De la indignaci¨®n al fascismo
Desde el pasado 15 de mayo, ?cu¨¢ntas personas han participado simult¨¢nea o sucesivamente en las acampadas, las asambleas, las caceroladas de la plaza de Catalunya y otros espacios urbanos del pa¨ªs? ?5.000, 10.000, 20.000? Seamos generosos y pongamos que 30.000. Pues bien, el 22 de mayo fueron 100 veces m¨¢s (2.919.738, para ser exactos) los catalanes que acudieron a votar en las elecciones municipales. ?Cu¨¢ntos manifestantes bloquearon el pasado mi¨¦rcoles el parque de la Ciutadella para tratar de impedir el libre funcionamiento del Parlament? ?Dos millares, tres? Pues bien, ese Parlament que asediaban fue elegido hace medio a?o por el voto libre y secreto de 1.000 veces m¨¢s ciudadanos (en concreto, 3.152.630). Incluso el partido m¨¢s peque?o de la C¨¢mara obtuvo un apoyo num¨¦rico 20 veces superior a los efectivos de quienes protagonizaron el lamentable espect¨¢culo del 15 de junio.
JOAN B. CULLA I CLAR? Los grupos radicales y antisistema buscaban el enfrentamiento con la polic¨ªa y explotar la imagen de m¨¢rtires de la brutalidad represiva
Sirvan estas comparaciones cuantitativas para recordar algo que muchos parecen haber olvidado a lo largo del ¨²ltimo mes: con todas las debilidades e imperfecciones que quepa denunciar y corregir en el "sistema", la legitimidad y la representatividad democr¨¢ticas de una sociedad civilizada residen en las urnas y en las instituciones que de ellas emanan; no en eclosiones magm¨¢ticas y amorfas de agravios dispares, ni en asambleas ca¨®ticas donde, a menudo, se impone quien m¨¢s grita y donde, en todo caso, la minor¨ªa no se siente vinculada por la decisi¨®n mayoritaria. Contemplar con embeleso a los acampados en las plazas como los portadores de la "democracia real" -frente a la democracia esp¨²rea de las urnas y los partidos- es una aberraci¨®n democr¨¢tica con la que no pocos han coqueteado durante estas ¨²ltimas semanas.
Y en buena parte ha sido as¨ª por el acierto inicial de quienes, desde el 15-M, se autoetiquetaron como "indignados". Existiendo motivos tan abundantes para la indignaci¨®n o el malestar social, miles de ciudadanos intachables se sumaron, se solidarizaron o se esperanzaron en los primeros d¨ªas con la protesta de las plazas, d¨¢ndole as¨ª una p¨¢tina de respetabilidad y de prestigio, e incluso poni¨¦ndola de moda. De moda, s¨ª. ?O tienen ustedes alguna otra explicaci¨®n para el hecho de que la mujer m¨¢s rica de Espa?a, Rosal¨ªa Mera, o la condesa consorte de Siruela (en el siglo, Inka Mart¨ª), hayan mostrado su sinton¨ªa con el movimiento de los acampados? ?Pero si hasta la indescriptible Paris Hilton, de paso por el circuito de Montmel¨®, se dijo "admirada" ante tanto idealismo campamental...!
Al margen de estas fans de lujo, lo ocurrido con el movimiento del 15-M es f¨¢cil de resumir. Tras varias semanas de vigilia y de debate m¨¢s bien circular, los indignados de buena fe optaron por incorporarse al trabajo social y pol¨ªtico de base en los barrios..., o simplemente por volver a casa, dejando la plaza de Catalunya en manos del lumpen y de grupos radicales y antisistema cuyo objetivo era -m¨¢xime, tras el precedente del 27 de mayo- buscar el enfrentamiento con la polic¨ªa y explotar despu¨¦s una imagen de v¨ªctimas y m¨¢rtires de la brutalidad represiva; o, como dijo uno de ellos, "que nos echen a patadas". A esta l¨®gica de la provocaci¨®n y el victimismo respond¨ªa la convocatoria a asediar el Parlament e impedir que la C¨¢mara pudiera discutir los Presupuestos; a esta misma l¨®gica obedecieron las vergonzosas agresiones del mi¨¦rcoles contra funcionarios, periodistas y diputados; entre los ¨²ltimos, incluso alguno de los que hab¨ªa cre¨ªdo poder erigirse en abanderado de la indignaci¨®n callejera.
El 15 de junio se cruzaron todas las l¨ªneas rojas, han repetido los pol¨ªticos. Perm¨ªtanme expresarlo de otro modo: cuando en Euskadi un cargo de elecci¨®n popular es acosado por radicales que apelan a una patria o a una revoluci¨®n, ?c¨®mo llamamos a eso los dem¨®cratas? Lo llamamos fascismo. Pues eso mismo, fascismo, es lo que hicieron el mi¨¦rcoles, en los accesos al parque de la Ciutadella, quienes dec¨ªan actuar en demanda de "democracia real".
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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