La RAH traiciona sus usos hist¨®ricos
El 2 de mayo de 1806 el can¨®nigo y jurista Francisco Mart¨ªnez Marina inici¨® la lectura de su discurso introductorio a la edici¨®n de las Partidas de Alfonso X que la Real Academia de la Historia le hab¨ªa encargado. La lectura en juntas ordinarias y extraordinarias dur¨® hasta el 29 de agosto y ten¨ªa lugar "en cumplimiento de lo que previenen los estatutos acerca de las obras literarias encargadas a sus individuos". Casi todos los acad¨¦micos aprobaron la obra, pero algunos encontraron motivos para "producir disgustos y comprometer a la academia", a la vista de lo cual Mart¨ªnez Marina suspendi¨® la lectura y pas¨® a imprimir en 1808 las Partidas como Ensayo hist¨®rico-cr¨ªtico sobre la Antigua Legislaci¨®n.
A la vista del malestar causado por la publicaci¨®n en curso del Diccionario Biogr¨¢fico, cabe pensar que muchos desastres para la obra, y para la imagen de la RAH, se hubieran evitado respetando ese uso tradicional, con una simple actualizaci¨®n que para trabajo tan enorme hubieran proporcionado los medios tecnol¨®gicos actuales. ?C¨®mo? Tal vez encargando a instituciones acad¨¦micas, por ejemplo a los departamentos de Historia de las universidades la revisi¨®n de aquellas entradas que pudieran resultar m¨¢s conflictivas. M¨¢s val¨ªa que aquello que hizo posible la discreci¨®n de Mart¨ªnez Marina se repitiera antes de publicar resbalones impresentables, que de paso ensucian el buen trabajo de otros.
Unos criterios similares debieran haberse empleado para la selecci¨®n de los autores. Un personaje no es propiedad de un historiador, pero s¨ª es posible saber qu¨¦ abanico de autores es el que cuenta a la hora de conocer una biograf¨ªa, tr¨¢tese del infante don Carlos, de Enrique IV, de C¨¢novas o de Largo Caballero. El asesoramiento es tambi¨¦n aqu¨ª posible, y de aplicarse hubiera eliminado adjudicaciones que m¨¢s parecen revanchas.
La ideolog¨ªa del historiador no debe contar en la elaboraci¨®n de una biograf¨ªa, y ah¨ª est¨¢ el magistral trabajo de un solo investigador, Alberto Gil Novales, hombre de izquierdas y defensor de los exaltados del Trienio, para mostrar c¨®mo ese sesgo puede ser superado mediante el rigor en su monumental Diccionario biogr¨¢fico de Espa?a, 1808-1833, editado por Mapfre.
Y queda la exigencia intermedia de encargar siempre la biograf¨ªa a profesionales reconocidos en el tiempo y los temas del personaje. Un buen conocedor de los or¨ªgenes del comunismo puede no ser el m¨¢s adecuado para abordar la biograf¨ªa de Carrillo o Pasionaria, y lo mismo puede decirse de un medievalista lidiando con Franco, a quien adem¨¢s admira. Tenemos pl¨¦tora de especialistas y es malo buscar aficionados respecto del tema elegido, y peor si la militancia o las frustraciones entran en juego. Stanley Payne puede ser discutible, pero es un profesional reconocido. En otros casos eso no sucede y la obra colectiva inevitablemente lo acusa, m¨¢s a¨²n si el sesgo es tan notorio, con Luis Su¨¢rez encargado de Franco o de Escriv¨¢ de Balaguer: d¨¦ficit de profesionalidad para lo contempor¨¢neo, militancia ideol¨®gica y producto que pide a gritos ser revisado. La RAH ha olvidado sus propios usos.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Complutense.
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