El genio de Go?i (1975-80)
El cura, el boticario, el ama, multipl¨ªquense por los parados de larga duraci¨®n, liberados sindicales o cualquier otra referencia y p¨®nganse todos a hacer un expurgo de los libros sobre la Guerra Civil y la Transici¨®n que no ten¨ªan por qu¨¦ haber sido publicados. Siempre quedar¨ªa un nutrido fondo, porque el acontecimiento ha resumido siglos de la grande, general y triste historia de Espa?a. Sinceramente creo que sobran muchos, que se copian unos a otros, que la mayor¨ªa abreva en Preston, no se sabe por qu¨¦ cr¨¦dito delegado, y este en archivos, preferentemente partidarios. All¨ª est¨¢bamos, en el ¨²ltimo cuarto del siglo, con el gobernante reducido a gui?apo humano, rodeado de tubos. Y en esas fechas, concretamente el 1 de octubre de 1975, un genial dibujante inici¨® su colaboraci¨®n en el semanario S¨¢bado Gr¨¢fico.
El artista, de resultas de una enfermedad infantil, hab¨ªa quedado absolutamente sordo
Yo era el director y editor de ese semanario y otros, y, en principio solo me guiaba un prop¨®sito: ganar dinero con aquellas publicaciones, entre los apretados l¨ªmites de acci¨®n consentidos. Ten¨ªamos, como baza para la m¨¢s completa difusi¨®n, el apoyo de El Caso, otro peri¨®dico popular de amplia acogida. Y me dispuse a crear un equipo, al margen de los periodistas de ambos sexos que procuraba la escuela del ramo.
En un momento, los colaboradores fijos eran de la talla de ?lvaro Cunqueiro, N¨¦stor Luj¨¢n, Jos¨¦ Bergam¨ªn, Antonio Gala, Santos Fontenla, Gonz¨¢lez Ruiz, Jes¨²s Pardo, Joan Segarra, Lorenzo Contreras, Jos¨¦ Ram¨®n Alonso y tantos que ahora huyen de mi memoria apresurada, con un cortejo de dibujante e ilustradores de primera fila. Ah¨ª encontr¨¦ a la perla de la colecci¨®n, en Lorenzo Go?i, el mejor trazo de tinta china sobre papel que se ha dado. Le hab¨ªa conocido muchos a?os antes, cuando se ganaba la vida con el seud¨®nimo de Su¨¢rez del ?rbol donde pod¨ªa, sobre todo en las publicaciones del SEU que dirig¨ªa mi ¨ªntimo amigo y colaborador Jos¨¦ Mar¨ªa de Vega. Se admiraba sus ilustraciones en El Espa?ol, La Estafeta Literaria y otros ¨®rganos oficiosos que cre¨® Juan Aparicio. Tambi¨¦n conoci¨® las p¨¢ginas de Arriba, heredero de El Sol, sin el grano y el sabor genial que el otro tuvo.
Llam¨¦ a Lorenzo, siempre por tel¨¦fono y a trav¨¦s de su maravillosa esposa, int¨¦rprete entre la vida y su marido. El artista, de resultas de una enfermedad infantil hab¨ªa quedado absolutamente sordo, tanto que si estallaba una bomba cerca -algo que creo ocurri¨®- solo se daba cuenta por la onda expansiva. Pero era una delicia hablar con ¨¦l, maravillando que con aquel severo condicionamiento estuviera tan al tanto y al menudeo de cuanto pasaba en Madrid, en el mundo literario, art¨ªstico y pol¨ªtico.
No olvidar: eran los tiempos del GRAPO, el comienzo de la ETA, las incursiones del MPAIAC, la vida en un hilo para los ciudadanos que no se quitaban de encima la continua amenaza de muerte. La biso?ez de Adolfo Su¨¢rez a quien le serv¨ªa de poco el ratoneo nacional sindicalista y las peque?as maniobras dom¨¦sticas; la falta de profesionalidad y conocimiento de los j¨®venes pol¨ªticos que no sab¨ªan lo que ten¨ªan que decir, ante el forzado silencio de los encallecidos maulas obligados a callar.
Contrat¨¦ a Lorenzo Go?i, que no falt¨® una sola semana a la cita. Para ¨¦l invent¨¦ una denominaci¨®n laboral: "editorialista gr¨¢fico", pues en sus minuciosos dibujos no hab¨ªa trazo in¨²til ni l¨ªnea que no tuviera sentido. Todo esto se me ha echado encima al recibir el volumen La transici¨®n pol¨ªtica vista por Lorenzo Go?i en 'S¨¢bado Gr¨¢fico' (reci¨¦n impreso por Aldebar¨¢n Ediciones, SL. Apartado de Correos 292. 16080 Cuenca).
Les hago un favor: consigan un ejemplar y compren una buena lupa. Aparte del intransitivo valor privativo, creo que nada hay que esclarezca mejor un periodo de nuestros pesares que este libro. Nos dice qui¨¦nes y c¨®mo eran Adolfo Su¨¢rez, Abril Martorell, Mart¨ªn Villa, ?lvarez de Miranda, Carlos Arias y cuantos danzaban vertiginosamente en aquel peligroso carnaval. Cuando llegaba Go?i a mis oficinas yo dejaba lo que estuviera haciendo para departir un rato con ¨¦l escuchando la bondadosa expresi¨®n de su talento dicha con la voz aflautada de quien ha perdido el o¨ªdo. Creo, sinceramente, que no est¨¢ editado a la altura de su talento, ni siquiera a la de cualquier folleto tur¨ªstico municipal, porque tambi¨¦n ah¨ª se nota la independencia que tuvo en vida: lo han hecho su hija In¨¦s y unos leales amigos con escasos medios. Merece much¨ªsimo m¨¢s.
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