Estrella de Elio
El octogenario dise?ador Elio Berhanyer cierra su taller y se retira de la pasarela. Tras una carrera de m¨¢s de medio siglo. Se despide un s¨ªmbolo de la moda de otro tiempo. Compa?eros y modelos le rinden homenaje.
He estado durante m¨¢s de 60 a?os en una gran comida y al llegar al postre no me lo dan. Es muy triste terminar as¨ª una carrera tan larga y hecha con amor. Yo me cas¨¦ con la moda y la sigo amando tanto que no habr¨¢ nunca divorcio...", Elio Berhanyer tropieza con las l¨¢grimas mientras intenta expresar sus sentimientos ante su retirada forzosa de la moda.
A finales de 2010, el dise?ador cordob¨¦s se resign¨® al cierre de su taller y de su tienda en Madrid y a cancelar su participaci¨®n en la 53? edici¨®n de la pasarela Cibeles Madrid Fashion Week, que se celebr¨® en febrero. Su socio empresarial desde 2006, el grupo AB Dise?o y Moda -formado por Artesanos Camiseros y Capital Riesgo Madrid, participada por Cajamadrid y la comunidad aut¨®noma-, ha apostado por atajar las p¨¦rdidas. Pero Berhanyer, de 82 a?os, desear¨ªa continuar. "En mi cabeza soy un treinta?ero. Mantengo mi capacidad para crear", defiende m¨¢s de una vez a lo largo de dos encuentros en su casa de Madrid.
Sin perder del todo la esperanza de volver a dise?ar, Berhnayer se concentra ahora en la c¨¢tedra que imparte en la Universidad de C¨®rdoba. Y en sus recuerdos. El padrino de la moda espa?ola -con permiso de Manuel Pertegaz, de 93 a?os- relata con una memoria asombrosa algunas de las an¨¦cdotas m¨¢s pintorescas de la historia de la moda en Espa?a en la segunda mitad del siglo XX. Su biograf¨ªa, seg¨²n su propio relato, es material altamente literario. Elio ten¨ªa siete a?os cuando su padre fue fusilado en C¨®rdoba por su amistad con un diputado del partido comunista. "Mi padre no ten¨ªa ninguna ideolog¨ªa, pero ¨¦l era nuestro vecino y trabajaban en la misma f¨¢brica", recuerda. Elio, su madre y su hermana Plinia se refugiaron en el pueblo de Espiel. A los nueve a?os fue enviado a Sevilla, pero se escap¨® de la casa de su abuela. Llev¨® una vida de vagabundo y tuvo que empezar a trabajar "en los oficios m¨¢s miserables". Primero, como listero en una obra: marcaba con una cruz cuando los obreros devolv¨ªan las herramientas, dorm¨ªa entre los sacos y com¨ªa lo que otros trabajadores le tra¨ªan. Pero en esa ¨¦poca se gest¨® un apetito por el dibujo y la fabulaci¨®n, que le ser¨ªan muy ¨²tiles en su edad adulta. "El arquitecto dejaba all¨ª los planos y yo cog¨ªa papeles y dibujaba cosas que no estaban proyectadas en los edificios", afirma.
Despu¨¦s estuvo al cuidado de los cerdos y las vacas de unos t¨ªos que le acogieron en una barriada de las afueras de Sevilla. "Los llevaba a unos arroyos con moreras en una finca de la duquesa de Alba", explica. "Deb¨ªa estar muy pendiente de la carretera porque si ve¨ªa un Rolls-Royce ten¨ªa que sacar a los animales: significaba que ven¨ªa la duquesa y me echaban. De ah¨ª sali¨® mi idea de que la riqueza era un Rolls-Royce. Al ganar alg¨²n dinero, me compr¨¦ uno. Cuando eres muy pobre, crees que eso es la felicidad. Luego te das cuenta de que no es el camino". De momento, todav¨ªa en la infancia, su medio de transporte era m¨¢s sencillo: un carro tirado por una mula con el que transportaba leche y basura entre el campo y la ciudad.
El chiquillo acab¨® despachando en la lecher¨ªa, tachando cupones de las cartillas de racionamiento. De ah¨ª pas¨® a ser botones en Publicidad El Sur, donde se le present¨® la primera oportunidad de exhibir sus dotes creativas cuando uno de los dibujantes enferm¨®. El boceto a plumilla de un cami¨®n para la publicidad de una empresa de transportes fue otro peculiar veh¨ªculo en su azaroso camino hacia la moda. Cuando la empresa cre¨® una revista llamada Estela, le encarg¨® las cr¨®nicas -ficticias- de lo que los grandes dise?adores presentaban en Par¨ªs o Nueva York. Berhanyer conserva todav¨ªa algunos ejemplares que testimonian aquellos viajes hechos con la imaginaci¨®n. Bocetos sin relaci¨®n alguna con lo que Dior o Lanvin ofrec¨ªan en realidad. Desde la oficina de Sevilla, todav¨ªa adolescente, ilustraba dise?os inventados y redactaba detalladas cr¨®nicas. Con una soltura admirable para alguien que nunca aprendi¨® a leer y a escribir en la escuela.
Madrid fue el siguiente paso en su ascensi¨®n social y vital. Recal¨® en la redacci¨®n de la revista Astra, que le abri¨® las puertas de su primer desfile de moda no imaginario. Seg¨²n su relato, entr¨® en los salones de Pedro Rodr¨ªguez calzado con humildes alpargatas y fue encargado de seleccionar el traje de la colecci¨®n que ocupar¨ªa la portada. En esa ¨¦poca, Berhanyer tambi¨¦n se inici¨® en el vestuario teatral de la mano de Gustavo P¨¦rez-Puig. Tal vez la ocupaci¨®n de la que habla con mayor pasi¨®n.
En su rico anecdotario hay historias memorables sobre el escenario. Detalla c¨®mo en 1954 se le encarg¨®, el mismo d¨ªa del estreno, que elaborara los disfraces de romanos para un grupo de militares improvisadamente convertidos en actores. Ten¨ªa 30 pesetas y estaba en juego la representaci¨®n en Santander de Ifigenia en ?ulide. Berhanyer les puso bragas de mujer color carne, les arm¨® con escudos de cart¨®n y escobas convertidas en lanzas y los unt¨® de purpurina plateada. A mitad de la representaci¨®n, los picores que sent¨ªan los figurantes eran tan intensos que desaparecieron del escenario de la plaza Porticada y corrieron a tirarse a la bah¨ªa. "Al d¨ªa siguiente me buscaban para darme una paliza", sostiene entre risas. Con orgullo menciona el vestuario de varias obras de su gran amigo Antonio Gala o el de El arquitecto y el emperador de Asiria, dirigida por Adolfo Marsillach en 1977.
La biograf¨ªa oficial cuenta que se estren¨® en la alta costura en 1960, aunque ¨¦l sostiene que empez¨® antes. Los sue?os de grandeza gestados en el arroyo sevillano se vieron ampliamente colmados con su casa de moda. Visti¨® a la alta sociedad espa?ola durante el franquismo y present¨® sus colecciones por todo el mundo -de El Cairo a Miami, de Caracas a Munich- "sin pagar ni un duro". Vendi¨® en grandes almacenes de EE UU, como Bergdorf Goodman, y apareci¨® en las m¨¢s prestigiosas revistas de aquel pa¨ªs. Miguel Palacio explica que a?os atr¨¢s encontr¨® en Par¨ªs un ejemplar de Vogue USA en el que su ropa aparece fotografiada por Richard Avedon. Lo compr¨® para ¨¦l, aunque nunca ha acabado por d¨¢rselo.
Entre sus huellas en la sociedad estadounidense, Berhanyer menciona a las gemelas Naty y Ana Mar¨ªa Abascal. Cuenta que las hizo famosas con un truco de prestidigitador. Se publicit¨® que eran una sola modelo: la m¨¢s r¨¢pida del mundo, que sal¨ªa vestida con distinta ropa en cuesti¨®n de segundos. "Se dice que el pr¨ºt-¨¤-porter naci¨® en Francia en los a?os sesenta, y es mentira", defiende el dise?ador. "Cuando no exist¨ªa, los americanos ya nos compraban los dise?os originales y los reproduc¨ªan por tallas. Los espa?oles vend¨ªamos mucho con ese sistema. Pertegaz y yo, desde aqu¨ª, y Balenciaga, desde Par¨ªs". Con el dinero, Berhanyer se compr¨® su magdalena de Proust: un Rolls-Royce. Y reenfoc¨® la pasi¨®n que sent¨ªa por los animales, desde que su padre le regalara una cabra en la ¨²ltima fiesta de Reyes que compartieron. Hasta guepardos aparec¨ªan a su lado en extravagantes fotograf¨ªas.
"En su obra hay dos aspectos clave", analiza Pedro Mansilla. El periodista y soci¨®logo fue el comisario de la muestra que en 2008 organiz¨® el Ministerio de Cultura en el Museo del Traje como celebraci¨®n de los 50 a?os de profesi¨®n de Berhanyer (las cifras bailan). "Por un lado est¨¢ el m¨¢s moderno, que le emparenta con el futurismo de Courr¨¨ges en los a?os sesenta. Por el otro, una reencarnaci¨®n de la elegancia hist¨®rica espa?ola, la de la pintura de los siglos XVIII y XIX. Ah¨ª entronca con Balenciaga, aunque es menos abstracto y m¨¢s popular". Con nostalgia, Berhanyer recuerda oportunidades perdidas. Asegura que dispuso de ofertas para irse a Par¨ªs antes de que los cambios sociales y econ¨®micos de los sesenta hicieran desaparecer las casas de alta costura. No lo hizo porque confiaba en que Espa?a se convertir¨ªa en la tercera potencia mundial en la moda. "Quedarse en Espa?a impidi¨® que su trabajo alcanzara su punto de masa cr¨ªtica", reflexiona Mansilla.
Ya octogenario, tiene marcada una fecha a la que culpa de la mala fortuna de la moda del pa¨ªs. Fue en 1974, en los estertores del r¨¦gimen franquista. "Ese a?o, el ministro de Hacienda nos impuso un impuesto del 60%. No hab¨ªa forma de que el negocio aguantara con esa tasa. La alta costura desapareci¨®. Pertegaz, Pedro Rodr¨ªguez y yo cerramos los talleres en 1978. El Estado se carg¨® la moda espa?ola. En ese momento hab¨ªa censura y no se pod¨ªa decir, pero ahora s¨ª", argumenta con rabia. Se?ala que fue entonces cuando Italia elimin¨® aranceles a la industria textil, lo que le permiti¨® expandirse.
Berhanyer -a diferencia de Balenciaga- trat¨® de reconvertirse a la confecci¨®n en serie, con resultado irregular. "En los a?os setenta, los trajes de las azafatas de Iberia le aseguraban un importante volumen. Eso le permit¨ªa trabajar con un fabricante de pr¨ºt-¨¤-porter magn¨ªfico. Cuando en los ochenta perdi¨® el contrato de Iberia, empez¨® el lento declive de su marca", sostiene Mansilla. Una de las an¨¦cdotas favoritas de Elio se refiere a ese pr¨ºt-¨¤-porter con el que ha mantenido una relaci¨®n ambivalente. Un d¨ªa, alguien le advirti¨® alarmado que en Par¨ªs hab¨ªan inventado una m¨¢quina que iba a traer la ruina para todos los modistas: "Meten un dibujo, entra una se?ora y sale vestida", le explicaron. "Lo han patentado: ?se llama Petra Porter!".
Con la llegada de la democracia, Berhanyer afirma que encontr¨® trabas para participar en la Pasarela Cibeles. "No recuerdo que se le pusiera obst¨¢culo alguno", niega Leonor P¨¦rez-Pita, directora del certamen. En cualquier caso, no figur¨® en el calendario hasta 1994. "Yo no soy de izquierdas ni de derechas", alega Berhanyer. "Respeto a los que tienen ideales pol¨ªticos, pero yo no los tengo. A m¨ª me interesan las personas", afirma el dise?ador. Sus ¨²ltimas d¨¦cadas no han sido creativamente tan relevantes, pero su figura suscita hoy consenso y simpat¨ªa. En 2002 recibi¨® la Medalla de Oro al M¨¦rito en las Bellas Artes y la pasarela madrile?a celebr¨® en 2009 su medio siglo en la moda. El peri¨®dico The New York Times le dedic¨® entonces un art¨ªculo en el que se le saludaba como uno de los m¨¢s veteranos dise?adores del mundo que segu¨ªa desfilando.
Sus compa?eros de profesi¨®n y modelos que trabajaron con ¨¦l -como Laura Ponte y Judit Masc¨®- aceptaron de inmediato participar en este reportaje. Le dedican palabras profundamente afectuosas. "Cuando cumpli¨® 80 a?os se organiz¨® un homenaje", recuerda David Delf¨ªn. "Yo no le conoc¨ªa mucho, pero me emocion¨® la forma tan ¨ªntima en la que habl¨® de su trabajo". "Es impecable como profesional, y todav¨ªa m¨¢s en lo humano", opina Roberto Verino. "Hoy todo es muy impersonal", apunta Miguel Palacio. "?l representa el lujo de lo impecable, en el que cada vestido encajaba a la perfecci¨®n con el estilo y la personalidad de la mujer que lo llevaba". "Me cuesta hablar de ¨¦l en pasado porque me gustar¨ªa que siguiera siendo una realidad", reclama Jes¨²s del Pozo. "Su trabajo se define por la elegancia buscada en la sencillez, que aporta libertad y comodidad", analiza Juanjo Oliva.
"La gente le tiene much¨ªsimo cari?o", asegura M¨®nica de Tom¨¢s. "Es, con permiso de Balenciaga, el maestro de la alta costura espa?ola. Maravilloso como persona y como dise?ador". Ella ha sido durante 10 a?os su modelo de pruebas y prepara un libro sobre el extraordinario viaje desde la Andaluc¨ªa tr¨¢gica hasta las sonrientes azafatas que surcaban el cielo con sus modernos dise?os. Una trayectoria cargada de curiosidades p¨ªcaras. Berhanyer defiende que fue el primero en poner m¨²sica en un desfile en Espa?a -canto gregoriano, para disgusto de alguna indignada arist¨®crata- y que particip¨® en los balbuceos del destape, con una t¨²nica que Victoria Vera llev¨® en ?Por qu¨¦ corres, Ulises? Mansilla destaca, adem¨¢s, una ocurrencia poco conocida del cordob¨¦s: "Invitaba a los playboys de la ¨¦poca a sus desfiles. Eso ten¨ªa dos sentidos. Uno, a las mujeres les parec¨ªa m¨¢s divertido ir a presentaciones donde hab¨ªa hombres. Dos, facilitaba que los galanes reconocieran si una mujer llevaba su ropa. Eso era un a?adido para una generaci¨®n de chicas que no quer¨ªan vestirse como sus madres".
Es dif¨ªcil anticipar el siguiente paso de un superviviente como ¨¦l. Es posible que hoy tenga la vista nublada, pero los ojos de su memoria siguen tan enfocados y ¨¢giles como los de aquel ni?o cordob¨¦s que vigilaba la carretera, listo para salir corriendo en cuanto doblara el Rolls-Royce.
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