"Yo creo en los derechos humanos a pie de obra"
Al profesor no le convence estar sentado delante del plato de arroz. "No soy Indiana Jones ni nada por el estilo, hay gente que trabaja m¨¢s y mejor". Paco Pascual (Santander, 1946), voluntario en uno de los poblados chabolistas m¨¢s vergonzantes de Espa?a, asume la entrevista con resignaci¨®n y sin probar casi bocado. "Como mucho, de verdad, pero me pongo a hablar...". La camarera, que lo conoce bien, replica al quitarle el arroz a la cubana intacto: "Y lo que te gusta a ti hablar, ?eh?".
Pascual elige para el encuentro Casa Mariano, el ¨²nico restaurante de men¨² de la Ca?ada Real Galiana, un asentamiento de casas ilegales que ocupa parte del este de Madrid y de otros municipios. El exprofesor de Filosof¨ªa lleva toda la vida pendiente de lo que ¨¦l llama "los ni?os despojados". Chavales "a los que esta sociedad les ha quitado el derecho a la dignidad, a la vivienda, a la escuela, a la subsistencia diaria".
Es voluntario en uno de los poblados chabolistas m¨¢s vergonzantes
A un kil¨®metro del local de la cita y a 15 de la Puerta del Sol, viven los 300 menores de El Gallinero. Pascual es del grupo de personas que se ha propuesto cambiarles la vida. Es voluntario en la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, plantada en un terreno yermo donde los yonquis se resguardan para consumir hero¨ªna. Reparte su tiempo entre la parroquia, el Banco de Alimentos y El Gallinero, del que es una suerte de gu¨ªa tur¨ªstico. Pasea a los visitantes entre ratas, monta?as de cables pelados y basuras donde conviven los parias de los parias. "Entre los gitanos hay clases: esta de los rumanos es la ¨²ltima, a la que los propios gitanos desprecian". Los chavales le saludan como a Pap¨¢ Noel. Aunque lleva barba blanca y tambi¨¦n suele aparecer con el coche cargado de paquetes, la comparaci¨®n no le gusta. "Me ven como un d¨®lar con patas y eso no est¨¢ bien", protesta. "No se trata de ir dando cosas, eso te aleja. El aprecio se gana por el tiempo que pasamos con los ni?os, por la preocupaci¨®n para que vayan al colegio".
Confiesa que hay pocos representantes de la Administraci¨®n que se hayan acercado hasta ese rinc¨®n olvidado. "Saben lo que pasa aunque no vengan, salimos en los medios de comunicaci¨®n. Adem¨¢s, ning¨²n partido pol¨ªtico que quiera votos dir¨¢ que quiere integrar a los gitanos rumanos".
Su mujer tampoco ha ido al poblado, pero ella "entiende y aguanta" lo que ¨¦l hace. Sin m¨¢s. Uno de sus dos hijos, arquitecto, le ayud¨® a conseguir los columpios que hay a la entrada del poblado. Y al otro, experto en automoci¨®n e inform¨¢tica, le ha convencido para organizar un taller de mec¨¢nica.
Ahora han tocado a las puertas de la Concejal¨ªa de Medio Ambiente, que dirige Ana Botella (PP). La edil les ha prometido despejar la basura. Lo siguiente es conseguir una escuela infantil y urinarios p¨²blicos como los de los conciertos. Pascual es un hombre paciente. Con 24 a?os, recorri¨® el mundo con el Circo de los Muchachos de Ourense, hijos de temporeros, aldeanos y emigrantes a los que daba clase entre ensayos y con los que visit¨® Estados Unidos, M¨¦xico, Colombia, Venezuela, Australia, Jap¨®n o China en cinco a?os de viajes y escuela. "Fue una experiencia brutal", confiesa mientras presta algo de atenci¨®n al flan con nata que le sirven tras retirar un plato de pollo que se va como lleg¨®: lleno. Utiliza Facebook para seguir en contacto con sus antiguos alumnos. De aquel grupo salieron m¨¦dicos, maestros, psic¨®logos, artistas... Sue?a con lo mismo para los ni?os de El Gallinero. "Se puede, de verdad que se puede", repite. Entre los chavales del circo y estos, fue profesor asociado de la Complutense, trabaj¨® con presos y en otros poblados. Pascual es m¨¢s de pr¨¢ctica que de teor¨ªa: "Yo creo en los derechos humanos a pie de obra".
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