Del euskera mimofante
El mimofante es una criatura imaginaria creada por el escritor Arthur Koestler para dar cuenta de aquellos seres dotados de la sensibilidad de la mimosa para uno mismo y de la piel y la brutalidad del elefante para con los sentimientos de los dem¨¢s. A este respecto, el euskera de nuestros d¨ªas, hay que decirlo, podr¨ªa ser considerado un mimofante, pues si bien a lo largo de la pasada dictadura sufri¨®, qu¨¦ duda cabe, las inclemencias de un castellano mimofante con respecto a su suerte, en las ¨²ltimas d¨¦cadas cambiaron las tornas. Ahora, el euskera ostenta la primac¨ªa simb¨®lica. As¨ª, todas las decisiones encaminadas a su uso se consideran normales, de suyo van. En cambio, cualquier intento, si es que hay alguno, de colocar en pie de igualdad a ambas lenguas coloca al mundo del euskera en un grito. Dir¨ªase que las pret¨¦ritas afrentas legitimasen las presentes y las por venir.
Hace unos meses, el profesor de la Universidad de Lovaina Philippe Van Parijs, al ser preguntado acerca de la convivencia ling¨¹¨ªstica en B¨¦lgica, dec¨ªa: "Es un biling¨¹ismo muy asim¨¦trico. En la mayor¨ªa de los encuentros entre flamencos y valones se habla franc¨¦s. Este peque?o proceso que nace de la amabilidad tiende a llevar a la agon¨ªa de las lenguas m¨¢s d¨¦biles. La amabilidad de la gente, que quiere comunicarse entre s¨ª, lleva al exterminio de las lenguas". Lo sostenido por nuestro profesor, la teor¨ªa del maleducado como salvaguarda de la lengua, podr¨ªamos decir, ha hecho fortuna por estos lares, donde no es raro escuchar palabras parecidas. Se tratar¨ªa, en definitiva, de ser un grosero para ser un buen euskaltzale. Con todo, me niego a creer que el euskera sea s¨®lo esa comunidad imaginada euskaltzale. El amar una lengua y una cultura no conlleva una cosmovisi¨®n nacionalista de obligatoria observancia. De hecho, son muchos, lo s¨¦, los que se duelen de esa equivalencia entre euskaltzale y abertzale. El porqu¨¦ en la opini¨®n publicada hacen tan poco uso del euskera para mostrar su desacuerdo con esa unci¨®n -con el indudable valor simb¨®lico que ello tendr¨ªa-, es algo a lo que ellos mismos habr¨¢n de dar respuesta.
S¨¦ bien de la existencia de otro euskera. Ese que baj¨® de los caser¨ªos de las monta?as a nuestras ciudades, ese habla sencilla y campesina de embriagadora musicalidad de nuestras viejas Maritxus. Maritxus sin escolarizar que se sonrojan cuando, arrastradas por ese hermoso peque?o proceso que nace de la amabilidad de la gente que quiere comunicarse entre s¨ª, tiran de su rudimental castellano perlado de infinitivos. En ese momento, el mundo se les vuelve en blanco y negro, en ese alzh¨¦imer que es la carencia de palabras con las que nombrar las cosas, hasta que les fluye su euskera de color. Al otro euskera mimofante, le dir¨ªa lo que Camus a su amigo alem¨¢n: "No nos justifica cualquier amor. Eso es lo que les pierde a ustedes".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.