Crece la revuelta siria
Urge poner fin a la hip¨®crita ambig¨¹edad occidental sobre el r¨¦gimen de Bachar el Asad
Tres meses despu¨¦s de su comienzo, las protestas populares sirias, en vez de amainar, se extienden e intensifican. Ni Damasco se libra de ellas. Las matanzas indiscriminadas de las tropas y polic¨ªa del desesperado Bachar el Asad infunden nuevo vigor a un pueblo que est¨¢ pagando un elevad¨ªsimo precio por haber dicho basta a una de las dictaduras m¨¢s largas (de padre a hijo) y sanguinarias de Oriente Pr¨®ximo. Los tanques sirios, desplegados por el pa¨ªs en su labor de exterminio, marchan ahora hacia Jisr al Shughour, no lejos de la frontera turca, donde el r¨¦gimen anuncia un castigo ejemplar contra una localidad en la que murieron m¨¢s de un centenar de sus fuerzas en circunstancias confusas. La dictadura controla f¨¦rreamente los medios locales y mantiene Siria herm¨¦tica a los periodistas extranjeros.
Mientras miles de sirios intentan escapar a la represi¨®n huyendo hacia Turqu¨ªa, que teme verse desbordada en una parte de su frontera, los poderes occidentales contin¨²an deshojando la margarita de qu¨¦ hacer, m¨¢s all¨¢ de ret¨®ricas sanciones, contra el d¨¦spota y su c¨ªrculo. Solo Francia se ha desmarcado de esta bochornosa ambig¨¹edad al declarar que El Asad, hasta no hace mucho uno de sus pivotes favoritos en la explosiva regi¨®n, carece de legitimidad para seguir gobernando. El Consejo de Seguridad manosea un proyecto de resoluci¨®n franco-brit¨¢nico que endurece los t¨¦rminos del versallesco anterior -y que probablemente vuelva a tropezar con Rusia y China- y Damasco recurre a cualquier expediente para distraer la atenci¨®n sobre sus cr¨ªmenes. El ¨²ltimo, manipular a refugiados palestinos, a trav¨¦s de grup¨²sculos a los que paga, para organizar multitudinarias protestas en la frontera con Israel del Gol¨¢n, que han acabado en sangre.
La revuelta siria, como otras ¨¢rabes, ha desnudado el fracaso de una pol¨ªtica, la occidental, que quiere ver a los tiranos no como son, sino como querr¨ªa que fuesen. Todav¨ªa Washington y algunos de sus socios mantienen hip¨®critamente que en el s¨¢trapa de 45 a?os, educado en Inglaterra y responsable del exterminio de su pueblo, anida un reformista. La cruda realidad es que El Asad ha dejado de ser el activo para la estabilidad regional al que las potencias democr¨¢ticas se han venido agarrando como a un clavo ardiendo. La naturaleza y alcance de sus vilezas hacen de ¨¦l, no solamente un indeseable, sino tambi¨¦n una fuente de desorden internacional.
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