Vinieron del espacio exterior
En el Parlamento (auton¨®mico, nacional o europeo; no importa) hay sesi¨®n de control al Gobierno y se interpela al responsable de Sanidad (conselleiro, ministro o eurodiputado; no importa):
-?No es cierto que las vacas locas murieron por comer pepinos de El Ejido fritos en aceite de colza?
-Bueno, esa es una hip¨®tesis que baraj¨¢bamos en un principio. Ahora todo apunta, con una seguridad del 87%, al algod¨®n de az¨²car en las fiestas de Vilagarc¨ªa.
-Pero ?las vacas comen algod¨®n de az¨²car?
-Es que estaban locas...
Con esto de la alimentaci¨®n no ganamos para sustos. Cuando no es un chulet¨®n, es un brote de soja o los metales pesados que se han zampado los peces. Comer, como respirar, es un deporte de riesgo. Si no fuera por el hecho incuestionable de que la humanidad ha sobrevivido desde la noche de los tiempos a todo lo que ha comido, pensar¨ªamos que el apocalipsis no va a ser cosa de maremotos o bombas at¨®micas, sino que lo tenemos en el men¨² del bar de la esquina o en el rancho de la tropa. La psicosis colectiva en esto de la gastronom¨ªa se desata f¨¢cilmente y es muy dif¨ªcil volver a atarla. Cuando nos dicen que alguien est¨¢ en la cama con salmonelosis y gastroenteritis, no pensamos que se est¨¦ acostando con dos griegos sino que, inmediatamente, nos sobreviene un brote de paranoia y tiramos a la basura todo lo que tenemos guardado en la nevera. All¨¢ que van toneladas de alimentos inocentes, que esperaban alegremente su destino en el intestino humano, por culpa de un titular alarmista sin ninguna base cient¨ªfica. ?Conspiraci¨®n, tal vez?
Comer es un deporte de riesgo. El apocalipsis puede estar en el men¨² del bar de la esquina
Bien es cierto que, algunas veces, las cosas son como son y nos envenenan sin piedad, ya sea con premeditaci¨®n y alevos¨ªa o por imprudencia. Para ilustrar el primer caso, el perverso, ah¨ª est¨¢ el remake (1978) de La invasi¨®n de los ultracuerpos protagonizado por Donald Sutherland, interpretando, ?oh, sorpresa!, a un inspector del departamento de sanidad. Su apacible vida transcurre buscando ratas en las cocinas de restaurantes finolis hasta que se tiene que enfrentar a una invasi¨®n extraterrestre, que llega en forma de malvados vegetales sospechosamente parecidos a calabacines con su florecita y todo. Si alguien se duerme al lado del calabac¨ªn, este se convierte en una r¨¦plica deshumanizada del individuo en cuesti¨®n, que muere intoxicado por extraterrestrerosis aguda. En realidad, el extraterrestre ocupa el cuerpo del humano como si fuese la concha de una vieira. Probablemente se trate de una vieira infectada con una variedad de la toxina amn¨¦sica que s¨®lo hace olvidar los sentimientos y las emociones, pero no el n¨²mero de la cuenta bancaria. Es una met¨¢fora de la nueva aparici¨®n de vieiras olvidadizas en el mercado gallego. Parece ya una invasi¨®n programada y c¨ªclica que se repite al principio de la temporada tur¨ªstica y en plena veda. Los que suelen caer en manos de la justicia son los furtivos que las extraen, y no tanto los mayoristas que las distribuyen o los restaurantes que las incluyen en sus men¨²s m¨¢s enxebres. Si esto ¨²ltimo no existiese, no habr¨ªa tal negocio; pero, claro, a Galicia viene la gente porque se come muy bien y muy barato y, si caen en la tentaci¨®n de la vieira amn¨¦sica, volver¨¢n a casa creyendo que pasaron las vacaciones en Canc¨²n o Marina d'Or. Algo parecido debe de haber pasado con la memoria hist¨®rica y las dificultades que a¨²n existen para recuperarla. Algunos, ya transformados en ultracuerpos por comer tantas docenas de vieiras en un momento dado, piensan que esos esqueletos son de neandertales sin ning¨²n valor sentimental: pura antropolog¨ªa arqueol¨®gica propia de gente ociosa y tocapelotas.
?Y la imprudencia? A lo mejor tambi¨¦n tiene que ver con la memoria hist¨®rica, pero ahora ya la tenemos a la vuelta de la esquina en su variedad m¨¢s com¨²n. As¨ª mismo de forma c¨ªclica, todos los oto?os, con la temporada de recogida de setas, cae alguna familia que se pega una comilona con lo recogido por el monte. Son los que piensan que amanita y faloides son una griega y un griego con los que montar un tr¨ªo despu¨¦s de la merendola. Comer sigue siendo una actividad de riesgo durante todo el a?o.
julian@discosdefreno.com
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