Debate de despedida
Zapatero defiende su gesti¨®n pero no despeja las dudas sobre la viabilidad de agotar la legislatura
El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, pronunci¨® ayer el ¨²nico discurso que le permit¨ªan las actuales circunstancias econ¨®micas y pol¨ªticas, incluyendo las de su propio liderazgo. El jefe de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, se atuvo, por su parte, al mismo que ha venido repitiendo durante el ¨²ltimo a?o. El resultado fue un debate sobre el estado de la naci¨®n en el que, de nuevo, se reafirm¨® la divergencia entre los aspectos marginales en los que se suele enredar la pol¨ªtica institucional y las decisiones que reclama cada vez con mayor urgencia la realidad del pa¨ªs. En esta ocasi¨®n, sin embargo, la previsibilidad de los discursos dentro del Congreso no pudo ocultar la radical transformaci¨®n del contexto fuera de ¨¦l: la crisis griega est¨¢ acarreando profundas consecuencias para la econom¨ªa espa?ola y, por primera vez desde que comenzaron las dificultades, empieza a aflorar la contestaci¨®n social.
En su ¨²ltimo discurso como presidente en este g¨¦nero de debates, Zapatero estaba obligado a enumerar las reformas emprendidas por el Gobierno a lo largo de los ¨²ltimos meses y, al mismo tiempo, a describir sus efectos, todav¨ªa t¨ªmidos o inexistentes, bajo la perspectiva del optimismo. El objetivo no era solo justificar el trabajo realizado, sino tambi¨¦n, y sobre todo, legitimar su prop¨®sito de agotar la legislatura. Salvo los anuncios de una regla de gasto para que las comunidades aut¨®nomas contribuyan a la reducci¨®n del d¨¦ficit, y de una iniciativa legislativa para mejorar la protecci¨®n de las familias que pierden sus casas por desahucio, Zapatero se limit¨® a glosar el pasado inmediato, intentando establecer una relaci¨®n causal entre los escasos datos positivos que ofrece el panorama econ¨®mico y la gesti¨®n de su Gobierno. El estado de las cuentas p¨²blicas no conced¨ªa margen para iniciativas sorprendentes y, consciente de ello, Zapatero no trat¨® de forzarlo.
Rajoy dispon¨ªa de una excusa formal para seguir escamoteando -solo hizo propuestas sobre leyes poco esenciales- el programa que aplicar¨¢ si, como auguran las encuestas, llega a La Moncloa: ayer se examinaba la gesti¨®n del Gobierno, no los planes de la oposici¨®n. Pero su margen para pronunciar un discurso distinto del que realiz¨® era tan estrecho como el de Zapatero para anunciar nuevas medidas: el l¨ªder de los populares sabe que su pol¨ªtica no puede ser radicalmente distinta de la que est¨¢ desarrollando el Gobierno, y de ah¨ª que se vea obligado a centrar sus cr¨ªticas en la credibilidad. En este terreno juega con una ventaja relativa, puesto que ¨¦l no se la ha ganado en las dos legislaturas que ha ejercido la oposici¨®n, pero es cierto que el Gobierno la ha perdido y no parece en situaci¨®n de poder recuperarla de aqu¨ª a las pr¨®ximas elecciones generales.
El debate de ayer dej¨® sin despejar las dos inc¨®gnitas mayores que siguen pesando sobre la situaci¨®n pol¨ªtica. Aunque Zapatero anunci¨® un crecimiento del 1,5% para el ¨²ltimo trimestre del a?o, no resulta f¨¢cil predecir cu¨¢l ser¨¢ el comportamiento de la econom¨ªa espa?ola en el caso de que la crisis griega contin¨²e agrav¨¢ndose, y m¨¢s si en las pr¨®ximas horas el Parlamento de aquel pa¨ªs no aprueba el duro plan de ajuste propuesto por el Gobierno de Papandreu. Tampoco se despejaron las dudas acerca de un adelanto electoral. Una cosa es que Zapatero desee agotar la legislatura y otra que cuente con los apoyos suficientes para hacerlo. El grupo catal¨¢n no parece dispuesto a pagar coste alguno para aprobar los pr¨®ximos Presupuestos. Y, aunque falta por conocer la posici¨®n oficial de vascos y canarios, las contrapartidas que podr¨ªan exigir a cambio de sus votos podr¨ªan resultar tan excesivas para un Partido Socialista que atraviesa las horas m¨¢s bajas de su historia, como para ellos mismos, obligados a entenderse con un Partido Popular asom¨¢ndose a la cima de su poder.
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