Ellas no solo le¨ªan breviarios
El CSIC estudia qu¨¦ libros atesoraban las bibliotecas femeninas del medievo
No escrib¨ªan tanto como le¨ªan -el manejo de la pluma era considerado innecesario y hasta peligroso si la que lo ejerc¨ªa era una mujer- y los libros de sus bibliotecas personales no versaban ¨²nicamente sobre la vida de santos, preceptos morales o milagros p¨ªos. Es la conclusi¨®n a la que han llegado historiadores del Instituto de Estudos Galegos Padre Sarmiento, dependiente del CSIC, inmersos desde hace meses en una investigaci¨®n sobre el poder de las mujeres en la Edad Media, una l¨ªnea de estudio que algunos expertos empezaron a tratar en los a?os 80 pero que es in¨¦dita en el organismo p¨²blico.
El mi¨¦rcoles, la historiadora gallega Isabel Beceiro Pita inauguraba un seminario que hasta el 27 de septiembre reunir¨¢ en Santiago a expertos sobre la historia de la mujer. El acceso femenino a los libros y la transmisi¨®n de estos a hijas, nueras o parientes m¨¢s o menos alejadas centr¨® la intervenci¨®n, novedosa porque el s¨¢bado de la semana pasada Beceiro descubri¨® el rico inventario de Guiomar de Meneses, viuda de Alonso de Tenorio, adelantado de Cazorla: la mujer, muerta en 1454, pose¨ªa desde libros de viajes y aventuras, como La conquista de Ultramar o Viaje al Gran Tamerl¨¢n, a obras de f¨ªsica o albeiter¨ªa.
A partir del siglo XV, la mayor¨ªa de las obras encontradas son religiosas
S¨¦neca, Boccaccio o el Amad¨ªs aparecen con frecuencia en los registros
Uno de los inventarios que arroja m¨¢s informaci¨®n es el de Aldonza Mendoza, una mujer que en el siglo XIV denunci¨® a su marido, el conde de Trast¨¢mara, por los malos tratos a los que la somet¨ªa. Las obras que Aldonza de Mendoza, media hermana del marqu¨¦s de Santillana, cede al monasterio de Lupiana tras su muerte en 1435 prueban la diversidad de los intereses literarios de la mujer medieval y arist¨®crata, la ¨²nica que ten¨ªa acceso a la palabra escrita. Do?a Aldonza le¨ªa, o pose¨ªa al menos, libros de S¨¦neca, novelas de caballer¨ªas -entre ellas el Amad¨ªs de Gaula-, tratados de Historia o incluso obras con leit motivs tradicionalmente masculinos, como La ca¨ªda de los pr¨ªncipes de Giovanni Boccaccio. La obra m¨¢s c¨¦lebre del autor italiano, Decamer¨®n, aparece en el inventario de libros de In¨¦s de Torres, la madre del Nu?o de Guzm¨¢n, fundador del reino de Nueva Galicia, en el noroeste del actual M¨¦xico. Otra mujer poderosa, la infanta Menc¨ªa de Vega, ten¨ªa entre sus pertenencias un cancionero de Juan de la Encina y un libro de cuentos de Apuleyo, de carga er¨®tica m¨¢s que evidente. El contenido de las bibliotecas femeninas cambia sustancialmente a partir del siglo XV, cuando el fin de la reconquista y la mayor estabilidad del reino permite la reincorporaci¨®n de los se?ores a sus dominios, tutelados por sus esposas en ¨¦poca de guerra. A partir de entonces son mucho m¨¢s frecuentes los libros sobre santos.
"El contacto con obras no religiosas no se debe tanto a la voluntad y car¨¢cter de las poseedoras como a su relaci¨®n con el poder", sostiene Beceiro, autora de Libros, lectores y bibliotecas en la Espa?a medieval (2007) y tambi¨¦n de una obra de los a?os 80 sobre la revoluci¨®n irmandi?a. La relaci¨®n de t¨ªtulos y autores que aparece en los inventarios dejados por las mujeres al morir revela no solo qu¨¦ le¨ªan sino tambi¨¦n qu¨¦ obras gozaban de consenso en la ¨¦poca. "En el inventario de Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, no aparece una m¨ªnima menci¨®n a su obra literaria, solo escritos jur¨ªdicos. Hay obras que a partir de un determinado momento no aparecen en los inventarios, como los libros art¨²ricos, aunque sabemos que ten¨ªan una gran tirada", explica.
Lo habitual es que solo se registraran los libros mejor considerados para donar a familiares e instituciones religiosas. Muchas de esas obras se han perdido o son pr¨¢cticamente desconocidas, lo que explica las largas horas de lectura que Beceiro tuvo que pasar en la Biblioteca Nacional para conocer el contenido de t¨ªtulos enigm¨¢ticos. En muchos inventarios no aparece los nombres de autores y obras, sino vagas referencias al contenido de las mismas. Ocurre, por ejemplo, con el de Guiomar de Meneses, que entre sus pertenencias cita un libro "de las naturalezas", probablemente un Tratado de la naturaleza ang¨¦lica. Este es un inventario valios¨ªsimo, porque completa al que ya se conoc¨ªa de su esposo y permite apreciar qu¨¦ obras hered¨® la mujer y cu¨¢les no. Los libros de Alonso de Tenorio que no aparecen en la lista de su viuda probablemente pasaron al hijo primog¨¦nito -encontrar el inventario de los descendientes, casi una utop¨ªa, resolver¨ªa el misterio- o fueron vendidos en almoneda, "lo que sol¨ªa suceder con los libros m¨¢s cuidados", precisa Beceiro.
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