El oro de los dioses estalla en Bilbao
El Museo de Bellas Artes exhibe la maestr¨ªa de los orfebres prehisp¨¢nicos - La exposici¨®n alberga 253 piezas ¨²nicas procedentes del Museo de Bogot¨¢
Alberto Durero fue de los pocos que supieron ver. Mientras los espa?oles exhib¨ªan piezas de oro para agrandar la leyenda del nuevo mundo que estaban explorando en el siglo XVI -eso fue unos a?os antes de que comenzasen a fundirlo para costear otras conquistas y otras guerras-, el pintor alem¨¢n visit¨® una colecci¨®n de orfebrer¨ªa del reino de Moctezuma, llevada hasta los Pa¨ªses Bajos para agasajar a Carlos V. "Entre ellas vi tesoros de arte extra?o, exquisitamente trabajados, y me maravill¨¦ del genio sutil de estos hombres de tierras distantes. No tengo suficientes palabras para describir las cosas que vi ante mis ojos", escribi¨®, dando una lecci¨®n de modernidad que el mundo del arte tardar¨ªa varios siglos en asimilar. Durero, que era hijo de orfebre, vio arte donde otros ven¨ªan riqueza, poder o ritos primitivos. El oro nunca viaja solo.
Durero fue de los primeros que vieron arte donde otros ve¨ªan poder y rito
Aunque ocurra 500 a?os y varias revoluciones art¨ªsticas despu¨¦s, uno puede comprender lo que sinti¨® el pintor mientras examina m¨¢scaras, collares, brazaletes, pectorales, orejeras o narigueras dise?ados sobre oro o tumbaga (una aleaci¨®n de cobre, plata y oro) por an¨®nimos artistas prehisp¨¢nicos que habitaban tierras que hoy pertenecen a Colombia y que desde ayer pueden verse en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Oro sagrado re¨²ne 253 piezas de diversas culturas precolombinas, que pertenecen a los fondos del Museo del Oro del Banco de la Rep¨²blica de Bogot¨¢, guardi¨¢n de una de las colecciones prehisp¨¢nicas m¨¢s importantes del mundo (atesora unas 50.000 piezas de metales, tejidos, cer¨¢mica o piedra).
Como siempre, no es un fondo cerrado. Colombia, advert¨ªa ayer Clara Isabel Botero, exdirectora del Museo del Oro hasta su jubilaci¨®n, es un fil¨®n arqueol¨®gico-art¨ªstico por aflorar. Una de las piezas m¨¢s impactantes de la exposici¨®n por su sobriedad contempor¨¢nea -un alfiler rematado en forma de palma y martillado entre el 100 antes de Cristo y el 400- pertenece a una zona arqueol¨®gica (Calima-Malagana), localizada cerca de Cali en 1992. Botero camina hacia otra vitrina, donde reina un solitario objeto dorado que tambi¨¦n podr¨ªamos encontrar en la Tate Modern: "Es un poporo, un recipiente donde se almacenaba cal que m¨¢s tarde se mezclaba con coca vegetal para los ritos cham¨¢nicos. Es tan estilizado que all¨ª en el museo le llam¨¢bamos el brancusi".
De nuevo la referencia al arte. No es balad¨ª. A lo que escap¨® a los cl¨¢sicos c¨¢nones europeos le cost¨® ser reconocido como arte. En el XIX se le trat¨® como material arqueol¨®gico y pas¨® a engrosar las colecciones de Ciencias Naturales de grandes museos. Con el XX comenz¨® cierto reconocimiento, si es que se puede considerar tal la clasificaci¨®n como arte primitivo. Lo bueno es que fascin¨® a muchos artistas (Gauguin o Picasso, por poner dos nombres) que contribuyeron a ir sustituyendo la etiqueta de arqueolog¨ªa por la de arte.
En un ensayo escrito para la exposici¨®n Oro sagrado, el historiador Efra¨ªn S¨¢nchez advierte del desconocimiento que rodea a las piezas de metalurgia prehisp¨¢nica colombiana: "No sabemos absolutamente nada sobre sus art¨ªfices individuales. No sabemos con precisi¨®n cu¨¢ndo fueron elaboradas. No sabemos con claridad qu¨¦ fin cumpl¨ªan dentro de sus sociedades. No sabemos a ciencia cierta qu¨¦ simbolizan".
Y aunque se muestren como una colecci¨®n completa, las piezas huyen de la uniformidad facilona: provienen de 12 ¨¢reas arqueol¨®gicas diferenciadas y de un periodo tan vasto como los dos milenios que van del 500 antes de Cristo hasta la llegada de los espa?oles, en el 1500. Despacharlas con los mismos rasgos ser¨ªa tan poco riguroso como si un colombiano igualase el urbanismo hist¨®rico de Sevilla con el de Salamanca.
Las sociedades donde se crearon compartieron su afici¨®n por la orfebrer¨ªa, lo que denota cierto grado de desarrollo. No conoc¨ªan la rueda, no usaban la escritura y no ten¨ªan caballos: eso tambi¨¦n las un¨ªa. Eso, y alg¨²n ritual que aliment¨® un sue?o perverso que persiguieron en vano unos cuantos espa?oles con tanta ambici¨®n como credulidad: El Dorado. Una leyenda tejida sobre un ritual observado por los primeros europeos que recorrieron las tierras altas de Colombia: un hombre embadurnado en miel y polvo aur¨ªfero arrojaba desde una balsa al fondo de una laguna objetos de oro y esmeraldas en ofrenda a sus dioses. "Los intentos por desecar lagunas y encontrar esos tesoros llegan hasta casi nuestros d¨ªas", confiesa Germ¨¢n Ram¨ªrez, jefe de museolog¨ªa del Museo del Oro.
La exposici¨®n se ha dividido en seis bloques tem¨¢ticos, entre los que destaca el antropom¨®rfico, por el contraste con las creaciones europeas. En ellos pueden verse piezas que reproducen a hombres con rasgos de jaguar, simios, aves o peces que, seg¨²n los etn¨®grafos, persegu¨ªan trasladar algunas propiedades de los animales a los humanos.
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