La energ¨ªa de los veteranos
De d¨®nde viene la energ¨ªa de los veteranos? H¨¦ctor Alterio, el actor, que tiene 81 a?os, est¨¢ sentado en su cafeter¨ªa habitual; viene con una casaca roja y azul (¨¦l, que es tan madridista); es muy alto, y eso ha hecho que el tiempo le haya puesto algunos suplementos a los huesos de su espalda, pero envejece muy bien, y se r¨ªe como cuando era un joven exiliado argentino que a mediados de los setenta se vino a Espa?a a labrarse un porvenir lejos de la dictadura militar. Ahora es un veterano que lucha por sobrevivir y hace memoria; pero eso pasa en la ficci¨®n, pues es, como actor, el partisano que protagoniza La sonrisa etrusca, de Jos¨¦ Luis Sampedro, en la versi¨®n teatral de Jos¨¦ Carlos Plaza.
"El distanciamiento es el tesoro que te da la experiencia"
"Somos seres con memoria, sin ella no ser¨ªamos nada"
"De viejo, tus amigos son tus c¨®mplices, como en el amor"
Esa obra, La sonrisa etrusca, ha sido durante a?os un emblema de la vejez, de c¨®mo afrontarla con energ¨ªa para convertirla en una edad m¨¢s, pero no en una frontera. Y ahora su autor, Sampedro, que ya tiene 93 a?os y sigue escribiendo manifiestos y publicando novelas, figura entre esos personajes que superaron los setenta, los ochenta y los noventa y soportan lo que venga. Al personaje que le da encarnadura a su ente de ficci¨®n, un viejo que fue partisano en la Segunda Guerra Mundial y luch¨® contra el fascismo en Italia, le preguntamos qu¨¦ noticias le ha dado a ¨¦l personalmente la edad en la que ahora est¨¢.
Tiene H¨¦ctor Alterio una mirada envolvente, unos ojos claros que te taladran, pero cuando esa pregunta surge se pone a mirar sus manos, como si quisiera tener constancia de las manchas de la piel, antes de decir: "Pienso que hay cosas que se agudizan, que biol¨®gicamente son inevitables. Pero eso no ha pasado a¨²n; creo que dentro de cinco o seis a?os la cosa va a manifestarse de manera m¨¢s definitiva". Mientras tanto, dice H¨¦ctor, sigue teniendo el mismo humor, las mismas ganas de trabajar. Es posible que no se d¨¦ cuenta de algunas cosas que le pasan y que tienen que ver con esas noticias de la edad, "pero a¨²n no percibo esas sensaciones como amenazas tangibles".
Sigue disfrutando en la soledad, algo que ¨¦l cree que es un factor que le regala la madurez, junto a cierto distanciamiento, "que es quiz¨¢ el mejor tesoro que te da la experiencia".
A H¨¦ctor le viene bien trabajar; eso acent¨²a su vida interior; ha de estudiar, aprenderse papeles, "ser otro" constantemente, "y eso rejuvenece". Si esa pregunta se la hacemos dentro de cinco a?os, dice Alterio, "a lo mejor las respuestas pueden variar. Mientras tanto, lo estoy pasando bien, sigo con mi compa?era, tenemos la nieta, que es el leit motiv de nuestras vidas, as¨ª que cuando llego a casa primero pregunto por ella...". Por lo dem¨¢s, este argentino pausado se siente "en un entorno apacible, en el que es respetado y querido, y eso es muy gratificante". De ah¨ª cree que viene su energ¨ªa.
En realidad, este hombre, como Mar¨ªa Dolores Pradera (86), Emilio Lled¨® (83), Antonio Fern¨¢ndez Alba (83), Federico Mart¨ªn Bahamontes (82), Mar¨ªa Asquerino (85), Ana Mar¨ªa Matute (85), Marcos Ana (91) y Carmen Arrojo (93), con los que hemos estado para que nos cuenten el secreto de su energ¨ªa, ha pasado ya por casi todas las edades. ?C¨®mo ve ahora esas sucesivas fronteras? En primer lugar, lamenta haber tenido "algunas actitudes" en la juventud; "me las reprocho, como si fuera mi propio padre. ??Por qu¨¦ carajo hiciste eso?! Me ocurre. Pero tampoco es preocupante; forma parte de ese soliloquio que mantengo siempre".
M¨¢s all¨¢ de eso se ve bien. "Porque no tengo afecciones que me tiren abajo. Me oper¨¦ del coraz¨®n hace diez a?os y sigo bien".
?Y Marcos Ana, el militante comunista, de d¨®nde saca esos m¨²sculos que a¨²n manejan la bicicleta que tiene al lado del ordenador? ?De d¨®nde le viene su capacidad para seguir escribiendo poes¨ªa, memorias, para seguir gestionando esa agenda que le hace viajar a todas partes, y no solo a Valencia, "donde tengo mi novia"? "La energ¨ªa la saco de los proyectos". Dice Marcos Ana, que pas¨® veinte a?os de su vida en las c¨¢rceles de Franco, donde esper¨® que lo ejecutaran: "Cuando hablo con gente mayor, siempre les digo que el final real de la vida es cuando terminan los proyectos. Aunque luego puedas vivir unos cuantos a?os m¨¢s. Afortunadamente, tengo muchos y eso a veces te impide pensar incluso en que est¨¢s envejeciendo, porque no tienes tiempo para hacer las cosas que te piden. Cuando la gente piensa que ha terminado su jornada en este mundo y no queda m¨¢s que esperar el final..., pues llega el final. Hay que mantener siempre alguna ilusi¨®n, alg¨²n proyecto entre manos. Eso es importante".
Habla un hombre que cuando era un chiquillo fue condenado a muerte. As¨ª que es pertinente dejarle contestar con amplitud esta pregunta: ?Siempre fue as¨ª? ?Siempre sinti¨® usted esa energ¨ªa? ?Incluso cuando se repet¨ªan los d¨ªas que, en la prisi¨®n, le conduc¨ªan a la muerte?
"S¨ª", dice Marcos Ana. "Pero ten en cuenta que nosotros ¨¦ramos presos especiales, pol¨ªticos, gente con ideas, y adem¨¢s organizada. O sea que no hab¨ªa vac¨ªo en nuestro interior. ?ramos como una gran orquesta dentro de la c¨¢rcel, y lo que nos preocupaba sobre todo era que no desafinara el conjunto... La desdicha ven¨ªa por la noche, cuando te acostabas y te tapabas con la manta; los recuerdos de la familia, las desdichas... Pensar en los a?os perdidos. Esa era la desdicha. Pero el d¨ªa era muy ajetreado; est¨¢bamos muy organizados y convertimos la c¨¢rcel en una universidad. Y en aquel pozo de dignidad y esperanza era muy dif¨ªcil que se vinieran las cosas abajo".
"Lo mismo suced¨ªa con la tortura", contin¨²a Marcos Ana. "Todo era un problema de imaginaci¨®n. Recuerdo las dos primeras veces que estuve condenado a muerte, la primera por las actividades en la Guerra Civil y la segunda porque en 1943 conmemoramos el Primero de Mayo en la c¨¢rcel. Se organiz¨® una ca¨ªda de compa?eros por algo que se hab¨ªa publicado en el peri¨®dico; yo me hice cargo del peri¨®dico, y a m¨ª me ten¨ªan que llevar como responsable. Me torturaron, no delat¨¦ a nadie. Me hice la siguiente idea para resistir: que me destrocen, pero volver¨¦ con dignidad".
De ah¨ª viene la energ¨ªa. Y de los segundos de angustia que preced¨ªan a la sensaci¨®n de que ¨¦l pod¨ªa ser el sentenciado. "Cuando estaba condenado a muerte conoc¨ªa hasta los pasos del carcelero, y cuando llegaba nos fij¨¢bamos en sus labios. Si est¨¢bamos tres o cuatro, antes de que dijera el nombre ya sab¨ªamos si era Carlos o Juan o Fernando, mi verdadero nombre, y lo sab¨ªamos por la posici¨®n de los labios. Otros amigos con los que he hablado me dicen lo mismo". ?Y qu¨¦ pasa en esos segundos? "Todo. Como un caleidoscopio. Una vez me llamaron para ser fusilado, por confusi¨®n. Se podr¨ªan tardar unos dos o tres minutos hasta llegar al despacho del juez; pues te aseguro que en ese tiempo pas¨® por mi imaginaci¨®n toda mi infancia, mis padres, mi familia... Cuando llegu¨¦ ante ¨¦l, ese cabrito que me estaba esperando mira mi expediente, me deja solo y no vuelve hasta veinte minutos m¨¢s tarde. Y cuando lo hace me informa de que ha habido una equivocaci¨®n. Me llamaban porque me ten¨ªan que comunicar que mi proceso se hab¨ªa anulado. Pero eso no me lo dijeron hasta algunos d¨ªas m¨¢s tarde".
De esos segundos proviene la energ¨ªa. Y de un hecho que ¨¦l cuenta, y no en broma: "Cumpl¨ª 91 a?os en enero. Me conmutaron la pena de muerte en noviembre de 1961. As¨ª que lo que cumplo son cincuenta a?os de libertad".
Les hicimos las mismas preguntas a dos acad¨¦micos, el arquitecto Fern¨¢ndez Alba y el fil¨®sofo Emilio Lled¨®. Han venido juntos. Y les preguntamos c¨®mo funciona una relaci¨®n amistosa en la que los dos cuentan con tanta experiencia, c¨®mo comparten la energ¨ªa de la amistad.
Primero habla Lled¨®. "En principio, por la coherencia con la memoria. Somos seres con memoria, sin ella no ser¨ªamos nada. La memoria sustenta la amistad, y la energ¨ªa de la edad, tambi¨¦n. Cuando quieres ver tu rostro, miras en un espejo; pero cuando quieres saber qui¨¦n eres, te miras en el rostro de un amigo, porque el amigo es otro yo". Fern¨¢ndez Alba coincide. Y ya hablamos de la vejez. Fern¨¢ndez Alba cree que la met¨¢fora que le va es la de frontera. "Los tiempos que se viven en la vejez son tiempos frontera... Los recorres, pero siempre mirando lo que ha acontecido en la vida. Y si en ese camino no te encuentras con la amistad, eres el ser m¨¢s desgraciado de la vida".
Es cierto que estamos en una frontera, dice Lled¨®. "Siendo objetivos, sin dramatismo de ninguna clase, tenemos m¨¢s pasado que futuro. Tanto es as¨ª que en esta distinci¨®n que se hace ahora de primera, segunda y tercera edad, a la edad en la que yo me encuentro la llamo la edad de la esperanza de vida... A m¨ª, la edad me da felicidad total. Por supuesto, habr¨¢s podido cometer alguna falta, alg¨²n error, pero crees que no has hecho nada malo, y eso te da felicidad porque con todos los errores que hayas podido cometer te sientes el mismo que eras".
Lled¨® cree que es el mismo que "con veintitantos a?os agarr¨® una maleta y se fue a Alemania". Y Antonio ?c¨®mo se siente? "Con matices. No tengo la experiencia vital que tiene Emilio, que es de una riqueza absoluta. Creo que la materia siempre hay que trascenderla porque, si no, se queda en el pragmatismo m¨¢s vulgar. Pero s¨ª me encuentro reconfortado con la amistad. Eso da tranquilidad. Y cuando existe esa tranquilidad hay un equilibrio que te permite esa especie de espera a que llegue en cualquier momento la partida del Hades...".
Fern¨¢ndez Alba cree que esta edad que tienen ahora "nos hace encontrarnos en una edad carente de destino, como dir¨ªa H?lderlin... En las otras edades, cada uno ha tenido puntos de fuga o nuevas perspectivas que estar¨ªan m¨¢s cerca de esa otra frase de Paul Eluard: 'Al norte del futuro...'. Ahora ya te encuentras en este sitio desde el que te preguntas: ?cu¨¢l es el destino? Esa carencia de destino te da una impresi¨®n del tiempo y tambi¨¦n una ocupaci¨®n del espacio".
Los dos han tenido ya, por decirlo as¨ª, todas las edades. ?Qu¨¦ les han ido dando? Lled¨®: "Tengo que confesar que hace 13 a?os, con 70, tuve que contestar algo semejante y me pareci¨® que los 70 eran horribles. Ahora digo: ?qui¨¦n los pillara! Creo que cada edad ha tenido su af¨¢n".
Antonio y Emilio han estado siempre relacionados, como profesores, con gente muy joven, estudiantes. Ellos se hac¨ªan mayores, estos eran igual de j¨®venes. ?Qu¨¦ repercusi¨®n ha tenido en ellos ese contacto? Dice Fern¨¢ndez Alba que ese contacto "es un anhelo vital", que te pone como en relaci¨®n "con la inteligencia, y esta se manifiesta en las edades j¨®venes. Un enriquecimiento. El joven es una inteligencia viva que interroga. Y cada generaci¨®n trae una imagen, un rostro, una mirada totalmente distinta. Nunca se repiten".
Lled¨® no siente narcisismo alguno al decir que no se siente "superior a mis alumnos, tan solo m¨¢s viejo; con algunos estudias m¨¢s, en cada ¨¦poca he sentido una manera peculiar de identificarme con ellos... Nunca he perdido las ganas de comunicar que tuve en mi juventud. Hasta en los ¨²ltimos cursos de doctorado que he dado en la UNED he sentido esas ganas. Y de ah¨ª viene mi energ¨ªa, de las ganas de comunicar".
La energ¨ªa es una forma de vida, no cabe duda. Estamos con Ana Mar¨ªa Matute, la ¨²ltima ganadora del Premio Cervantes. Enga?a esa apariencia fr¨¢gil con la que sale del ascensor como si fuera una flor blanca; luego pide un gin-tonic, pero rectifica, quiz¨¢ una cerveza le siente mejor a esta hora del mediod¨ªa. ?Siente usted que la edad, a medida que pasa, es una frontera o un aprendizaje? "Un aprendizaje. A veces, en seg¨²n qu¨¦ aspectos, te dices: ?Mecachis, si pudiera tener veinte a?os ahora! Lo que es muy molesto es la incapacidad f¨ªsica. Por ejemplo, ahora que tengo que ir en silla de ruedas, que tengo que pedir que me ayuden cuando voy a cualquier parte... Yo, que he sido una mujer tan independiente. Esto s¨ª que es un poco duro".
Pero al final, concede Ana Mar¨ªa Matute, te acostumbras y te dices: "?Hombre, yo lo he hecho tambi¨¦n con viejecitos, pues que ahora lo hagan conmigo!". Y estalla en carcajadas. Ana Mar¨ªa, ?la edad acrecienta la sabidur¨ªa o uno sabe porque va aprendiendo? "Depende de la persona. No hay una regla. Hay personas que aprenden con la edad y otras que se vuelven insoportables. Quiz¨¢ porque al sentirse disminuidos lo llevan muy mal, casi sienten odio hacia los j¨®venes. Eso a m¨ª no me ocurre... En fin, hay viejos muy buenos y viejos muy malos".
La edad, en todo caso, hace m¨¢s imprescindible la amistad: "Es m¨¢s importante que el amor. Es otra forma distinta de amor... Y cuando eres viejo como yo, muchos de los amigos de tu edad son tus c¨®mplices. Como en el amor".
Ella dice que es "de la ¨¦poca de los ni?os asombrados. Supongo que en la mayor¨ªa de personas llega un momento en que dices: 'ya lo he visto todo y ya me ha pasado de todo'. Pero hay otros, como yo misma, a los que, aunque nos hayan pasado las cosas m¨¢s desagradables de la vida, todos los d¨ªas nos asombra algo. Por tanto, te digo que conservo un poquito de juventud".
Cuando le citamos al ciclista Bahamontes (que dej¨® la bicicleta cuando dej¨® el ciclismo, pero que aqu¨ª, en esta oficina suya de Toledo, sigue rodeado de ellas, y desde hace d¨¦cadas organiza campeonatos) los nombres del resto de los veteranos de este reportaje, dijo, en medio de una carcajada: "?Yo estoy mejor que todos esos que has nombrado. Fijo!". ?C¨®mo lo logra?, le preguntamos enseguida. "Muy sencillo. Te vienes ma?ana s¨¢bado y cuando me veas me preguntar¨¢s: '?Y eso haces todos los s¨¢bados y todos los domingos?'. Pues lo hago. Trabajar. Desde por la ma?ana hasta las dos o las tres, que paro para comer. Y a la media hora estoy enganchado otra vez. Me levanto a las siete, y no paro".
Habla con orgullo de ese vigor, y con orgullo habla de las gemelas que dio a la vida hace poco m¨¢s de veinte a?os, cuando ten¨ªa algo m¨¢s de sesenta. ?Y de d¨®nde le viene la energ¨ªa? "De la ilusi¨®n... Y de la vida. Empec¨¦ a trabajar a los 11 a?os, echando piedras en un volquete; mi padre machacaba las piedras, e ¨ªbamos desde Villarrubia de Santiago hasta Oca?a por una carretera de tierra". Oca?a le lleva al recuerdo de las c¨¢rceles, donde estuvo su padre, y a la guerra. "No se me olvidar¨¢ en la vida porque los de la CNT quisieron fusilarle. Lo tengo grabado. Cuando eres peque?o se te queda todo mucho m¨¢s marcado que cuando te vas haciendo mayor".
La bicicleta lo hall¨® trabajando; "en lo que pillaba"; iba y ven¨ªa en bicicleta, y un d¨ªa el padre le grit¨®: "?Que est¨¢s seleccionado para la vuelta de ?vila!". Tuvo un padrino (Evarist Murtra, un empresario barcelonista; Bahamontes es ahora un convencido cul¨¦), gan¨® todo lo que se le pon¨ªa por delante, y ahora, aunque no corre, sigue compitiendo. Es de herencia: "Mi abuelo, el padre de mi madre, desde peque?ito ten¨ªa este car¨¢cter. Era peque?o, pero mat¨®n. Mi madre dec¨ªa siempre: 'Alto y flojo como el hinojo'. Porque cuando son m¨¢s altos les cuesta m¨¢s agacharse y trabajan peor. Hay poquitos grandes que doblaran bien el lomo".
?Y la veteran¨ªa es un grado, Bahamontes? "Mucho. La experiencia es m¨¢s que la fuerza". Est¨¢ lleno de memoria, y pasa de la veteran¨ªa al recuerdo. "A Fausto Coppi le invit¨¦ a una cacer¨ªa porque nunca hab¨ªa visto correr galgos. Fuimos a Talavera, a una finca m¨¢s grande que la m¨ªa. Echamos una liebre y antes de comernos las migas me dijo: 'Si te dedicaras a correr el Tour...'. Se refer¨ªa a la general, no a la monta?a. Pero entonces yo no ten¨ªa equipo. Me dedicaba a la monta?a, que era mi fuerte, y en la que pod¨ªa demostrar mi val¨ªa. Les gan¨¦ a todos en los Pirineos. Le met¨ª a Anquetil cuatro minutos y pico. ?La energ¨ªa? Pues ven¨ªa de que me sub¨ªa aqu¨ª el cerro de los Palos, sal¨ªa a tope y en fr¨ªo... Un teniente coronel me dijo: 'T¨² corriendo has ganado m¨¢s que yo como teniente coronel y te mantienes mucho mejor'. S¨ª, pero el sacrificio que llevo...". ?Y a usted c¨®mo le afecta tener 82 a?os? "Que no puedes darle marcha atr¨¢s como a los relojes para poder estar al pie del ca?¨®n toda la vida". Pero si no trabajara, dice, "estar¨ªa hundido".
Pues Mar¨ªa Asquerino, una de las grandes actrices de la escena (y del cine), s¨ª decidi¨® dejarlo, no trabajar m¨¢s, cuando a¨²n habr¨ªa tenido energ¨ªa para seguir. La energ¨ªa, que mantiene leyendo, paseando, yendo al teatro a ver a sus colegas, no le viene de herencia, "porque a mis padres no les gustaba salir. Eran unos c¨®micos cl¨¢sicos, de los de antes, siempre metidos en el teatro".
Los padres se separaron poco despu¨¦s de nacer Mar¨ªa. "Mi madre ten¨ªa mucho car¨¢cter, y mi padre era m¨¢s blando. Los quer¨ªa y los admiraba mucho".
?Se puede vencer a la edad, Mar¨ªa? "Claro. A m¨ª no me cuesta ning¨²n trabajo porque me muevo, no soy esa cl¨¢sica mujer que se queda en casa viendo la televisi¨®n. No, no. En cuanto me despierto estoy deseando irme a la calle. Me gusta la calle, hablar con la gente, ir de ac¨¢ para all¨¢, ir al centro. Tambi¨¦n voy mucho al teatro Espa?ol porque tiene un bar muy simp¨¢tico, al que van los actores que trabajan all¨ª. Siempre son muy amables conmigo".
Ella decidi¨® hace cuatro a?os que ya no quer¨ªa trabajar. "Porque empec¨¦ a ver a algunos actores que ya no deber¨ªan estar trabajando con la edad que ten¨ªan y a los que la gente pon¨ªa un poco verdes. Me dije: 'A m¨ª no, as¨ª que me retiro'. Siempre he tenido buena memoria para estudiar, pero me empez¨® a bajar un poco y eso tambi¨¦n me influy¨®. Y me dieron ganas de irme a donde me diera la gana".
Lo ¨²ltimo que hizo fue una versi¨®n de T¨ªo Vania, de Ch¨¦jov, en el Mar¨ªa Guerrero. Y se dijo: "Ya no m¨¢s. Me voy con un autor tan importante como Ch¨¦jov, en un teatro importante y p¨²blico. Me voy".
Se fue en forma, s¨ª, "completamente en forma"; ahora se mueve, hace gimnasia, se entera de lo que pasa, lee el peri¨®dico... "Esos que no leen el peri¨®dico y se sientan en casa a ver la televisi¨®n, mal asunto".
No se rinde, jam¨¢s, Mar¨ªa Dolores Pradera. Aqu¨ª est¨¢, en su casa; llega su hijo Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, galerista. Ella est¨¢ radiante, aunque hace un rato tuvo que someterse a unos minutos de fisioterapia, pues un brazo la anda fastidiando. Pero ah¨ª est¨¢ la voz, que sigue fresca, la energ¨ªa de la mirada. "Creo que en mis ojos hay algo heredado de mi madre; el colorido y la viveza. Procuro estar alegre. Si no lo estoy, me lo impongo, me cuento chistes de cuando era peque?a y me r¨ªo much¨ªsimo. Eran unos chistes muy divertidos".
Nunca la toc¨® un bistur¨ª, "?qu¨¦ miedo!". Y siempre ha estado rodeada de j¨®venes. "Mi madre dec¨ªa: 'Estar entre j¨®venes es puro ego¨ªsmo, porque todos me van a echar una mano. Si son de mi edad, no pueden ayudar en nada". Fue fumadora hasta los sesenta a?os, "pero lo dej¨¦ porque los nietos se burlaban de c¨®mo fumaba la abuela". Pero no, no se ha cuidado la voz especialmente. Y sigue cantando.
Le pesa la biograf¨ªa, dice. Su padre, Juan Pradera, muri¨® muy joven, la madre remont¨® la tristeza, "pero fueron a?os duros" a los que se suman las ausencias de sus hermanos muertos, que ahora llenan de memoria la casa. Se superan los malos tiempos "cultivando amigos, llam¨¢ndolos por tel¨¦fono, sabiendo que no me olvidan, y entonces me recupero". La m¨²sica le da esperanza, "no podr¨ªa vivir sin m¨²sica". Y sin arreglarse. ?Qu¨¦ es envejecer para usted?, le preguntamos. Y ella dice, como si encontrara un eslogan: "Envejecer es no arreglarse". Y a?ade: "No tener curiosidad, no interesarte por las cosas. A m¨ª me interesa todo".
La indiferencia, dice Mar¨ªa Dolores Pradera, es envejecer tambi¨¦n. "Y que la fatalidad te enferme". Naci¨® con mucha energ¨ªa, dice. "Y con un ojo gui?ado". Acaso la energ¨ªa que est¨¢ detr¨¢s de estos veteranos venga de ah¨ª, de que le siguen gui?ando un ojo a todo lo que ven, incluido el futuro.
Es lo que hace Carmen Arrojo. Desde el nombre, un arrojo ins¨®lito a los 93 a?os. Est¨¢ en su casa, un sexto piso en Las Vistillas, desde cuya azotea ve todo Madrid, la ciudad en la que naci¨® y de la que la expuls¨® la guerra, en la que fue combatiente republicana. Fue, en la Rep¨²blica, una militante socialista, y cuando las Juventudes Socialistas se unificaron y se cre¨® el Partido Comunista de Espa?a sigui¨® en la brecha. En la contienda fue enfermera, maestra, presa, habitante a la fuerza de un campo de concentraci¨®n. En el exilio interior, camuflada, hizo punto, cuid¨® ni?os, educ¨® a muchachos, se enfrent¨® a mayores, en Madrid y en Galicia, y cuando ya ten¨ªa 57 a?os, su madre, que vivi¨® casi hasta el siglo, le explic¨® que deb¨ªa pensar en el porvenir, y se hizo maestra en un a?o.
Carmen hab¨ªa hecho los primeros estudios con su padre, que era inspector de Hacienda "y rojo"; no iban a la escuela ni ella ni su hermano porque los padres no quer¨ªan que les ense?aran religi¨®n... Luego, cuando ya era maestra, estudi¨® adem¨¢s para dar clases de filolog¨ªa hispano-francesa, y eso hizo en Barcelona, despu¨¦s de un periodo en que ejerci¨® el magisterio en dos pueblos de Granada.
Sigue en pie, ayudando; ayuda a la Cruz Roja, se manifiesta contra la guerra ("la m¨¢s b¨¢rbara de todas las actividades humanas"), ayuda a los que buscan que se cumpla la ley de la Memoria Hist¨®rica... Le pregunt¨¦ qu¨¦ le hace conservar esa energ¨ªa progresista que la anima a su edad: "Ayudar, solidarizarme. Eso es lo que me mantiene viva". Y cuando ya nos ¨ªbamos por la puerta le pregunt¨¦ si hab¨ªa tenido hijos. No. A su compa?ero lo fusilaron los nacionales en la guerra. "Y ya nunca hubo otro como ¨¦l". As¨ª que ha permanecido soltera, con la memoria intacta, rodeada de gatos que le descuelgan el tel¨¦fono, mirando el cielo de Madrid que un d¨ªa fue un cielo de plomo y que ahora la despierta feliz a pesar de tantas cicatrices como le ha dejado en el alma ese pasado tantas veces dram¨¢tico y siempre trepidante que ella recita con orgullo y con una voz con la que parece que va a romper a cantar. ?Energ¨ªa? Esta veterana la tiene toda.
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