El viento de la 'primavera ¨¢rabe'
Las rebeliones en curso est¨¢n dirigidas contra el padre autoritario de la tradici¨®n ¨¢rabe. No reclaman subidas de sueldos, sino que reivindican el individuo y su derecho a la libertad y la dignidad. Esta es su gran novedad
Muamar Gadafi y Bashar el Assad est¨¢n de acuerdo, al menos, en una cosa: hay que eliminar la primavera; a partir de ahora, el a?o no tendr¨¢ m¨¢s que tres estaciones.
Por culpa de ellos, el fen¨®meno denominado la primavera ¨¢rabe est¨¢ ensombreci¨¦ndose y empezando a parecer un ?infierno ¨¢rabe?. Son hombres de la estirpe de Sadam Hus¨¦in. Como ¨¦l, no toleran la oposici¨®n y reaccionan con las armas. Como ¨¦l, se aferran a su sill¨®n, que ocupan sin legitimidad. Como ¨¦l, se apoyan en el tribalismo para mantenerse en el cargo. Como ¨¦l, temen a la justicia. Como ¨¦l, est¨¢n convencidos de que tienen raz¨®n.
Las revueltas de T¨²nez y Egipto triunfaron porque el ej¨¦rcito se uni¨® a los manifestantes. Sin el valor y la audacia de unos cuantos altos oficiales, los dos pa¨ªses estar¨ªan a¨²n enterrando a sus muertos.
Gadafi y El Asad son de la estirpe de Sadam Husein. A la oposici¨®n solo saben tratarla con las armas
El despertar de los ¨¢rabes no ha terminado. Tarde o temprano, se deshar¨¢n de esos locos furiosos
?Qu¨¦ ha sucedido, por qu¨¦ y c¨®mo fue posible que el sue?o se hiciera realidad, aunque sea una realidad salpicada, en estos momentos, de dificultades, decepciones e impaciencia? El genio de un pueblo es imprevisible. No se sabe por qu¨¦, un d¨ªa, la gente sale a la calle y se enfrenta con valent¨ªa a las balas de la polic¨ªa o el ej¨¦rcito. Despreciar, humillar, aplastar al ciudadano es una forma de gobernar y garantizar la consolidaci¨®n del poder. El Ra?s se convierte en padre de la naci¨®n, en un personaje indiscutible y libre de hacer y poseer lo que quiera; la tradici¨®n y la mentalidad ¨¢rabe ense?an el respeto absoluto al padre. No se critica al padre, no se levanta la voz en su presencia, se le obedece y se le dan las gracias por existir. Por eso tanto Mubarak como Ben Al¨ª, Gadafi y Bashar el Assad son capaces de considerar alegremente que el pa¨ªs y sus recursos son patrimonio suyo y se presentan como padres de sus respectivas naciones.
En Occidente, esta noci¨®n del padre no existe. ?Por qu¨¦ est¨¢ tan arraigada en el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n? En esos pa¨ªses hay una constante: el individuo, como entidad ¨²nica y singular, no existe, no est¨¢ reconocido, lo m¨¢s importante es la familia, el clan o la tribu. La novedad que caracteriz¨® las primeras manifestaciones en T¨²nez y Egipto fue la aparici¨®n del individuo; la gente en la calle no reclamaba aumento de sueldo, sino unos valores universales como la libertad, la dignidad, el respeto a los derechos de la persona. Quer¨ªan reafirmarse como individuos con derechos y obligaciones y se negaban a que los considerasen s¨²bditos del jefe del Estado.
La inmolaci¨®n de Mohamed Buazizi, que se prendi¨® fuego, es una rebeli¨®n contra el padre. El islam proh¨ªbe el suicidio y la inmolaci¨®n no pertenece a la cultura tradicional ¨¢rabe.
Hamza al Khatib ten¨ªa 13 a?os. Le detuvieron en Deraa el 29 de abril por gritar ?Abajo el r¨¦gimen sirio?. Fue torturado, recibi¨® descargas el¨¦ctricas, le quemaron los pies, los codos y las rodillas, luego le hirieron en el rostro y le cortaron los genitales. Le remataron de tres balazos, uno de ellos en pleno pulm¨®n. El 25 de mayo entregaron el cuerpo a sus padres; se encontraba en estado de descomposici¨®n. El padre fue detenido y le obligaron a acusar a los salaf¨ªes de haber cometido el crimen. Hamza, como Mohamed Buazizi, se ha convertido en s¨ªmbolo de una rebeli¨®n en la que la sangre no deja de correr.
Estas revueltas no son revoluciones. Surgieron de forma espont¨¢nea, sin l¨ªderes, sin ideolog¨ªa, sin partidos pol¨ªticos. Fue la voluntad de no seguir viviendo doblegados, de que no les sigan negando su dignidad de hombres y de mujeres; fue la tozudez de una rebeli¨®n que no se detuvo hasta la marcha de quien simbolizaba la represi¨®n, el robo, la corrupci¨®n y el ejercicio del poder absoluto. Fue una misma c¨®lera que habitaba en el cuerpo y alma de millones de ciudadanos de todo el mundo ¨¢rabe.
Y ahora, a pesar del desorden actual y las improvisaciones m¨¢s o menos afortunadas en T¨²nez y Egipto, el viento de esta primavera contin¨²a soplando sobre el mundo ¨¢rabe en su conjunto. Los dos pa¨ªses en los que los combates contra la dictadura se saldan a diario con docenas de muertos de civiles desarmados, Siria y Libia, est¨¢n en manos de un sistema que tiene ra¨ªces antiguas y estructuradas. Siria siempre ha sido un Estado policial, con un ej¨¦rcito s¨®lido, que se aprovecha de la proximidad de Israel y L¨ªbano, de donde sali¨® expulsado en 2005.
L¨ªbano (sin gobierno desde hace seis meses) vive en un estado de angustia. Su seguridad es fr¨¢gil. ?Los libaneses?, me dice Fouad Siniora, que fue primer ministro, ?temen que Siria cree dificultades en la frontera para desviar la atenci¨®n de la prensa internacional, que sigue de lejos y a trav¨¦s de internet (est¨¢ prohibida en territorio libio) lo que ocurre todos los d¨ªas en el pa¨ªs?.
Los pa¨ªses del Golfo contemplan con especial inter¨¦s la evoluci¨®n de la situaci¨®n en Siria porque saben que detr¨¢s de El Assad est¨¢ Ir¨¢n, una potencia a la que las monarqu¨ªas del petr¨®leo tienen miedo.
Tanto Yemen como Libia, aunque haya grandes diferencias entre los dos reg¨ªmenes, est¨¢n condenados a librarse de sus dictadores. Al¨ª Abdal¨¢ Saleh se aferra a su puesto de una manera indigna. Los muertos se cuentan por centenares. Se sabe que el pa¨ªs es complejo, est¨¢ dividido, y la gente est¨¢ armada. Herido por disparos el 3 de junio, el presidente aprovech¨® para ir a curarse a Arabia Saud¨ª.
Gadafi ya no tiene futuro. El d¨ªa que sus mercenarios se cansen, caer¨¢. Ha habido 10.000 muertos desde el comienzo de la rebeli¨®n. Qu¨¦ importa, dice ¨¦l. S¨®lo saldr¨¢ de Libia por voluntad divina, parece que ha asegurado. Pero la voluntad divina no le ha dicho que asesine a su pueblo. Por eso el Consejo de Seguridad aprob¨® la resoluci¨®n 1973 y por eso interviene la OTAN. Creer que Gadafi va a ceder a las presiones internacionales y emprender el camino de un exilio negociado es conocerle mal. Su patolog¨ªa no es de hoy. Es un hombre acorralado que no comprende que se le pueda exigir que se vaya. Est¨¢ convencido de que tiene raz¨®n, que es v¨ªctima de Occidente y de los elementos de Al Qaeda. Cuando uno lleva 42 a?os en el poder, se olvida de lo que es real, piensa que lo normal es lo que ¨¦l decide. Ha perdido toda noci¨®n de la realidad. No est¨¢ loco, est¨¢ enfermo. Al contrario que Milosevic, Gadafi no tiene nada que negociar, salvo su marcha.
El caso de Bahr¨¦in es significativo. En este pa¨ªs de mayor¨ªa chi¨ª, la poblaci¨®n se rebel¨® para reclamar el fin de la monarqu¨ªa. Entonces intervino Arabia Saud¨ª (con la bendici¨®n de Estados Unidos). Todo debe cambiar, salvo las monarqu¨ªas del Golfo. Con los recursos petroleros, pocas bromas. El 1 de junio se levant¨® el estado de emergencia.
La primavera ¨¢rabe sigue adelante en este comienzo de verano. Una de sus victorias fundamentales es el fracaso del islamismo, la coartada que permit¨ªa a Ben Al¨ª y Mubarak mantenerse al mando y negociar con Occidente. Ahora descubrimos que era un enga?o. El islamismo se ha visto totalmente superado por unas revueltas en las que no ha participado. Ha pasado el tren, y los islamistas ni siquiera se hab¨ªan dado cuenta de su llegada. Han perdido la ocasi¨®n. Su programa est¨¢ caduco. Bin Laden ha muerto, y, con ¨¦l, toda una fantasmagor¨ªa que no corresponde a la realidad. En Egipto, los Hermanos Musulmanes se han constituido como partido. Tendr¨¢n que aceptar las leyes de la democracia o desaparecer¨¢n del panorama pol¨ªtico. El islamismo es una corriente m¨¢s, entre muchas otras. Tiene derecho a existir, pero de acuerdo con las reglas y las leyes del respeto democr¨¢tico.
La desaparici¨®n de Bin Laden no acaba con el terrorismo. Siempre habr¨¢ en alguna parte un iluminado, un loco, un grupo de enfermos dispuestos a poner bombas y matar a inocentes, como sucedi¨® en Marraquech el 27 de abril. El terrorismo tendr¨¢ m¨¢s dificultades sencillamente porque las poblaciones se han vuelto m¨¢s vigilantes y la polic¨ªa ha hecho de la seguridad su objetivo prioritario.
El mundo ¨¢rabe es una entidad que no corresponde a nada; no existe unidad ni filosof¨ªa com¨²n. Hay unos Estados ¨¢rabes que no se soportan entre s¨ª, aunque celebren reuniones y cumbres. La hipocres¨ªa es manifiesta. Marruecos y Argelia no se entienden. Sus fronteras est¨¢n cerradas. T¨²nez tiene miedo del vecino libio. Siria juega en todos los tableros al tiempo que consolida su r¨¦gimen policial y represivo y conf¨ªa en volver a introducirse en L¨ªbano, que vive en tensi¨®n permanente. Irak cuida sus heridas mientras el terrorismo sigue matando. En Jordania, por ahora, hay calma; ha vivido tiempos dif¨ªciles. Sud¨¢n se encamina hacia un mont¨®n de problemas. Yemen corre el peligro de perderse en una guerra civil. E Israel observa este desbarajuste mientras endurece su pol¨ªtica colonial, rechaza la uni¨®n de los palestinos y deja caer las propuestas de Barack Obama en el olvido.
El rey Mohamed VI previ¨® estos acontecimientos y propuso, en un hist¨®rico discurso pronunciado el 9 de marzo, profundas reformas por las que delegar¨¢ parte de su poder en el primer ministro y el parlamento. Se celebran manifestaciones todos los viernes y domingos. Las del 3 de junio produjeron la muerte de un manifestante por una paliza de la polic¨ªa, un hecho grave e imperdonable. El papel de la polic¨ªa es garantizar el orden, no golpear y matar.
El despertar de los pueblos ¨¢rabes no ha terminado. El miedo ha cambiado de bando. Los dictadores que ocupan el poder sin legitimidad no podr¨¢n mantenerse en ¨¦l. Tarde o temprano, el mundo ¨¢rabe se deshar¨¢ de esos locos furiosos que se aferran a sus cargos a costa de multiplicar las matanzas.
La primavera ¨¢rabe acaba de dar un rodeo por Europa. Los j¨®venes de Espa?a y Grecia manifiestan todos los d¨ªas su indignaci¨®n.
Tahar Ben Jelloun es escritor marroqu¨ª. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.