Fot¨®grafos en combate
Con 17 conflictos armados en la retina y una exitosa trayectoria, la estadounidense Corinne Dufka dej¨® para siempre el fotoperiodismo en 1998. El 7 de agosto de ese a?o subi¨® a un avi¨®n desde Nairobi (Kenia) para viajar hasta las entra?as de la segunda guerra de Congo. Al poco de iniciar el vuelo, una bomba estallaba junto a la embajada estadounidense en la capital keniana. El brutal atentado, atribuido a Al Qaeda, provoc¨® la muerte de m¨¢s de 200 personas. Miles resultaron heridas. Dufka aterriz¨® en Congo y al conocer la noticia hizo todo lo posible por regresar a Nairobi. Pero lleg¨® 12 horas m¨¢s tarde del suceso. Perdi¨® la historia. No pudo mandar una sola foto a la agencia para la que trabajaba. Estaba tan frustrada que se descubri¨® a s¨ª misma incapaz de manifestar sentimiento piadoso alguno hacia las v¨ªctimas de la matanza. Enfilaba una senda peligrosa. Hab¨ªa perdido el control. Su mirada llevaba demasiado tiempo sobreexpuesta a la sangre humana. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, la roca se desmoron¨®. Rompi¨® a llorar mientras ve¨ªa por televisi¨®n un reportaje sobre personas que quedaron ciegas por el impacto de cristales en sus ojos a causa de la explosi¨®n. Y se dijo: "Me salgo. Punto y final".
Jugarse el pellejo no es el ¨²nico peaje que abonan quienes se dedican a retratar el horror. Hay que estar dispuesto a mirar. Y asumir las consecuencias. El alma paga un precio. Un reportero en zona de conflicto sabe lo que busca, pero nunca est¨¢ preparado del todo para lo que va a presenciar. De todos los testigos de la cruda realidad belicosa, el fot¨®grafo -y el camar¨®grafo televisivo, pero esa es otra apasionante historia- es el ¨²nico que no puede mirar hacia otro lado en ning¨²n momento. Son nuestros ojos sobre el terreno. Nos ense?an lo que no queremos ver. La prueba irrefutable de los estragos de la violencia. Concentran su mirada en el peque?o visor de la c¨¢mara mientras llueven las balas. Prestan a veces m¨¢s atenci¨®n al encuadre que a su propia seguridad.
Al miedo f¨ªsico hay que a?adir los fantasmas de la memoria. El cordob¨¦s Gervasio S¨¢nchez -premio, entre otros, Nacional de Fotograf¨ªa y Ortega y Gasset de Periodismo- asegura que nunca necesit¨® ir a un psic¨®logo. Ha documentado conflictos armados en medio mundo y emplea como b¨¢lsamo espiritual una simple receta: "Reencontrarme con los que un d¨ªa fotografi¨¦ en momentos y lugares de guerra. Saber que han sobrevivido, volver a verles y comprobar que las historias perduran m¨¢s all¨¢ de las im¨¢genes".
Poco han cambiado las reglas de este oficio desde que Andr¨¦ Friedmann, m¨¢s conocido como Robert Capa para mayor gloria del fotoperiodismo, proclamase la archiconocida necesidad de estar cerca de las historias para poder atrapar instant¨¢neas suficientemente buenas. A pesar de considerar a Capa el primer gran fot¨®grafo de guerra de la era moderna, los historiadores coinciden en catalogar como pionero en la materia al brit¨¢nico Roger Fenton por su cobertura de la guerra de Crimea a comienzos de 1855. Como argumentaba Susan Sontag en su ensayo Ante el dolor de los dem¨¢s (Alfaguara), "desde que se inventaron las c¨¢maras en 1839, la fotograf¨ªa ha acompa?ado a la muerte".
Muchos de los mejores del gremio detestan el apelativo "fot¨®grafo de guerra". Es el caso de una vaca sagrada llamada Don McCullin (Reino Unido, 1935), hoy retirado. A Gervasio S¨¢nchez tampoco le hace mucha gracia: "No me considero como tal por respeto a mis compa?eros muertos cuando hac¨ªan periodismo puro, alejado de la basura de intereses pol¨ªticos y econ¨®micos. Simplemente, vamos a lugares donde suceden grandes tragedias. No necesitamos que se nos considere especiales". Una leyenda viva como James Nachtwey asume, en cambio, la etiqueta. Desde Afganist¨¢n explica por qu¨¦: "Cuando tom¨¦ la decisi¨®n de dedicarme a la fotograf¨ªa fue para ser fot¨®grafo de guerra".
Como quiera que se llamen los integrantes de esta tribu indomable, la ¨²nica certeza es su permanente contacto con la muerte. Un roce demasiado intenso. Recientemente vimos correr r¨ªos de tinta en la prensa occidental tras los fallecimientos en Libia del brit¨¢nico Tim Hetherington, de 40 a?os, y el estadounidense Chris Hondros, de 41. Fotorreporteros de reconocido prestigio, ambos han pasado a engrosar la veintena de periodistas ca¨ªdos en el ejercicio de su profesi¨®n en lo que va de a?o, seg¨²n el Committee to Protect Journalists (www.cpj.org). Nada nuevo bajo el sol. Seguir¨¢ ocurriendo mientras exista alguien dispuesto a testimoniar las contiendas y sus consecuencias. ?Pero son capaces de provocar este tipo de im¨¢genes alg¨²n cambio en el devenir de la humanidad? Don McCullin est¨¢ convencido de lo contrario. Al tel¨¦fono desde su retiro en Somerset (Reino Unido), aclara: "Desde ni?o he visto este tipo de fotos, y nada ha cambiado en 60 a?os respecto a la guerra". James Nachtwey prefiere, sin embargo, mostrar m¨¢s optimismo: "La fotograf¨ªa de guerra tiene la posibilidad no solo de documentar la historia, sino de cambiar el curso de la historia. Es una herramienta para analizar la sociedad cr¨ªticamente, un elemento importante en el factor de cambio".
En una era de sobresaturaci¨®n de im¨¢genes, todos los protagonistas de estas p¨¢ginas coinciden en destacar la supremac¨ªa del impacto visual que la fotograf¨ªa mantiene respecto al v¨ªdeo. Benjamin Lowy, curtido en la guerra de Irak, asegura que "nuestra memoria no procesa v¨ªdeos, sino im¨¢genes congeladas". Y elige dos iconos del desastre armado para rematar su argumento: "Tenemos grabada la instant¨¢nea de la muchacha corriendo desnuda achicharrada por el napalm en Vietnam. O la foto que Chris Hondros tom¨® a la ni?a iraqu¨ª de seis a?os empapada en la sangre de sus padres tras ser ejecutados por soldados estadounidenses". Aqu¨ª se plantea otro dilema: ?hasta d¨®nde ense?ar?, ?d¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de nuestra capacidad de mirar?
"Hay que mostrarlo todo, pero con un lenguaje m¨¢s sofisticado", propone y predica con el ejemplo el jerezano Emilio Morenatti, miembro de la agencia Associated Press. "La foto del ni?o rodeado de moscas... Ya estamos anestesiados al respecto. Esas im¨¢genes ya no llegan". Morenatti result¨® herido en Afganist¨¢n por la explosi¨®n de una mina antitanque en 2009 mientras patrullaba empotrado con una unidad del Ej¨¦rcito estadounidense. Sufri¨® la amputaci¨®n de la pierna izquierda por debajo de la rodilla, pero sigue considerando un privilegio poder contar la guerra, "lo peor del ser humano". "Aunque en lugar de estar en el frente, preferir¨ªa ir a la segunda l¨ªnea. Y que el tipo de foto que he elegido para este reportaje sea la prioridad: buscar una imagen m¨¢s ic¨®nica de la tragedia".
El trabajo de Morenatti puede verse ahora junto al de otros destacados compatriotas en la recopilaci¨®n elaborada por Rafael Moreno y Alfonso Bauluz para la editorial Turner bajo el t¨ªtulo de Fotoperiodistas de guerra espa?oles. Un libro que recupera obras de pioneros como Enrique Facio y analiza la obra de los m¨¢s actuales Enrique Meneses, Javier Bauluz, Santiago Lyon, Enric Mart¨ª o Sandra Balcells, adem¨¢s de rendir merecido homenaje a algunos de los ca¨ªdos: Juantxu Rodr¨ªguez, reportero de EL PA?S abatido en 1989 durante la invasi¨®n de Panam¨¢; Jordi Pujol, del diario Avui, muerto en 1992, a los 25 a?os, en Sarajevo; y Luis Valtue?a, fallecido en 1997, a los 33 a?os, cerca de la ciudad ruandesa de Ruhengeri.
La memoria de los muertos en acto de servicio aviva las ansias de los que quieren seguir mirando por todos nosotros a trav¨¦s de las c¨¢maras. El veterano Don McCullin muestra preocupaci¨®n desde su retiro por lo que considera uno de los males de este oficio en la actualidad: "Los ej¨¦rcitos controlan mucho a los medios. Y por otra parte, los peri¨®dicos parecen hoy m¨¢s interesados por las celebridades y el f¨²tbol. Est¨¢n vendiendo su integridad, desdibujando su naturaleza como espacio donde encontrar la aut¨¦ntica verdad". Menos apocal¨ªptico, dispuesto a seguir retratando el horror pase lo que pase, Benjamin Lowy asegura haber aprendido algo en el frente: "Los seres humanos nunca han dejado de batallar. Siempre lo har¨¢n. Por eso es importante documentar la guerra. Para saber lo que el hombre es capaz de hacer en nombre de cosas como el dinero, por ejemplo".
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