Como antes, en el mar
Hotel de la Playa, luminoso y minimalista a un paso de Valencia
Ya sea por la f¨®rmula 1, la Copa del Am¨¦rica o las secuelas de la ruta del bacalao, el caso es que las playas de Valencia se han puesto de moda para algo m¨¢s que madrile?os huidizos del achicharramiento veraniego. El ambiente se ha vuelto algo variopinto y mundano, tanto como para animar a Margarita S¨¢nchez Casares a abandonar su desempe?o cotidiano como experta en certificaciones de calidad y cumplir su viejo sue?o de alumbrar un hotelito de 12 habitaciones en primer¨ªsima l¨ªnea de mar. El tiempo dir¨¢ si todo el esfuerzo y peculio gastados habr¨¢n merecido el vuelco que ha experimentado su vida familiar, pero de lo que no cabe duda es de que el suyo es un tipo de hotel que debi¨® popularizarse en la costa valenciana cuando a¨²n no hab¨ªa sufrido el especulativo desarrollo inmobiliario y la invasi¨®n del turismo de masas.
Hotel de la Playa
PUNTUACI?N: 7
Categor¨ªa oficial: 4 estrellas. Direcci¨®n: paseo de Col¨®n, 1. La Pobla de Farnals. 46137 Valencia. Tel¨¦fono: 961 46 84 64. Internet: www.hoteldelaplaya.com. Instalaciones: garaje, terraza, piscina, gimnasio, sala de reuniones para 50 personas, restaurante. Habitaciones: 8 dobles y 4 suites; todas con calefacci¨®n, aire acondicionado, sat¨¦lite, Internet, minibar, secador, albornoz. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados, no admite animales dom¨¦sticos. Precios: desde 130 euros la doble, desayuno e IVA incluidos; desde 110 euros, desayuno e IVA incluidos, por estancia m¨ªnima de tres noches; en temporada baja, 100 euros por habitaci¨®n.
Ca¨ªdo del cielo
Si uno lo mira con lupa, aunque de nueva planta, el edificio parece ca¨ªdo del cielo como una reliquia de los a?os sesenta. Anacr¨®nico hoy, si se quiere, en este litoral tan depauperado. Pero entra?able, acogedor, familiar y ap¨¦ndice absolutorio de su propietaria, que se li¨® la manta a la cabeza para hacerlo as¨ª, dise?¨¢ndolo de arriba abajo, como una jaula de cristal azul y blanca completamente orientada al oleaje. "Desde las habitaciones se ve c¨®mo las olas mueren en la arena", explica a quien pide informaci¨®n sobre la distancia del alojamiento a la playa.
Un fastidio menor es el acceso a recepci¨®n con las maletas a cuestas por unas escaleras entre dos terrazas comunicadas. Al principio, la rareza desconcierta, luego, con la ayuda de la due?a, sirve para hacer amigos y, por qu¨¦ no, organizar tertulias, cenas y coper¨ªo hasta bien entrada la madrugada.
Quien no aprovecha aqu¨ª las horas de la fresca en verano se solaza en la intimidad de las habitaciones. A la gran Dumont, dentro del jacuzzi que ofrece cada una de las cuatro suites, o a la marinera, oliendo a Mediterr¨¢neo desde sus terrazas acristaladas. Habitaciones puras, blancas a rabiar, luminosas por dem¨¢s. Radiantes como un latigazo en la retina. Suficientemente amplias y m¨ªnimas en su propuesta decorativa. Sin ninguna otra distracci¨®n que no sea contemplar el mar desde la cama, envuelto en un edred¨®n sedoso y quiz¨¢ demasiado grueso para los rigores del verano. Ninguna concesi¨®n a lo superfluo. Ninguna estridencia, salvo el rugido salm¨®dico del oleaje que a m¨¢s de uno puede quitar el sue?o, pero a la mayor¨ªa adormece y devuelve al seno materno.
Eso lo sabe bien Margarita S¨¢nchez cuando se propuso dise?ar ella sola el conjunto del hotel y sus utilidades. Con tales certezas no es extra?o que desde su puesto de control, siempre en la terraza, se tome pronto confianzas con la clientela. Marinera en tierra, capitana en la mar.
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