Que no repita el pepino
Ya casi nadie habla del pepino. Solo los agricultores echan cuentas y se lamentan del reparto y la cicater¨ªa de la indemnizaci¨®n comunitaria. Al menos en las fruter¨ªas madrile?as veo que todo ha vuelto a la normalidad y parece que hubiera pasado un a?o desde aquella exaltaci¨®n pepinera desmedida de hace tan solo dos semanas. Ahora ya puedo decir p¨²blicamente que detesto el pepino. En los momentos m¨¢s cr¨ªticos de esa crisis manifestar en p¨²blico que el pepino repite pod¨ªa considerarse delito de lesa patria.
Una compa?era de televisi¨®n que se atrevi¨® a confesar que no le gustaba puso h¨¢bilmente la excepci¨®n de la rodaja de pepino que le pone al gin tonic. Si tenemos en cuenta que la t¨®nica con ginebra es ahora lo m¨¢s cool, su comentario fue la m¨¢s sofisticada y puede que eficaz campa?a de promoci¨®n. En contraste, a¨²n me ara?a la retina la imagen de aquella consejera andaluza zamp¨¢ndose un pepino a mordisco limpio.
Por muchos juicios que gan¨¢ramos, sin la colaboraci¨®n alemana no vender¨ªamos un pimiento
Con esa perspectiva que da la distancia en el tiempo habr¨¢ que admitir que el asunto en general ha constituido un festival de excesos y desprop¨®sitos desde el primer momento. Lo peor, sin duda, ha sido la temeridad irresponsable de la consejera de Sanidad de Hamburgo que, sin prueba concluyente, lanz¨® la acusaci¨®n como un misil contra la huerta espa?ola. Le sigui¨® la indolencia del Gobierno alem¨¢n que no contrari¨® una imputaci¨®n devastadora y tampoco funcionaron los protocolos comunitarios de alerta alimentaria, si es que realmente existen. As¨ª, el Gobierno espa?ol hubo de afrontar la tormenta perfecta sin otra informaci¨®n inicial que la supuesta presencia de una bacteria de identidad incierta en la piel de nuestros pepinos. En realidad, ni estuvieron tan diligentes como ellos dicen ni tan torpes e indolentes como manifest¨® la oposici¨®n, que no dud¨® en apalear al Ejecutivo debilitando una vez m¨¢s su posici¨®n en el exterior. Exigieron una sobreactuaci¨®n m¨¢s encaminada a alentar la c¨®lera, sin duda justificada, de los agricultores, que a poner paliativos eficaces al mal creado.
En este sentido las arengas incendiarias de algunos l¨ªderes agrarios tampoco ayudaron. A quienes pidieron poco menos que una declaraci¨®n de guerra a Alemania los vi m¨¢s preocupados por justificar su puesto en la propia organizaci¨®n que por recuperar el prestigio de los productos espa?oles. Un boicot a los productos alemanes, como se lleg¨® a exigir a voz en grito, habr¨ªa alimentado el enfrentamiento con la opini¨®n p¨²blica de un pa¨ªs con el que mantenemos una relaci¨®n comercial imprescindible. Igual de torpe habr¨ªa sido plantear una denuncia de Estado a Estado al Gobierno alem¨¢n. Una vez que este admite su responsabilidad y manifiesta su disposici¨®n a impulsar las campa?as que restablezcan la buena posici¨®n que nuestras hortalizas ten¨ªan en su mercado es mejor tenerlo de aliado que de enemigo. Por muchos juicios que gan¨¢ramos, sin su colaboraci¨®n ahora no vender¨ªamos un pimiento. A nadie se le puede obligar a comer pepinos por la fuerza. Tampoco esos pleitos ayudan a impulsar el flujo de turistas alemanes a Espa?a y son 10 millones los que nos visitan cada a?o.
Hubiera sido lamentable que por ara?ar unos millones de euros de una indemnizaci¨®n incierta cre¨¢ramos un estado de opini¨®n adverso entre la ciudadan¨ªa alemana con nuestro pa¨ªs. Es verdad que Angela Merkel no es Helmut Kolh ni Schr?der, pero Alemania fue la gran valedora de Espa?a ante la Comunidad Europea y siempre hubo empat¨ªa con el pueblo germano.
No es cierto que existiera un fondo de desprecio a los espa?oles en la acusaci¨®n precipitada de la senadora de Hamburgo, la prueba de ello es que carg¨® d¨ªas despu¨¦s contra la soja cultivada en la Baja Sajonia sin tener tampoco la confirmaci¨®n. Tratar las crisis invocando el orgullo nacional, adem¨¢s de pat¨¦tico, es peligroso. La imprudencia y los calentones nos habr¨ªan creado efectos m¨¢s perniciosos de los que intentan paliar. Y el pepino nos hubiera repetido hasta en el gin tonic.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.