El genio invisible de Hollywood
Hollywood es un universo con sus propias reglas donde lo ¨²nico constante es la presencia del dinero, el aut¨¦ntico astro rey. En torno a ¨¦l giran un sinf¨ªn de planetas cuya vida depende ¨ªntegramente de su capacidad para adaptarse: actores, directores y productores integran ese peculiar sistema solar. En su ¨®rbita se mueven miles de diminutas estrellas que de cuando en cuando logran sacar la cabeza, pero que brillan sin la fuerza necesaria para competir con los grandes astros. Viven all¨ª compositores, escen¨®grafos, guionistas y directores de fotograf¨ªa, y -en ocasiones- algunos logran trascender y ocupar su propio espacio. Y al final, solo al final, en los confines de ese universo viven los que nunca han sido considerados parte esencial del mismo, hombres y mujeres de trabajo sordo (y a veces ciego) que forman parte de la cara oculta del s¨¦ptimo arte, aquella que se empe?a en camuflarse y quitarse importancia.
Colabor¨® durante 60 a?os con los m¨¢s grandes del cine
"Es el ¨²ltimo de una estirpe. Cuando empez¨®, solo contaba con pinceles y l¨¢pices"
"Cre¨® sus propios alfabetos y tipograf¨ªas. Eso es impensable hoy"
En ese rinc¨®n olvidado habita Bill Gold.
Gold es probablemente el creador de carteles cinematogr¨¢ficos m¨¢s famoso y dedicado de la historia del cine. Su carrera abarca m¨¢s de 60 a?os de trabajo que le han llevado a colaborar con Fran?ois Truffaut, Elia Kazan, Sidney Lumet, Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Federico Fellini, John Ford, Sam Peckinpah, Alan Parker, Ridley Scott, Brian De Palma, Howard Hawks o Clint Eastwood. Sin embargo, y a pesar de este curr¨ªculo, Gold sigue siendo un desconocido de tomo y lomo, una nota emborronada a pie de p¨¢gina a la que uno no presta atenci¨®n porque est¨¢ demasiado ocupado con otros asuntos.
Su figura, tan imprescindible para entender el cartelismo cinematogr¨¢fico como el expresionismo alem¨¢n, el surrealismo polaco o el modernismo americano, permanece agazapada bajo una monta?a de indiferencia que ahora, en pleno siglo XXI, un libro pretende derribar.
Cuando recib¨ª la llamada de Bill Gold no pod¨ªa creerlo. Es una leyenda. Cuando dijo que quer¨ªa trabajar conmigo me sent¨ª abrumado por la responsabilidad. Un amigo que conoc¨ªa mis libros sobre carteles le habl¨® de m¨ª. Bill quer¨ªa publicar un volumen sobre su carrera, pero nadie quer¨ªa hacerlo. Le contestaban que no era interesante. Yo conoc¨ªa sus trabajos para Tarde de perros y Sin perd¨®n, pero poco m¨¢s. Le ped¨ª que me contara un poco m¨¢s acerca de su carrera. Cuando acab¨® solo pude decir una palabra: 'Joder". Tony Nourmand, editor de Reel Art Press, habla de su criatura, Bill Gold poster works, un descomunal libro de 10 kilos de peso, como quien describe a su hijo reci¨¦n nacido tratando de disimular orgullo.
Es un d¨ªa fr¨ªo en Londres, a pesar de ser junio. Nourmand toma un caf¨¦ en el coraz¨®n de Charing Cross Road mientras recuerda los detalles de un proyecto que empez¨® como una locura. "No quer¨ªamos hacer un libro m¨¢s sobre el tema, sino el libro. Por eso me he pasado m¨¢s de un a?o trabajando en ¨¦l. Cuando el impresor me dec¨ªa que aqu¨ª deber¨ªamos utilizar oro porque as¨ª la p¨¢gina quedar¨ªa perfecta, yo le miraba como si estuviera loco, pero al final contestaba que s¨ª. Lo m¨¢s dif¨ªcil ha sido dejar fuera tantas cosas maravillosas. Nadie sabe el tesoro que tiene este hombre en su casa".
El resultado del trabajo es un volumen de aut¨¦ntico lujo, cuyo elevado precio (casi 500 euros) no ha impedido un ¨¦xito de ventas a ambos lados del Atl¨¢ntico y ha conseguido que por fin el apellido Gold aparezca -m¨¢s vale tarde que nunca- en algunos de los medios de comunicaci¨®n m¨¢s importantes del mundo. Para coordinar el trabajo se contrat¨® a Christopher Frayling, uno de los estudiosos de la historia del cine m¨¢s reputados del mundo. El hombre que acu?¨® la expresi¨®n spaghetti-western y sobre quien recay¨® la responsabilidad de seleccionar (junto al propio Gold) las 2.000 im¨¢genes -muchas de ellas restauradas para la ocasi¨®n- que ocupan las m¨¢s de 400 p¨¢ginas del libro. "Bill Gold es un gigante del mundo de los carteles cinematogr¨¢ficos y el ¨²ltimo superviviente de una estirpe. Hay que pensar una cosa: cuando Bill Gold empez¨® a trabajar para Warner, lo ¨²nico que ten¨ªan eran pinceles y l¨¢pices. Todo se hac¨ªa a mano. No hab¨ªa retoques digitales, ni programas de dise?o, ni nada de nada. Una de las primeras cosas que hizo Bill, por ejemplo, fue crear sus propios alfabetos, dise?arse sus propias tipograf¨ªas. Eso es impensable ahora mismo. Piensa en los p¨®steres ic¨®nicos que ha creado y el hecho de que fue capaz de sobrevivir a este cambio gigantesco que supuso la llegada a los ordenadores y te dar¨¢s cuenta de la extraordinaria medida del personaje", cuenta Frayling por tel¨¦fono.
Bill Gold empez¨® a trabajar en Hollywood en 1942 con quien despu¨¦s se convertir¨ªa en su cliente m¨¢s fiel: los m¨ªticos estudios Warner Brothers. Gold, neoyorquino de pro y entusiasta del arte en todas sus variantes, empez¨® haciendo unos bocetos para que sus jefes vieran si el tipo val¨ªa o no. Los bocetos eran cuatro interpretaciones cl¨¢sicas de los hits de la casa (entre ellos, el Robin Hood de Michael Curtiz), y as¨ª, de entrada, le consiguieron un pasaporte a su primer cartel: el de una pel¨ªcula protagonizada por James Cagney llamada Yankee Doodle Dandy (Yanqui Dandy, en Espa?a). Gold traz¨® un p¨®ster de tintes patri¨®ticos. Al fin y al cabo, era lo que tocaba cuando el mundo se enredaba en la II Guerra Mundial. A los de arriba les gust¨® el estilo de su nuevo fichaje y decidieron encargarle un nuevo trabajo para una pel¨ªcula en la que el estudio no hab¨ªa depositado demasiadas esperanzas a tenor de lo visto en su ca¨®tico rodaje.
Gold envolvi¨® a los rostros de sus protagonistas en un halo de misterio y perfil¨® a mano el t¨ªtulo del filme. La pel¨ªcula fue un exitazo enorme, y su t¨ªtulo, Casablanca, se convirti¨® en un s¨ªmbolo para los cin¨¦filos. El maravilloso cartel de Gold sigue siendo m¨ªtico a d¨ªa de hoy, aunque el mundo siga sin saber el nombre del se?or que se lo ingeni¨®. A pesar del ¨¦xito, el artista sigui¨® picando piedra, y de hecho no fue hasta 1948, a?o en que Alfred Hitchcock le reclam¨® para dise?ar el p¨®ster de La soga, cuando su carrera despeg¨® definitivamente: Un tranv¨ªa llamado deseo, Extra?os en un tren, Los cr¨ªmenes del museo de cera, Crimen perfecto, Al este del Ed¨¦n, Centauros del desierto y R¨ªo Bravo marcaron su carrera en los a?os cincuenta. En los sesenta alumbra obras como La leyenda del indomable, Grupo Salvaje o Bonnie & Clyde. T¨ªtulos que le consolidan como uno de los mejores creadores de carteles de la historia junto a Saul Bass, que en aquella ¨¦poca tambi¨¦n despuntaba gracias a sus trabajos para Otto Preminger y Alfred Hitchcock.
"Saul Bass y Bill trabajaron juntos en el departamento de arte de Warner Bros a mediados de los cuarenta", recuerda Christopher Frayling. "?La raz¨®n por la cual Bass es tan famoso y nadie conoce a Gold? Bueno, creo que es muy sencillo, los carteles de cine siempre han sido algo como de segunda divisi¨®n, un entretenimiento menor. Saul Bass se hizo famoso por sus trabajos para marcas o sus aventuras en el dise?o industrial. Mucho despu¨¦s, la gente recuper¨® su carrera como cartelista. Gold nunca empuj¨® para ser famoso. Se consideraba un artesano del cine, no hizo nada m¨¢s que dise?ar carteles. Nunca le interesaron ni la fama ni el reconocimiento. Hay que tener en cuenta adem¨¢s algo muy importante: los mejores ilustradores del mundo pasaron por el estudio de Bill Gold entre los cuarenta y los setenta. Lo que m¨¢s me molesta es el esnobismo que hace que mucha gente no crea que un cartelista de cine no es un artista de pies a cabeza, que no tiene importancia. Los carteles de cine pueden ser m¨¢gicos y con este libro hemos buscado devolverles ese estatus".
La trayectoria del artista en los a?os que siguieron fue fulgurante: La naranja mec¨¢nica, Barry Lyndon, Fama (y su famoso logo), Hair, Alien, La invasi¨®n de los ladrones de cuerpos, Primera plana, Todos los hombres del presidente, Yakuza, Operaci¨®n drag¨®n, El exorcista, Tal como ¨¦ramos, Papillon, El golpe, Uno de los nuestros, Defensa o Diamantes para la eternidad sellaron el pacto de sangre que Gold ten¨ªa con el s¨¦ptimo arte.
Menci¨®n aparte merece la relaci¨®n del artista con Clint Eastwood. Ambos se conocieron en 1971 cuando el primero recibi¨® el encargo de dise?ar el p¨®ster para la pel¨ªcula Harry el Sucio. El director del filme, Don Siegel, y el propio Eastwood eran conocidos en Hollywood por su afici¨®n a rechazar propuestas o exigir cambios a los dise?adores que trabajaban para ellos. Cuando Gold envi¨® su propuesta, actor y realizador respondieron: "No cambies nada".
Eastwood volvi¨® a llamarle para su siguiente pel¨ªcula, y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente... y as¨ª pasaron 40 a?os hasta llegar a Mystic River, poco antes de que Gold se retirara de un negocio que ya no entend¨ªa: "No hay ning¨²n ejemplo de una colaboraci¨®n tan fluida y maravillosa entre un director y un cartelista como la que han tenido durante cuatro d¨¦cadas Bill Gold y Clint Eastwood. Miremos, por ejemplo, el primer teaser-p¨®ster de Sin Perd¨®n, donde aparece Eastwood con el abrigo y la pistola en la mano, de espaldas. Ni siquiera puedes verle la cara... es impresionante. O el cartel de Mystic River, con el reflejo de los tres hombres en el r¨ªo. Mir¨¢ndolo sabes que aquellos tipos comparten un oscuro secreto. El ¨²nico ejemplo que se me ocurre donde percibir tal sinton¨ªa entre director y artista es la relaci¨®n entre Pedro Almod¨®var y ?scar Marin¨¦. Solo con mirar los carteles de uno sab¨ªas qu¨¦ quer¨ªa decir el otro. Eso ya no existe, ahora todo es lo que Bill llama La aproximaci¨®n Monte Rushmore al cartelismo: rostros de estrellas en el p¨®ster. Se ha perdido cualquier atisbo de originalidad", remata Frayling con amargura.
Bill Gold tiene ahora 92 a?os y vive en un peque?o pueblo a 45 minutos de Nueva York. La edad le pasa factura, se cansa con frecuencia y uno de sus o¨ªdos insiste en fallarle. Vive con su segunda mujer, Susan, que hace las veces de m¨¢nager. Su casa es un aut¨¦ntico museo. M¨¢s de medio siglo despu¨¦s ha visto su nombre en los titulares: The New York Times, el Hollywood Reporter, The Spectator o el LA Times le han rendido homenaje en una disculpa impl¨ªcita, reconociendo su impresionante aportaci¨®n al mundo del arte en su vertiente cinematogr¨¢fica. En 1994, Gold afirm¨®: "Mirando los carteles de las pel¨ªculas de hoy creo que todas deben de ser iguales". Diez a?os despu¨¦s se retiraba, dejando tras de s¨ª una obra inigualable y convirti¨¦ndose en el genio m¨¢s rabiosamente invisible que ha engendrado en d¨¦cadas ese monstruo llamado Hollywood.
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