Un metr¨®nomo contra un rayo
Nadal desea una "alta intensidad" para controlar el partido y contrarrestar a Djokovic, que ataca m¨¢s r¨¢pido
"En la pista no soy un robot. Pienso". El coraz¨®n y la mente gu¨ªan hoy (15.00, Cuatro y Canal+) a Rafael Nadal, que se enfrenta en la final de Wimbledon al serbio Novak Djokovic, el hombre que ma?ana le desplazar¨¢ como n¨²mero uno. El coraz¨®n y la mente del mallorqu¨ªn, explic¨® ¨¦l mismo, sufrieron en semifinales, apiad¨¢ndose de su rival, el brit¨¢nico Murray, roto por la presi¨®n y ahogado en angustia. El coraz¨®n y la mente, finalmente, pesan hoy tanto como los golpes, porque la catarata de estad¨ªsticas del duelo (16-11 para Nadal en los enfrentamientos con el serbio; cuatro finales seguidas ganadas por Djokovic al espa?ol en 2011), queda reducida a tripas y nervios, a presi¨®n y pulso alterado, a la hierba: el c¨¦sped, con sus misteriosos e inesperados botes, baj¨ªsimos e irregulares, lo cambia todo.
"Es un asunto complicado", explica Toni Nadal, el t¨ªo y t¨¦cnico del mallorqu¨ªn. "Esas cuatro derrotas consecutivas [finales de Indian Wells, Miami, Madrid y Roma] significan, te¨®ricamente, que Djokovic es mejor que Rafael. A partir de ah¨ª, lo asumes y buscas soluciones. Ha cambiado que ahora Rafael es campe¨®n de Roland Garros y que la superficie le ayuda un poco. Iguala. Y ¨¦l, adem¨¢s, est¨¢ jugando a un muy buen nivel", sigue. "Lo que hemos aprendido de esas cuatro finales es que, cuando repetimos al rev¨¦s alto, Djokovic nos ataca. Eso, aqu¨ª, en Wimbledon, no puede pasar. La bola bota m¨¢s baja. Aqu¨ª, en Londres, no ataca tan pronto. Est¨¢ peloteando m¨¢s largo, aunque es verdad que tiene la capacidad de golpear desde cualquier posici¨®n, con buena direcci¨®n y potencia".
Durante cuatro partidos, todos los que les enfrentaron en 2011, esa fue la ecuaci¨®n del sufrimiento de Nadal. El mallorqu¨ªn se defend¨ªa con la derecha cruzada alta. Djokovic domaba esa pelota atac¨¢ndola en su ascensi¨®n con su rev¨¦s a dos manos. Eso, creen los Nadal, no puede darse en Wimbledon. La hierba, piensan los espa?oles, lo cambiar¨¢ todo. Los dos finalistas se han cruzado este curso sobre cemento y tierra. El c¨¦sped es un territorio inexplorado. Nadal se queda sin el bote alto que le ha dado fama. Djokovic, sin la f¨®rmula que ha patentado para vencerle. El campe¨®n, en consecuencia, se decidir¨¢ seg¨²n qui¨¦n dicte el tempo del encuentro: o Nadal y su ¨®pera de Wagner, de ¨¦pico ritmo y largo metraje; o Djokovic y su m¨²sica tecno, un rayo, un bit, un golpe.
"Djokovic", argumenta el doble campe¨®n de Londres, "tiene unos ojos muy r¨¢pidos. Puede meterse dentro de la pista muy f¨¢cil, con golpes muy dif¨ªciles. ?Por qu¨¦? Porque ataca la pelota muy pronto. Debo jugar con intensidad alta, con mucho ritmo".
"Y yo", replica el serbio, que jam¨¢s ha logrado un t¨ªtulo sobre c¨¦sped ni ha ganado al espa?ol en un grande, "no quiero que Nadal sienta que controla el partido". "S¨¦ que lleva 20 partidos seguidos ganados en Londres. S¨¦ que juega fenomenal en hierba. S¨¦ que tiene mucha confianza y que sabe c¨®mo ganar aqu¨ª... pero las cuatro veces que le he vencido este curso me ayudan mentalmente", contin¨²a el pr¨®ximo n¨²mero uno mundial, que solo ha perdido un encuentro en lo que va de a?o, por sus 47 victorias. "He madurado como jugador y eso se nota en la pista", cierra.
En 1999, el estadounidense Andre Agassi logr¨® el n¨²mero uno y al d¨ªa siguiente jug¨® la final de Wimbledon. All¨ª le esperaba su compatriota Pete Pistol Sampras, el rey destronado. Perdi¨® Agassi. Gan¨® Sampras. Los dos protagonizaron entonces el mismo juego de silencios cargados de significado, de contundentes respuestas sin palabras, de veladas contestaciones, que ahora protagonizan los dos finalistas de 2011.
Es la guerra en Wimbledon, donde las nubes de mosquitos verdes devoran a los tenistas mientras se entrenan y compiten. Es la batalla por el trofeo m¨¢s prestigioso, hierba por todas partes menos alrededor de la l¨ªnea de fondo, donde ya resbalan los jugadores como si estuvieran sobre arcilla. Es un d¨ªa para valientes, con los dos mejores tenistas del momento frente a frente y continuando su pulso planetario. Djokovic, un defensor implacable, de incre¨ªble movilidad lateral, busca completar su tremendo sprint, iniciado con la conquista del Abierto de Australia, a principios de a?o. Nadal, al que la veloz hierba le afila los golpes y le mejora el saque, le sale al frente con la mente limpia y los m¨²sculos liberados de cualquier grillete tras triunfar en Roland Garros, su tierra.
?Cree Nadal que su rival, el hombre invencible, ha bajado el pist¨®n, que ya no es el cicl¨®n de principios de curso, como dicen los observadores? "No me conviene contestar a eso", dijo el campe¨®n. Un s¨ª sin palabras. Una respuesta contundente sin apenas decir nada. El primer golpe del partido est¨¢ en el an¨¢lisis de las debilidades del contrario. La final, que marcar¨¢ lo que resta de a?o, empieza a disputarse en el vestuario.
Las cuentas por el n¨²mero 1
Djokovic ser¨¢ el n¨²mero uno desde ma?ana. El resultado de la final, sin embargo, abre dos posibilidades opuestas en la lucha por el trono. Si el serbio gana el t¨ªtulo, Nadal se enfrentar¨¢ a una tarea herc¨²lea para recuperar el puesto. Si es ¨¦l quien vence, quiz¨¢s vuelva a la cima sin siquiera competir este verano.
Estos son los requisitos. Nadal debe ganar Wimbledon. Djokovic debe renunciar a competir en cualquier torneo antes del Masters 1000 de Montreal, como hace todos los a?os. Si se dan esas dos circunstancias, el 8 de agosto Nadal ser¨¢ de nuevo el mejor. ?Por qu¨¦? En esa fecha sumar¨¢ los 500 puntos del torneo que gan¨® en Tokio en 2010. Suficientes para superar los 415 que tendr¨¢ Djokovic de ventaja si el espa?ol gana Wimbledon.
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