Veneno chino
Con demasiada frecuencia, los ¨¦xitos chinos, generalmente expresados en porcentajes de crecimiento de su PIB (reflejo sobre todo de su capacidad para inundar los mercados mundiales con mercanc¨ªas m¨¢s baratas), esconden lacras que no ser¨ªan posibles en ning¨²n pa¨ªs con un m¨ªnimo de transparencia pol¨ªtica y social. El v¨¦rtigo del lucro inmediato, la virtual inexistencia de controles dignos de tal nombre en muchos procesos productivos, una extendida corrupci¨®n administrativa y la opacidad del todopoderoso partido ¨²nico gobernante son algunas de las l¨ªneas maestras de la ya segunda econom¨ªa del mundo.
Esta combinaci¨®n letal es bien visible en el ¨¢mbito medioambiental, especialmente vulnerable al desarrollo incontrolado. Las intoxicaciones masivas por plomo y metales pesados en China -de las que ahora se sabe m¨¢s gracias a fragmentarias informaciones locales y un reciente informe de Human Rights Watch- son una de sus manifestaciones. Y causa de un creciente n¨²mero de "incidentes de masas", eufemismo con el cual el PCCh designa a las protestas y disturbios, algunos violentos, con que los ciudadanos intentan defender sus derechos.
China es el mayor productor mundial de plomo refinado; sus f¨¢bricas no dan abasto para satisfacer la demanda mundial de bater¨ªas. Las estimaciones sobre personas contaminadas, especialmente ni?os, son eso, suposiciones, en un pa¨ªs donde las autoridades intentan silenciar a quienes denuncian y priman el desarrollismo sobre cualquier otra cosa. El Gobierno dice reconocer la seriedad de la situaci¨®n, pero su falta de voluntad pol¨ªtica es manifiesta. De poco sirve admitir que la lluvia ¨¢cida afecta a la mitad de las grandes ciudades chinas o la grave contaminaci¨®n del agua en muchas de ellas. Para Pek¨ªn, un r¨¦gimen represor, la apariencia de paz social es mucho m¨¢s importante que la soluci¨®n de las causas que pueden alterarla.
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