'Nortificaci¨®n'
No s¨®lo los poetas y los anuncios publicitarios construyen met¨¢foras. La sociedad organiza su visi¨®n del mundo en torno a representaciones de un alto valor metaf¨®rico. El norte y el sur es una de estas narraciones m¨ªticas que conforman nuestra percepci¨®n del mundo. Su acomodo a la realidad es muy precario: a fin de cuentas todos somos el sur o el norte de otra ciudad, de otro pa¨ªs o de otro punto geogr¨¢fico. A¨²n as¨ª, estas dos palabras se llenan de sentidos ocultos con los que interpretamos la vida.
A escala internacional, la distinci¨®n norte-sur no es geogr¨¢fica, sino econ¨®mica. La l¨ªnea que nos divide no es el Ecuador, sino una ruta zigzagueante que atraviesa escenarios tan dispares como el Mediterr¨¢neo y la frontera mexicana con USA. Arriba, el capitalismo desarrollado, abajo el capitalismo depredador. Una l¨ªnea que deja sin sur al continente asi¨¢tico, lo que quiz¨¢ explique que su pobreza se sit¨²e al norte.
En nuestro pa¨ªs la divisi¨®n norte-sur ha atravesado nuestra historia. Su l¨ªnea no ha sido estable ni definida hasta que el modelo de revoluci¨®n industrial decret¨® que por debajo de Madrid, todo era sur. Despu¨¦s de eso, nos llovieron con m¨¢s intensidad los cuentos. Como todos los relatos m¨ªticos, los t¨®picos andaluces son circulares, eternos, cosidos a la piel con etiquetas sin firma.
A veces estos mitos funcionan de manera halagadora y nos hablan de la alegr¨ªa, la pasi¨®n, el arte y el sentido de la fiesta. Con estos mismos conceptos forjan, en su trastienda, los pu?ales con los que nos acribillan: los inventos de la vagancia, la inestabilidad, la incapacidad organizativa y de la irracionalidad de los andaluces.
En pol¨ªtica, cuando el sur desaparece, emergen con asombrosa vitalidad la desigualdad social y los recortes p¨²blicos. De forma especial, cuando Andaluc¨ªa desaparece de la escena pol¨ªtica, germina el clasismo m¨¢s evidente basado en una indemostrable excelencia social del norte de los poderosos frente al sur, de los despose¨ªdos. La nortificaci¨®n pol¨ªtica tiene dos variables dignas de estudio: la fortificaci¨®n de Madrid, como sede de un estado fuertemente centralizado, o la variable catalana, que reclama un trato privilegiado para sus mermados intereses comerciales e industriales.
No es una confrontaci¨®n territorial. No nos enga?emos. Cuando cualquier insigne pol¨ªtico de la derecha catalana arremete contra Andaluc¨ªa, no pone en la punta de su lanza una cr¨ªtica razonable a una gesti¨®n o a una medida, sino el desprestigio de los de abajo; de un sur que -en su confusi¨®n on¨ªrica-, cree que mantiene con el sudor de sus impuestos. La ¨²ltima andanada ha sido protagonizada por Dur¨¢n i Lleida quien ha calificado las becas andaluzas para los j¨®venes que abandonaron sus estudios por el boom de la construcci¨®n, como "una subvenci¨®n a los ni-nis" propia del despilfarro de nuestra tierra. Sin embargo, no hay m¨¢s ni-nis en Andaluc¨ªa que en Catalu?a; ni siquiera recibimos m¨¢s subvenciones o financiaci¨®n que las que recibe su territorio. Si ellos han hecho recortes en pol¨ªtica sociales es porque su gobierno ha decidido que la igualdad o el buen estado de los servicios p¨²blicos no son una prioridad, ?o es que somos los andaluces los responsables de su crisis, de sus gastos y de sus errores? El insigne pol¨ªtico catal¨¢n -al que asombrosamente califican de elegante- no hubiese pesta?eado si las subvenciones se dirigieran a la ense?anza privada o a otros sectores econ¨®micos m¨¢s poderosos que estos miles de j¨®venes a los que se pretende formar para el futuro. Por eso es una pena la nortificaci¨®n -perd¨®nenme la palabra que pretende ser un cruce sem¨¢ntico entre mortificaci¨®n y norte- del debate y la desaparici¨®n pol¨ªtica de Andaluc¨ªa justo cuando m¨¢s se necesita una reflexi¨®n sobre el modelo social y econ¨®mico.
A no ser que al final, como escandalosamente apunta la CEOE, la desigualdad social sea una cuesti¨®n gen¨¦tica, escrita en nuestra vida con letras indelebles y se proclame el fin de las pol¨ªticas p¨²blicas. Dicen que el sue?o de los pobres produce utop¨ªas, pero el sue?o de los ricos no cesa de generar monstruos.
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