Est¨¦tica de las lentejas
Todos somos aficionados a la arquitectura. O la arquitectura exigir¨ªa que todos lo fu¨¦ramos. Tan f¨¢cil como le resulta a la pol¨ªtica que se hable de ella, a la construcci¨®n de ciudades y edificios deb¨ªa corresponder una atenci¨®n tan tensa y popular como la de los "indignados".
Ni la pintura ni la m¨²sica se hallan tan obligadas a responder socialmente pero la arquitectura construye o destruye, mejora o empeora delictivamente la ciudad. Ayer destac¨® este peri¨®dico uno de los viejos proyectos de Patxi Mangado destinado a un auditorio en Teulada (Alicante).
Mangado podr¨ªa haber sido alcalde de Pamplona y secretario general de cualquier plataforma dedicada a politiquear con furor. Ni le falta oratoria convincente ni ganas de mandar. Es, sin embargo, arquitecto a tiempo completo y, encima, con la conciencia propensa a la culpa, tal como inculc¨® a muchas generaciones los grandes maestros de las escuelas espa?olas, casi monjes de la Bauhaus y las viviendas sociales.
Los edificios honrados deben ser 'utilitas', 'firmitas' y 'venustas'
Bajo esa influencia Patxi Mangado ha creado una fundaci¨®n, Arquitectura y Sociedad, que trata de hacer lo imposible por fundir ambos t¨¦rminos en uno. De hecho, no ha habido en Espa?a un arte (en Espa?a es arte e ingenier¨ªa a la vez) que se apegue tanto a la existencia civil como el suyo.
Los pintores, los escritores o los rockeros cuando son famosos tienden por lo general a ser divos. Muchos arquitectos tambi¨¦n. La diferencia es que mientras en las dem¨¢s profesiones pueden seguir si¨¦ndolo sin hacer da?o a nadie, los narcisismos de un arquitecto pueden incluso matar.
Muchos de los arquitectos famosos, espa?oles o extranjeros, que construyeron aqu¨ª durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, fueron recientemente desenmascarados por un gran reportero, Ll¨¤tzer Moix, en Arquitectura milagrosa (Anagrama).
Y le llamo "reportero" porque bastaba reportar lo construido para aportar noticia de las barbaridades que se han hecho. Arquitecturas pin-up cuyo cuerpo apenas resiste ni un mal Photoshop ni el menor paso del tiempo. Edificios espectaculares forrados de pladur, acrobacias fotog¨¦nicas cuyo pecado de vanidad es directamente proporcional a sus poses obscenas.
Desde los a?os sesenta, casi todos los arquitectos occidentales (desde Piano a Moneo), admit¨ªan que un trabajo narcisista era lo peor que les pod¨ªa pasar. Antes de venir Cristo al mundo, Vitrubio hab¨ªa establecido una trinidad de principios (firmitas. utilitas y venustas) como pilares de la arquitectura honrada. Los edificios que se caen (no firmitas), los museos que se edifican sin contenidos (no utilitas) o las ciudades monstruosas (no venustas), son los tres pecados capitales que como jinetes del Apocalipsis han arrasado m¨¢s de medio mundo durante la prosperidad. Dubai o Shangh¨¢i son hoy la perla falsa de ese infierno del estilo por el estilo, la grandeza por el gigantismo y el soborno por la especulaci¨®n.
De esa ¨¦poca quedan demasiados testimonios pero su fin ha llegado ya. "Sois tan pobres que solo ten¨¦is dinero" se le¨ªa sobre una fachada en un banco de Lisboa. La ¨¦poca del mucho dinero ha colaborado en la rutina y en la ruina de la arquitectura. Creadores que han repetido hasta la saciedad su misma obra para venderse como marcas a mandamases pol¨ªticos que han multiplicado por cinco o seis los presupuestos de la comunidad, decenas de auditorios, aeropuertos, museos y ciudades culturales que han expoliado las arcas presentes y futuras. La org¨ªa de la arquitectura de oropel, pr¨®xima al carnaval, ha disfrazado las ciudades de progreso mientras entre bambalinas los protagonistas se repart¨ªan la pasta.
Hubo una ¨¦poca, la de los a?os ochenta, en la que conoc¨ª personalmente a los mejores profesionales del medio en Espa?a y, salvo alguna engominada excepci¨®n, todos eran de oro macizo.
De esa materia es tambi¨¦n hoy el arquitecto Patxi Mangado y pr¨¢cticamente la mayor¨ªa de su generaci¨®n, que cuenta con medio siglo a cuestas. Capaces todos ellos de entender que el amor al estilo no es nunca mejor gu¨ªa que el franco amor a la gente.
La crisis, qui¨¦n lo duda, acarrea mucho dolor, pero en su seno se ve de cerca la ignominia de las lentejuelas y la importante responsabilidad ante una ciudad de seres humanos donde en realidad se sirven platos de lentejas.
Babelia
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