Leones en el foro
Lo bueno (y lo malo) de la Red en esta fase ya avanzada de la sociedad de la informaci¨®n es que la pol¨ªtica ha quedado unos pasos atr¨¢s. La velocidad con la que la comunidad (cualquiera de ellas) precipita y da carta de naturaleza a una acci¨®n a trav¨¦s de las redes sociales supera con creces la parsimoniosa actividad de cualquier parlamento. La democracia real es en este sentido una democracia directa y de ah¨ª que estos d¨ªas de inauguraciones de parlamentos y ayuntamientos, de debates de enjundia en las Cortes o en cualquier otro lugar haya cogido a los profesionales sintiendo el aliento en el cogote de este nuevo fen¨®meno.
Del Obradoiro a la plaza de Catalunya, pasando por el epicentro de Sol, los indignados han logrado poner patas arriba no solo la vida en el centro de las ciudades y sus lugares de culto laico, sino tambi¨¦n que han inaugurado una ¨¦poca de alta velocidad en la presentaci¨®n de su reivindicaciones. La distancia que separa el Obradoiro del Parlamento de Galicia es tan escasa como la que dista la Puerta del Sol de la Carrera de San Jer¨®nimo, pero simb¨®licamente es un recorrido muy importante, tanto es as¨ª que desde el Ministerio del Interior al Cuerpo Nacional de Policia nadie sabe bien en qu¨¦ momento hacer uso de la porra. Artur Mas, cuyos inicios al frente de la Generalitat est¨¢n siendo muy tumultuosos, hablaba de esa "l¨ªnea roja" que separa los comportamientos democr¨¢ticos de sub¨ªrsele a las solapas a los muy honorables; la se?ora Tura ense?aba la chaqueta manchada de pintura y Cayo Lara que intent¨® mediar en un deshaucio en el madrile?o barrio de Tetu¨¢n fue bautizado con un jarro de agua fr¨ªa. Todos y cada uno daban la sensaci¨®n de hallarse en claro fuera de juego.
Para los indignados profesionalizarse ser¨ªa morir, pero si siguen as¨ª pueden marginalizarse
Falta le hac¨ªa al establishment pol¨ªtico un calambre en las partes ¨ªntimas y el movimiento del 15-M est¨¢ logrando una cosa bastante curiosa: de ahora en adelante va a haber un poco menos de absentismo en las bancadas porque van a tener una nueva escolta con la que no contaban. A sus se?or¨ªas les ha nacido un avatar. Esta nueva perturbaci¨®n no impedir¨¢ los cientos de desahucios que se producen cada d¨ªa, ni que los bancos vuelvan a repartir bonus millonarios a sus directivos, ni que el fervor de la clase pol¨ªtica por el poder financiero siga siendo hasta cierto punto de un servilismo pat¨¦tico: alguien bien informado dec¨ªa por ah¨ª que Rajoy andaba detr¨¢s del fichaje de Pablo Isla (Inditex) como Florentino del Kun Ag¨¹ero.
Tampoco el 15-M va a impedir que Bono reste un pleno semanal a la agitada vida de nuestros parlamentarios, ni que estos dejen de cobrar las sustanciosas dietas de su cargo, ni de viajar en primera clase en sus continuos trayectos entre la provincia y la metr¨®poli, pero la sombra de la sospecha s¨ª se est¨¢ haciendo demasiado evidente para que algunos de estos comportamientos (y no digamos los trajes o las recalificaciones de terrenos) empiecen a ser moralmente lapidados por una parte muy numerosa de la sociedad que hasta hoy hab¨ªa aguantado el chorreo sin mover los p¨¢rpados.
Que Rosal¨ªa Mera (otra vez Rosal¨ªa) se haya ratificado a favor de los indignados y que su opini¨®n haya levantado tanta expectaci¨®n es producto de ese ¨¢lgebra no formulada en el Ruedo Ib¨¦rico que proh¨ªbe a los comunistas viajar en Mercedes y a los ricos comer con las manos. Rosal¨ªa ilustra a la perfecci¨®n algo que est¨¢ fallando estrepitosamente en estos momentos en nuestra representaci¨®n pol¨ªtica: ni creen en ella los naturalmente indignados por falta de oportunidades, pero tampoco, y esta es la noticia, los emprendedores que han hecho fortuna.
Nadie est¨¢ satisfecho: los comerciantes porque pierden dinero, los pol¨ªticos cr¨¦dito a raudales, y los sindicatos ven que su protesta cronometrada es solo una forma de hacer sonar la vieja m¨²sica de un tiempo pasado. De hecho los campamentos de mayo y junio en la Pen¨ªnsula han tenido mucho m¨¢s impacto social y medi¨¢tico que cualquier huelga general reciente. As¨ª las cosas, todo el mundo se pregunta ad¨®nde ir¨¢ un movimiento que no puede mantener las cosas en este grado de ebullici¨®n ni evidentemente conseguir que sus legiones acampen para siempre en el Obradoiro o en Sol. Quiz¨¢s es ah¨ª donde estriba la duda de los propios agitadores: profesionalizarse ser¨ªa morir, pero seguir as¨ª resulta un empe?o que corre el riesgo de marginalizarse. En cualquier caso esta primavera tan nefasta para el campo ha dado grandes frutos en la ciudadan¨ªa. Que no decaiga la filosof¨ªa del foro.
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