M¨¢s vale tarde que nunca
1 Oh, Carol. He pillado Oleanna en su pen¨²ltima funci¨®n (no se puede estar a todas), pero creo que merece rese?arse por dos razones: porque es un notable trabajo y porque al fin, despu¨¦s de haberla visto en diversos montajes a lo largo de los a?os, creo que la entiendo mejor. No hay mal que por bien no venga: el que ya no est¨¦ en cartel me permite analizar algunos de sus mecanismos sin miedo a chafarles las sorpresas. El drama de Mamet sigue, dir¨ªa, el patr¨®n de lo que antes se denominaba "teatro de urgencia" o, directamente, "de propaganda": llamadas al combate que mostraban los temibles procedimientos del malo (fascista o comunista, seg¨²n la ¨¦poca) para acabar con su incauto oponente. Oleanna es valiente en su denuncia, muy perspicaz en los vitri¨®licos retratos de sus protagonistas y a la hora de mostrar c¨®mo palabras y signos pueden ser salvajemente tergiversados, pero no utilizar¨ªa yo el t¨¦rmino "equidad" para calificar su debate. La alumna Carol tiene raz¨®n en muchas de las acusaciones hacia John, su profesor (es paternalista y arrogante, s¨®lo se escucha a s¨ª mismo, juega a denigrar un sistema que acata, etc¨¦tera) pero, seg¨²n el patr¨®n antes citado, lo melodram¨¢tico acaba primando sobre el juego de ideas: es obligada (y tramposa) la identificaci¨®n absoluta con una de las partes porque a) te presentan a la otra como una criatura sat¨¢nica de la que b) s¨®lo deseas su total aniquilaci¨®n, como en las pel¨ªculas de Charles Bronson. Carol, para m¨¢s inri, no es una c¨¢ndida paloma de mente estrecha que malinterpreta los acercamientos de John. Muy en la l¨ªnea de Mamet, su conducta es pura actuaci¨®n, puro timazo, o puro truco dram¨¢tico, del que nos dan pistas un poco a lo bruto ("Soy mala", musita, como una femme fatale de cine negro) a mitad del primer acto. Asistimos, pues, a una muy planificada estrategia de aniquilaci¨®n dictada por "el grupo" como se revela en el acto segundo, donde la cr¨ªa falsamente balbuceante resulta ser una implacable comisaria de articulad¨ªsima ideolog¨ªa que tiende una trampa (el acoso sexual) a su oponente. Mamet la escribi¨® en 1992, cuando lo "pol¨ªticamente correcto" como v¨ªa hacia el pensamiento ¨²nico comenzaba a mostrar sus fauces en las universidades americanas. El chantaje que cierra la obra (retirar la denuncia a cambio de aprobar una lista de libros "perniciosos") evidencia que hay un movimiento totalitario en marcha cuyo objetivo es reemplazar en el poder a los "liberales pusil¨¢nimes": que Mamet haya escorado en los ¨²ltimos a?os hacia un neoconservadurismo feroz y un sionismo tremebundo es a) muestra de que a menudo la naturaleza imita al arte y b) tema para otro art¨ªculo. Lo que importa ahora es que Oleanna ha funcionado de f¨¢bula en la sala peque?a del Espa?ol. Sobre una ¨®ptima versi¨®n de Mart¨ªnez Luciano, Manuel de Benito ha levantado un espect¨¢culo que vibra y avanza como un tsunami. Irene Escolar sostiene con estremecedora fuerza ese crisol de furiosa intolerancia (un papel tan dif¨ªcil como desagradecido) y Jos¨¦ Coronado ofrece uno de sus m¨¢s sobrios y convincentes trabajos, aunque no hace falta que "su" John sea tan buenazo. Dos peque?as pegas de puesta en escena: quiz¨¢s convendr¨ªa reducir (hablo de microsegundos) la dilataci¨®n de los abrazos y sugerir m¨¢s peligro f¨ªsico en el enfrentamiento final.
2 Ventanas. Tambi¨¦n se me escap¨® (el pasado invierno) La ventana de Chygrynskiy, de Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez, pero su ¨¦xito la ha hecho volver, felizmente, a Cuarta Pared, as¨ª que he corrido con el zurr¨®n abierto. La comedia es una pura delicia y una absoluta rareza en los tiempos que corren: parece escrita a cuatro manos por el Mihura de Tres sombreros de copa y el Queneau de Zazie en el metro: humor po¨¦tico, ternura melanc¨®lica, acuarela surreal. Es posible que se quede un poco corta, que sea m¨¢s una sucesi¨®n de sketches que una pieza dram¨¢tica, y que en ocasiones roce el blandiblub, pero su encanto es tan grande y tan compacto (texto, actores, m¨²sicos) que uno sale del teatro con la sensaci¨®n de haber tenido bajo la nuca durante hora y cuarto un coj¨ªn fresco, ligero y reci¨¦n esponjado. En Chygrynskiy, el futbolista del t¨ªtulo (Miguel Barderas), perdido en el Raval, ve nevar en Ucrania a trav¨¦s de la ventana de su casa. Pero no es la ¨²nica ventana que se abre en ese edificio: un ni?o grande (Eugenio G¨®mez) que ha perdido a su monstruo de infancia comienza a despertarse cada ma?ana en habitaciones desconocidas; una traductora de ruso (Beatrice Binotti) descubre que oye los pensamientos ajenos; el presidente de la comunidad (Luis Crespo) busca el suicidio y encuentra el amor, pronosticado por un mensaje grabado a fuego bajo una alfombra. En este tipo de fantas¨ªas no puede faltar un hada: la que nos ocupa se llama Conch¨ªn, vende colchones, es alicantina y acr¨®bata por pura ligereza de alma: Nuria Benet, de La Cubana, la interpreta como una joven Shirley MacLaine, meti¨¦ndose al p¨²blico en el bolsillo desde que pisa la escena. Diminuto reparo a la afinada direcci¨®n de Luis Bermejo: creo que no hace falta caricaturizar (por gestos, por indumentaria) al personaje de Luis Crespo. La Compa?¨ªa El Zurdo se desliza por la escena como si bailara a los enso?adores sones del fant¨¢stico tr¨ªo -Nando Lago (guitarra), Tozo (acorde¨®n), Jorge Vertel (trompeta)- y parecen estar a punto de romper a cantar en cualquier momento. Por cierto: ?a alguien se le ha ocurrido escribir cinco o seis canciones y convertir Chygrynskiy en un musical de bolsillo?
3 Crema catalana. Acaba de estrenarse en el TNC Una historia catalana, el nuevo y muy ambicioso texto de Jordi Casanovas, con una rotunda y fluid¨ªsima primera parte, llena de talento narrativo y actoral (lo m¨¢s aut¨¦nticamente brechtiano que he visto en tiempo), y, l¨¢stima, un desparramado final en forzada clave de western que requiere pronto ajuste. A destacar, de entre un reparto excelente, los superlativos trabajos de Andr¨¦s Herrera y Miriam Iscla. Se lo cuento la pr¨®xima semana.
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