La historia doblemente incre¨ªble
Quienes hemos disfrutado siempre las pel¨ªculas de juicios tenemos necesidad de visualizar las escenas de los delitos que se cometen en la realidad y que nos llaman la atenci¨®n por uno u otro motivo, y los hay numerosos para fijarla en los muy graves que se le imputan al ya ex-director del FMI, Dominique Strauss-Kahn. Hay un secreto del sumario -eso que se respeta en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos menos en Espa?a- y por tanto a¨²n se ignora cu¨¢l fue la secuencia de los hechos, seg¨²n las respectivas versiones del presunto criminal y la presunta v¨ªctima. As¨ª que, de momento, hemos de conformarnos con la informaci¨®n aproximada y parcial que ha ido dando la prensa, la cual resulta incomprensible y absurda desde cualquier punto de vista, es decir, desde el de las dos partes implicadas.
"No se puede sujetar a una persona y atinar a introducirle el miembro en la boca"
Al parecer, Strauss-Kahn se estaba duchando en su suite cuando, de manera poco veros¨ªmil, una empleada del hotel entr¨® a hacer limpieza. Seg¨²n algunas voces, adem¨¢s, hab¨ªa ya en la habitaci¨®n otro empleado, que le habr¨ªa franqueado el paso a la mujer. Es raro que alguien vaya a hacer limpieza despu¨¦s de la hora del almuerzo; es raro que ese alguien se adentre en una suite sin antes comprobar que el inquilino est¨¢ ausente (a todos nos ha ocurrido eso alguna vez, y las limpiadoras, al ver que la habitaci¨®n no est¨¢ vac¨ªa, suelen retirarse anunciando que volver¨¢n m¨¢s tarde). El relato incompleto e inconexo de la prensa asegura que, al salir Strauss-Kahn de la ducha desnudo -extra?o que no se pusiera un albornoz o una toalla, como hace cualquiera que est¨¦ mojado-, vio a la mujer, y, presa de un ataque de satiriasis, se abalanz¨® sobre ella sin ning¨²n pre¨¢mbulo. Se hace arduo imaginar a personaje tan importante, sabedor de lo que se jugaba, y m¨¢s a¨²n en un pa¨ªs harto severo con las cuestiones de sexo -incluso del consentido-, bajo urgencia tan desaforada como para lanzarse sobre la primera mujer que se le aparece en el horizonte. Aunque fuera cargado de Viagra -es una hip¨®tesis- y precisara aplacamiento inmediato, existen m¨¦todos m¨¢s civilizados y menos arriesgados, desde el manual hasta el telef¨®nico: podr¨ªa haber solicitado una call-girl, sin duda un gasto al alcance de su bolsillo. Tambi¨¦n es raro que se metiera en el fregado del que se lo acusa cuando, por lo visto, estaba a punto de volar a Europa, con un pasaje sacado una semana antes, y no andaba, por tanto, sobrado de tiempo (hasta se olvid¨® el m¨®vil). Pero, en fin, todo es posible, y no han faltado testimonios que se?alan a Strauss-Kahn como frecuente v¨ªctima de su cuasi priapismo, por as¨ª expresarlo.
Se ha hablado de que el director del FMI oblig¨® a la limpiadora a practicarle sexo bucal (lo de "sexo oral" es un anglicismo disparatado, significar¨ªa "sexo hablado"), pero no de c¨®mo pudo obligarla. Sin un arma para amenazar, o sin unos golpes previos para amedrentar (y nada de esto se ha mencionado), tal situaci¨®n es imposible. Dicho de manera truculenta: no se puede sujetar a una persona y atinar, al mismo tiempo, a introducirle el miembro en la boca, que siempre puede cerrarse. Igual de dif¨ªcil o m¨¢s es -otro de los cargos barajados por la prensa- forzar a alguien analmente si el forzador no porta un arma -insisto- o no ha intimidado antes a la v¨ªctima con violencia. El asaltante carece de suficientes manos para inmovilizar a quien se supone que se est¨¢ resistiendo y a la vez penetrarla por lugar m¨¢s bien rec¨®ndito. Tampoco se entiende c¨®mo podr¨ªan haberse consumado esos dos ataques -el bucal y el anal- en un sitio rodeado de gente: personal del hotel, otros clientes vecinos, etc. Se puede gritar y se puede salir corriendo, lo cual logr¨® hacer la mujer finalmente, pero al parecer s¨®lo despu¨¦s de la doble humillaci¨®n de que fue objeto. La verdad es que nada casa.
Claro que tampoco resulta cre¨ªble ni comprensible la versi¨®n de Strauss-Kahn, o de sus abogados, lo que nos ha llegado de ella. Inicialmente se dijo que este hombre de aspecto antip¨¢tico aduc¨ªa haber estado en un restaurante, con su hija, a la hora de los supuestos hechos. Pero al poco cambi¨® la historia: ya no se neg¨® que algo hubiera habido entre el acusado y la limpiadora; sin embargo, hab¨ªa sido "consentido". Por muy seductora que sea la personalidad de Strauss-Kahn seg¨²n muchos de sus compatriotas, a sus sesenta y dos a?os no se lo ve como a un Adonis tan irresistible para que una mujer de treinta y dos, empleada de un hotel, sucumba a su sex-appeal sin mediar palabra, al verlo surgir en cueros, presumiblemente empapado y presumiblemente erecto. Francamente, lo normal ser¨ªa que en lo ¨²ltimo que pensase durante su jornada laboral esa mujer fuese en un lance del tipo "aqu¨ª te pillo, aqu¨ª te mato" con un cliente entrado en a?os. Y tampoco los portavoces de Strauss-Kahn han hablado de sexo "contratado" o "pagado", s¨®lo "consentido", que se sepa. Ser¨ªa algo m¨¢s cre¨ªble que ¨¦l le hubiera ofrecido a ella una buena propina a cambio de un "quicky" -por utilizar un t¨¦rmino del pa¨ªs de la escena-. La propuesta podr¨ªa haber sido aceptada o no, o podr¨ªa haberse producido un forcejeo si el pagador no se hubiera atenido a las prestaciones pactadas. Pero, ya digo, nadie ha sacado a colaci¨®n ni ofrecimientos ni pagos, por lo que no cabe sino deducir que, seg¨²n la versi¨®n del acusado, cualquier mujer puede caer rendida ante el abrumador espect¨¢culo de su desnudez sobrevenida. No creo, la verdad, que ni David Beckham suscitara vencimientos tan raudos e incondicionales. O tal vez algunos, pero es que Strauss-Kahn, c¨®mo decirlo, seguro que no es lo mismo.
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