El relato m¨¢s triste de los recortes
Trabajadores del Josep Trueta recogen testimonios de los pacientes afectados por el tijeretazo - "Me quedo ciega y nadie me atiende", se queja una mujer
Es solo una mesa situada en el vest¨ªbulo del hospital Josep Trueta, en Girona. Es peque?a y sencilla, pero tambi¨¦n un enorme alivio y una puerta abierta a la esperanza para decenas de pacientes que esperan una intervenci¨®n quir¨²rgica que nunca llega. El tijeretazo sanitario ha sido duro para el Josep Trueta: m¨¢s de siete millones de euros en una primera fase, hasta 16 anuales m¨¢s adelante. Los quir¨®fanos ya no funcionan por la tarde desde abril y en verano se cerrar¨¢n dos plantas m¨¢s. Mientras, muchos pacientes comprueban (o sienten) que su salud empeora y se inquietan ante la falta de noticias sobre su proceso. Al menos 65 de ellos han presentado su queja en la mesa habilitada por los sindicatos CC OO, CATAC y SAE. El resultado es un agustioso libro de bit¨¢cora, un compendio de relatos de personas que se resisten a perder la vista o claman por un poco de atenci¨®n.
"En la privada me ped¨ªan 6.000 euros y no me lo puedo permitir"
Una mujer de baja a la espera de ser operada teme que la despidan
"Tengo 67 a?os, soy joven todav¨ªa", se justifica Salud Castro, que lleva dos meses en lista de espera para que le operen de urgencia del ojo derecho, que pierde visi¨®n sin remedio. "Me estoy quedando ciega y nadie me atiende", se queja la mujer, que vive sola y confiesa que ya no puede ni depilarse, ni leer ni coser, y que le cuesta abotonarse la blusa. Harta de esperar y preocupada porque iba perdiendo visi¨®n, decidi¨® hace meses ir a una cl¨ªnica privada en busca de un diagn¨®stico. Le dijeron que la vista perdida ya no la iba a recuperar, pero que con una operaci¨®n se pod¨ªa detener el proceso. Era demasiado caro. "Me cobraban casi 6.000 euros, y no me lo puedo permitir", afirma. Ahora teme que cuando la llamen del Trueta sea ya demasiado tarde.
Montserrat Jim¨¦nez mide poco m¨¢s de 1,50 metros y pesa 114 kilos. Padece obesidad m¨®rbida, lo que le ha causado problemas de rodillas y de espalda. No puede llevar una vida normal. Trabaja como cocinera en un restaurante, pero ahora est¨¢ de baja. "No s¨¦ hasta cu¨¢ndo van a aguantar esta situaci¨®n mis jefes", dice preocupada por su empleo. "Aunque nadie me cree, yo no como para estar as¨ª de gorda" explica la mujer, de 46 a?os. Los m¨¦dicos del Trueta decidieron reducirle el est¨®mago, una t¨¦cnica que se utiliza con frecuencia en estos casos con buenos resultados. "En febrero me hicieron todas las pruebas y me dijeron que me operar¨ªan en Semana Santa como muy tarde", relata. Pero tendr¨¢ que esperar. "Hace unos d¨ªas me avisaron de que hasta septiembre nada", explica. Mientras, Jim¨¦nez mira con esperanza a su hermana, que con el mismo problema que ella y tras ser operada, ha bajado muchos kilos y se encuentra bien.
Una de las veces que a Juana Garc¨ªa, de 68 a?os, le dio un "ataque" por las piedras que tiene en la ves¨ªcula, lo que pens¨® fue que eso dol¨ªa m¨¢s que tener hijos. Estaba en Canarias de viaje con su marido, que se asust¨® al ver los v¨®mitos de la mujer y c¨®mo se estremec¨ªa del dolor. Garc¨ªa se confiesa "indignada al m¨¢ximo", porque en octubre del a?o pasado le dijeron los m¨¦dicos que ten¨ªan que operarla, pero hoy todav¨ªa espera. En enero le realizaron todas las pruebas del preoperatorio en el hospital, y luego le dieron cita para ingresar el 30 de mayo. Cuando faltaba solo una semana, la llamaron para decirle que le anulaban la operaci¨®n. "No hay quir¨®fanos", fue la explicaci¨®n al otro lado del tel¨¦fono. Ha adelgazado 10 kilos. "Solo como cosas hervidas y ligeras porque me da miedo que me den esos dolores tan fuertes", explica. "No tengo dinero, si no ir¨ªa por lo privado", concluye.
Gabriel Ag¨¹era trabajaba subido a las torres de telefon¨ªa m¨®vil amarrado a un arn¨¦s. La diabetes que sufre le ha atacado el coraz¨®n, los ri?ones, la espalda y la vista, y ahora est¨¢ jubilado. A sus 55 a?os, lee las cartas con una lupa, y su mujer solo le deja salir al parque de al lado de casa. Ag¨¹era casi no ve debido a una retinopat¨ªa. Cada seis u ocho meses, el matrimonio acud¨ªa a una cl¨ªnica privada, donde con una sencilla operaci¨®n de cinco minutos le inyectaban un medicamento al marido que le hace ver mejor. Pero se les ha acabado el dinero. "Cada viaje a Barcelona nos costaba unos 1.500 euros", explica el hombre. Por eso decidieron acudir al Trueta. "Desde febrero est¨¢ en lista de espera. Dicen que como han cerrado quir¨®fanos hay que esperar", cuenta su mujer. "Si no le aviso donde est¨¢ el cubo de la fregona, tropieza con ¨¦l", afirma con desesperaci¨®n.
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