El Derby del Gran Corso
Al llegar a Londres, para pagar el taxi, recurro a las libras que he sacado de un cajero de Edimburgo: el taxista las mira con un rechazo cercano a la repugnancia. "Esto es dinero escoc¨¦s. ?No tiene usted dinero ingl¨¦s?". Me fijo en los billetes por primera vez y, en efecto, ostentan un tono azulado oscuro y la efigie p¨¦trea de un guerrero medieval que no me suena. ?Nuevo ¨¦xito de los nacionalistas! La Europa desarrollada ha llegado bien que mal a la moneda ¨²nica, pero en Reino Unido hay casi dos que se odian entre s¨ª aunque en realidad solo sean una. ?Viva la diferencia y su fraude al sentido com¨²n! El d¨ªa que los indignados contra el nacionalismo se re¨²nan en alguna plaza, donde sea, all¨¢ que me voy...
Un joven de 19 a?os gana la carrera. Es la primera vez que participa en ella
Entre purasangres no hay aristocracia m¨¢s que la que se revalida en la pista
Y todo ocurre el a?o en que Elisabeth Regina cumple 60 en el trono de Reino Unido. Tengo vac¨ªo el disco duro mon¨¢rquico, qu¨¦ le vamos a hacer, pero siento simpat¨ªa casi enternecida por the Queen. Cuando Sherlock Holmes se aburr¨ªa, disparaba contra la pared de Baker Street, para esc¨¢ndalo de la se?ora Hudson y escrib¨ªa a tiros "VR", por la reina Victoria; si yo tuviese pistola y fuese detective consultor dibujar¨ªa "ER" en el muro de mi cuarto. ?Hemos visto tantos Derbys juntos! Bueno, juntos precisamente no, ella casi siempre en una localidad mejor que la m¨ªa. Pero lo que cuenta es la afici¨®n y ER es una aut¨¦ntica aficionada al turf, eso se nota. A mi parecer, es lo ¨²nico con lo que de verdad ha disfrutado en su reino: criando caballos de carreras y vi¨¦ndolos competir. ?Aquella Dumferline (escocesa de nombre, por cierto) que gan¨® el Oaks y el St. Leger y se coloc¨® en el Arco! Porque los caballos de la reina han ganado todas las pruebas cl¨¢sicas inglesas. Todas... menos el Derby, la que m¨¢s cuenta.
Estuvo cerca de conseguirlo reci¨¦n coronada con Aureole, el m¨¢s querido de sus campeones. Lleg¨® segundo detr¨¢s de Pinza, al que montaba el cincuent¨®n Gordon Richards, el mejor jockey de la ¨¦poca, pero que tampoco hasta ese d¨ªa hab¨ªa ganado la gran carrera y al que acababa de nombrar sir. Cuando subi¨® a su palco a saludarla, como es ritual tras la prueba, sir Gordon solo pudo murmurar: "Lo siento, se?ora". Sin embargo hoy, tantos a?os despu¨¦s, la reina parece contar con una baza s¨®lida para ganar el Derby. Se trata de Carlton House, triunfador en el Dante Stakes de York, la preparatoria m¨¢s fiable para el gran cl¨¢sico. L¨¢stima que el caballo no ha sido criado en su yeguada, pese a ser nieto de Bustino, que fue uno de sus mejores sementales: se trata de un regalo, realmente regio, del jeque de Dub¨¢i. Pero no deja de ser una met¨¢fora significativa del tiempo presente que la reina, por culpa de la crisis o al menos para no dar demasiado esc¨¢ndalo en ella, haya de
-bido reducir notablemente sus efectivos h¨ªpicos que mimaba con tan orgulloso amor y consiga su candidato al Derby de uno de los aut¨®cratas del petr¨®leo... uno al que sus s¨²bditos a¨²n no se deciden a cuestionar y los occidentales mucho menos (nuestro presidente le visit¨® hace no mucho, en su gira petitoria por Arabia). De las c¨¢lidas tierras isl¨¢micas nos llegan amenazas y d¨¢divas: quiz¨¢ lo peor de todo sea que rara vez logramos distinguir convincentemente unas de otras.
Por supuesto, antes del Derby pueden hacerse regalos y cortes¨ªas, pero no en la carrera misma. Entre purasangres no hay aristocracia m¨¢s que la que se revalida en la pista. Al caballo de Cal¨ªgula (?se llamaba quiz¨¢ Imperioso?) sin duda los dem¨¢s contendientes le dejar¨ªan ganar por prudencia, pero el de ER no puede esperar tales favores. En esta ocasi¨®n tendr¨¢ que enfrentarse con la potente escuadra irlandesa del preparador Aidan O'Brien, que presenta nada menos que cuatro efectivos, todos de magnitud considerable. Dos de ellos, Treasure Beach y Seville, son hijos de Galileo: quiz¨¢ en su d¨ªa los te¨®logos consideraron hereje a Galileo pero hoy, en el mundo del turf, los her¨¦ticos son quienes le niegan como origen de irremediables vencedores. Tambi¨¦n son temibles el tordo Native Khan, segundo en las Dos Mil Guineas, y Vadamar, enviado por el Aga Khan a la carrera que ya ha ganado ¨²ltimamente tres veces.
Y adem¨¢s hay que contar con Pour Moi: viene de Francia y lo entrena el arrogante -con motivos, desde luego- Andr¨¦ Fabre, un preparador que lo ha ganado todo en todas partes menos este Derby y que asegura que, por fin, tiene el caballo adecuado para puntuar. Al escaso en estatura pero erguido en ambici¨®n Andr¨¦ Fabre suelen llamarle, pince-sans-rire, el Napole¨®n de Longchamp. Sin embargo, no proviene de C¨®rcega, de donde en cambio es originaria la familia del jovenc¨ªsimo jinete (19 a?os) que monta su caballo, Mickael Barzalona. No es con todo el benjam¨ªn de quienes cabalgan en la prueba, porque uno de los caballos de O'Brien lo lleva su hijo Joseph, que a¨²n no ha cumplido los 18 seg¨²n cuentan. Claro que esa era precisamente la edad que ten¨ªa Lester Piggott cuando gan¨® el primero de sus nueve Derbys con Never Say Die...
Es precisamente el teenager irland¨¦s quien toma decididamente la cabeza en el Derby sobre Menphis Tennessee para asegurar un paso vivo en la prueba y favorecer a los otros tres candidatos entrenados por su padre. El joven corso, en cambio, va a la cola del pelot¨®n. El caballo de la reina, Carlton House, sufre alg¨²n que otro zarandeo y es obstaculizado por varios de los participantes menores, esos que corren solo para satisfacer el capricho de su propietario. En la recta final, se esfuerza por alcanzar a Treasure Beach, que ha relevado al de cabeza en el mando y parece ganador. Carlton House lo da todo, pero no va a ser suficiente, porque el de O'Brien no se deja doblegar. Pendientes de ese duelo, nos olvidamos de Pour Moi, que ha tomado la curva en ¨²ltima posici¨®n y ahora viene rebasando uno tras otro a sus adversarios por el exterior de la pista. Nadie ha logrado abordar el ¨²ltimo la recta final de Epsom y ganar el Derby: el gran Dancing Brave lo intent¨® y perdi¨® por un cuello. Pero al joven Barzalona no le importa que los precedentes est¨¦n contra ¨¦l. Empuja y empuja con denuedo, hasta que en el ¨²ltimo tranco rebasa a los dos primeros. En ese momento asombroso, un instante a¨²n antes de ganar, se pone en pie en los estribos y alza la fusta en un gesto triunfal. ?Eso no se hace! gru?imos los viejos. Puede desestabilizarse, torcer al caballo, caerse, cualquier cosa... Pero tiene 19 a?os y est¨¢ ganando el Derby la primera vez que monta en ¨¦l, ante la reina y cientos de miles de espectadores, ante el mundo. Es su d¨ªa, su gloria... Como dijo Cicer¨®n, prudentia non cadit in hanc aetatem...
En el atestado tren que vuelve de Epsom, la mucha cerveza ingerida exalta a unos y amodorra a otros. Tres mozos congestionados discuten los incidentes de la carrera, mientras el cuarto -que viste la camiseta del Manchester- cabecea entre ellos. Rotundo y estent¨®reo, uno concluye: "The winner is Barzalona!". El del Manchester abre un ojo, sobresaltado, y suspira: "Again!". Luego vuelve a dormirse.
Fernando Savater es escritor.
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