar la regi¨®n. La batalla fue cruenta y ambos bandos resultaron diezmados. M¨¢s de seis siglos despu¨¦s, 1389 es el nombre de un grupo nacionalista extremista serbio y el s¨ªmbolo de la dificultad de enterrar el pasado en los Balcanes. J¨®venes simpatizantes de este y de otros movimientos similares desataron disturbios en Belgrado el domingo por la noche para protestar contra la captura de Ratko Mladic. Pese a ser todav¨ªa lamentablemente llamativo, el radicalismo parece en retroceso.
Vista en perspectiva, la reacci¨®n a la captura del militar acusado del genocidio de Srebrenica ofrece motivos para pensar que en la sociedad serbia est¨¢ lentamente cuajando un cambio de actitud, y que los odios del pasado van teniendo menos protagonismo en la vida del pa¨ªs. Unas 70.000 personas acudieron a una manifestaci¨®n de protesta por cuestiones pol¨ªticas y dificultades econ¨®micas convocada en Belgrado en febrero; el pasado domingo, solo 10.000 gritaron su rabia contra la detenci¨®n de Mladic, pese a ser este un asunto con una carga simb¨®lica extraordinaria.
"No me llaman ni para entrevistas", se queja una licenciada de 25 a?os
Los j¨®venes son el motor principal de esta silenciosa transici¨®n. Son el colectivo m¨¢s azotado en una sociedad con una tasa de paro que roza el 20%. En 2008, era un 14,7%. Muchos de ellos reclaman a la pol¨ªtica que se centre en el futuro, y la mala coyuntura econ¨®mica refuerza su exigencia. En Serbia, el PIB por habitante ha ca¨ªdo de 6.600 a 5.200 d¨®lares entre 2008 y 2010, seg¨²n el FMI.
"Los problemas del pasado son irresolubles. Deber¨ªamos cortar ya con todo aquello y centrarnos en las dificultades del presente: en el paro de los j¨®venes, en las pensiones de los mayores. Deber¨ªamos mirar m¨¢s hacia el futuro", dice Katarina Nedelkovic, de 25 a?os, en su diminuto cuarto compartido en un inmueble de la Nueva Belgrado, la zona oeste de la capital. Nedelkovic, peinada con unas trenzas t¨ªpicas de su ciudad natal (Topola, en el centro del pa¨ªs), se licenci¨® el a?o pasado en Econom¨ªa Agraria con un 9,32 sobre 10. A pesar de su excelente curr¨ªculo, est¨¢ en el paro: "No se trata solo de que no tenga trabajo: ?es que no me han llamado ni para una sola entrevista!".
Las opiniones que expresa Nedelkovic son recurrentes en las conversaciones con los j¨®venes de Belgrado. "Estoy harto de toda la herencia de las guerras", coincide Aljosha Martinovski, licenciado en Filolog¨ªa de 23 a?os, sentado en una terraza de un bar de la animada calle de Mihailova. Su discurso define bien un sentimiento que no es tanto de condena al pasado, sino de cansancio.
Esta actitud encuentra un reflejo en el escenario pol¨ªtico. El nacionalismo radical y antioccidental ha quedado progresivamente aislado en los ¨²ltimos a?os. El partido radical no llega al 5% en los sondeos. Una formaci¨®n nacionalista de discurso algo m¨¢s aseado y que apoya la adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea -el partido progresista de Serbia- ha atra¨ªdo consensos anta?o dirigidos hacia grupos m¨¢s duros y ronda el 20% en las encuestas.
La UE, en general, es vista como una herramienta para avanzar en cuestiones econ¨®micas, en la eficiencia de la Administraci¨®n. Es dif¨ªcil encontrar j¨®venes que se digan contrarios a la adhesi¨®n, pese a que la ret¨®rica antioccidental sigue presente en Serbia. Pero el deseo de entrar en Europa suele ir acompa?ado de cierto escepticismo, y de malestar por las condiciones que Bruselas impone.
Muchos de ellos no ven con buenos ojos que el Gobierno serbio haya capturado a Mladic. "No puedo decir que sienta rabia. Pero tampoco me es indiferente. Me afecta", dice Martinovski. Significativamente, parece encenderse m¨¢s cuando se le pregunta por la corrupci¨®n, los enchufados y el clientelismo que corroen la sociedad serbia. "No es que eso ocurra de vez en cuando. ?Es la regla!", exclama. Ojal¨¢ su generaci¨®n logre enterrar para siempre 1389 en los libros de historia.
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