La cultura del texto
En Los enamoramientos, ¨²ltimo ensayo-ficci¨®n de Javier Mar¨ªas, el m¨¢s interesante de los personajes epis¨®dicos monta en c¨®lera cuando topa con una edici¨®n del Quijote plagada de errores como fortuna por fontana, gallegos por yang¨¹eses o Pues no fue por Bueno fue.
Santa c¨®lera. Apenas existe en Espa?a una cultura del texto. Los aficionados a la m¨²sica no se contentan con cualquier grabaci¨®n, sino que buscan la m¨¢s valiosa entre las muchas existentes. Las pinturas antiguas se someten a laboriosas restauraciones de especialistas para restituirles su apariencia original. ?Por qu¨¦, entonces, no se trata a los cl¨¢sicos con iguales exigencias? Una palabra ajena a la intenci¨®n del autor, una frase que cojea, un agravio al sentido com¨²n, ?son menos importantes que una nota desafinada o la tizne que esconde un tornasol? La Real Academia Espa?ola avala ahora con su autoridad una "Biblioteca Cl¨¢sica" destinada a publicar las obras maestras de nuestra literatura en ediciones fieles a la m¨¢s exigente cultura del texto.
Una cultura a la que Mar¨ªas presta homenaje poniendo en el centro de Los enamoramientos un dilema textual. En el trasfondo de toda la obra, y largamente evocado, est¨¢, en efecto, un relato breve de Balzac, Le colonel Chabert, en cuyas l¨ªneas finales el abogado Derville atestigua haber conocido horrores que ning¨²n novelista podr¨ªa imaginar: "He visto a mujeres darle al ni?o de un primer lecho gotas que deb¨ªan traerle la muerte, a fin de enriquecer al hijo del amor".
As¨ª lo traduce Javier, el protagonista de Mar¨ªas, orientado ("quiz¨¢") en sus lecturas y en sus designios criminales por el aludido personaje epis¨®dico. Pero cuando la narradora, Mar¨ªa, se va al original franc¨¦s, encuentra que habla de mujeres que dan al primer hijo gustos (go?ts), no gotas (gouttes), que lo llevar¨¢n a la muerte.
Todas las ediciones rezan go?ts, mientras gouttes es una conjetura, del tipo que se consigna en un aparato cr¨ªtico. Comprendemos sin embargo lo que hubo de pasar por la cabeza de Mar¨ªas frente al pasaje citado. La frase de Balzac no cobra sentido si no se descifra como resumen de una trama, de una novela posible. Pero ?qu¨¦ gustos pueden ser los que se inculquen a un hijo para abocarlo a morir? La respuesta a tal perplejidad es una correcci¨®n textual que permite imaginar f¨¢cilmente la trama en cuesti¨®n: gotas, se entiende que de veneno (por m¨¢s que ¨¦se sea un uso no documentado en La Com¨¦die humaine).
La narradora duda entre ambas posibilidades, como duda entre las varias versiones de su propia historia. Pero el tema que fascina a Javier Mar¨ªas y que se constituye en n¨²cleo de Los enamoramientos es el que depende de aceptar go?ts en el texto: la "muerte maquinada", urdida pero no ejecutada, el "lento plan" para que "venga sola o caiga por su propio peso", en la percepci¨®n de que "es muy distinto causar la muerte... que prepararla", distinto "tambi¨¦n que desearla, tambi¨¦n que ordenarla", porque quien la fragua siempre podr¨¢ decirse: "?Acaso estaba presente, acaso cog¨ª la pistola, la cuchara, el pu?al, lo que acabara con ¨¦l? Ni siquiera estaba all¨ª cuando muri¨®".
Una firme cultura del texto y una fina respuesta a los matices textuales inspiran, as¨ª, la soberbia novela de Mar¨ªas en aspectos esenciales, m¨¢s relevantes todav¨ªa que los sugeridos por el t¨ªtulo. ?sas son tambi¨¦n las virtudes que la Real Academia Espa?ola se propone fomentar con la nueva "Biblioteca Cl¨¢sica" que desde hace casi dos siglos estaba entre sus obligaciones estatutarias y que ahora comienza con cuatro espl¨¦ndidos vol¨²menes.
Nunca con mayor oportunidad. Cada vez son menos quienes, sencillamente, saben hablar, leer y escribir: quienes son capaces de expresarse a s¨ª mismos y entender a los dem¨¢s con otra cosa que el idioma est¨¢ndar al que los someten los medios, el poder, los leguleyos
... El espa?ol se ahoga con la mordaza del lenguaje ¨²nico. Sin ir m¨¢s lejos, la met¨¢fora y la hip¨¦rbole del estilo figurado, los juegos de palabras, la singularidad, la elegancia y la propiedad en el l¨¦xico, son ya incomprensibles para la mayor¨ªa. Frente a una lengua en ruinas, volver los ojos a la literatura, con los cl¨¢sicos por delante, es toda una esperanza de riqueza y libertad.
Francisco Rico (Barcelona, 1942), acad¨¦mico y catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, es director de la Biblioteca Cl¨¢sica de la Real Academia Espa?ola, de la que se han publicado los cuatro primeros vol¨²menes: Cantar del M¨ªo Cid; Milagros de Nuestra se?ora, de Gonzalo de Berceo; Gram¨¢tica sobre la Lengua Castellana, de Antonio de Nebrija, y La vida del Busc¨®n, de Francisco de Quevedo (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.