Bocadillo de profesor
En estos ¨²ltimos a?os, tanto el profesorado de forma individual como los centros de ense?anza en s¨ª mismos han ido perdiendo autonom¨ªa. Cada vez est¨¢n m¨¢s constre?idos. Eso es bueno, malo o regular. Al tiempo, su profesi¨®n ha cambiado, de ser ense?antes a ser tambi¨¦n administrativos.
La comunicaci¨®n a trav¨¦s de Internet tiene inn¨²meras ventajas para los particulares y para la Administraci¨®n, pero en la pr¨¢ctica en la educaci¨®n tambi¨¦n est¨¢ abundando en un proceso de fondo: atar al ense?ante. Recientemente el profesorado comprob¨® como el dogal digital serv¨ªa para que la propia Administraci¨®n les obligase a hacer un trabajo extra: el de la propia Administraci¨®n. Tuvieron que actualizar cada uno sus propios datos, y quien no lo supiese hacer, que buscase ayudante. Se supone que la explicaci¨®n es que la conseller¨ªa no contrata el suficiente personal y traslada ese trabajo al profesorado.
El Gobierno sigue un patr¨®n ideol¨®gico que comenz¨® con la reducci¨®n del gallego
Con Internet, el profesorado realiza el trabajo de la Administraci¨®n
Hoy, la vida de los ni?os no es f¨¢cil y la escuela no puede sustituir a los padres
La conseller¨ªa hace un escarnio p¨²blico de los maestros y usa a las familias
Y eso sin contar la cantidad de trabajo administrativo que ha aparecido en estos a?os, el d¨ªa a d¨ªa de un profesor hoy tanto es pensar en la did¨¢ctica de sus asignaturas o en el trabajo de aula como en enviar los formularios, memorias, fichas, documentos de todo tipo a quien que se los requiere a trav¨¦s del correo electr¨®nico: jefatura de estudios, direcci¨®n, inspecci¨®n, conseller¨ªa... Hoy es una estampa normal la de un docente confeccionando gr¨¢ficos, hallando tantos por ciento, redactando informes, memorias y programaciones. El profesorado hoy vive entre siglas (RRI, CXT, PEC, CCP, PCPI, PDC, PT, AL, PES...). Esa cotidianeidad burocr¨¢tica naci¨® de las mejores intenciones, un af¨¢n de modernizar y mejorar la educaci¨®n, y junto al peso de la burocracia dej¨® numerosas mejoras educativas: se aument¨® el n¨²mero de profesores, se redujo el n¨²mero de alumnos por aula, se dot¨® de profesores de apoyo y de m¨¢s medios a los centros... Esas mejoras, lo adelantado estos a?os, est¨¢ siendo recortado ahora por la conseller¨ªa con el parad¨®jico argumento de que es por nuestro bien.
El papel tradicional del profesorado est¨¢ cambiando. Los ni?os hoy llegan al aula sabiendo ya muchas cosas que antes aprend¨ªan en la escuela, pero ese caos de est¨ªmulos e informaciones, muchas veces deformadoras, tiene que ser ordenado, para que tenga sentido, y jerarquizado seg¨²n los valores humanistas, para formar personas equilibradas y c¨ªvicas. Todo ese asunto de repartir ordenadores o "ense?ar a aprender" tiene una parte de necesaria actualizaci¨®n de las tecnolog¨ªas y tiene otra parte de puro mito, la panacea o b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s y la magia potagia: por el fondo corre el deseo de que desaparezca el docente y el alumnado acceda as¨¦pticamente a la informaci¨®n. Detr¨¢s est¨¢ la utop¨ªa de un mundo de consumidores desnortados, sin sentido, sin valores y a merced de quien controla la informaci¨®n.
Pero si la sociedad cuestiona la funci¨®n actual del profesorado, ?cu¨¢l es su funci¨®n entonces? Adem¨¢s de escribir ficciones administrativas y de instruir como sabe al alumnado, la sociedad a trav¨¦s de los pol¨ªticos les pide todo lo que falta en la vida de los alumnos. Y faltan muchas cosas. La vida de los ni?os de hoy no es f¨¢cil. Instituciones como la escuela no pueden sustituir al papel de los padres, madres, t¨ªos o familia que los atienda. Tampoco es una vida f¨¢cil para muchos padres que quisieran poder atender m¨¢s a sus hijos y no pueden, sus necesidades se juntan con las de otros padres quienes, simplemente, no quieren asumir sus obligaciones porque son vagos e irresponsables y en conjunto se le pide algo excesivo a los maestros. Un sabio proverbio africano advierte que para educar a un ni?o hace falta toda una tribu. Pues, se?oras y se?ores, aqu¨ª ahora no hay tribu, ni siquiera familia muchas veces, y los profesores no pueden remediar un profundo problema social: el fracaso escolar es el nombre eufem¨ªstico que le damos al fracaso social. Alumnos que ven como se desprecia a los profesores en su casa, que no se les ense?a a comportarse en los distintos lugares, que no respetan a sus propios padres y que no s¨®lo no se les ha ense?ado a obedecer (s¨ª, obedecer) sino a creer que son el centro del mundo. A esos alumnos no hay profesor que les ayude.
Pero con ordenadores o sin ellos al fin la tarea del maestro, de la profesora, es dar. Efectivamente da valores y conocimientos todav¨ªa, el maestro establece un v¨ªnculo personal con su alumnado y si no existe ese v¨ªnculo no le puede dar nada. M¨¢s o menos, tiene que implicarse personalmente para cumplir su trabajo, por eso es nefasta la nueva cultura que se est¨¢ extendiendo: "No te comprometas". "No te comprometas, no te metas en l¨ªos". Efectivamente cambi¨® la cultura de alumno, y de padre, y eso afecta a la labor del docente.
En la escuela tradicional la violencia no s¨®lo era el instrumento para imponer orden sino un valor ideol¨®gico en s¨ª mismo, la violencia era el fundamento de todo el orden politico y social tras la Guerra Civil: mandaban los m¨¢s fuertes, los poderosos, que eran los que merec¨ªan mandar. La continuaci¨®n de la escuela era el servicio militar para los varones, donde acababa el proceso disciplinario para transformarlos en el tipo de s¨²bditos que el r¨¦gimen totalitario deseaba. La sociedad cambi¨® mucho y en vez de s¨²bditos obedientes y disciplinados ahora necesita consumidores caprichosos, y eso es lo que somos y lo que la sociedad forma. La violencia f¨ªsica del profesor al alumno, afortunadamente, hoy es una absoluta anomal¨ªa y en cambio se vive el extremo de que el ense?ante no tiene en la pr¨¢ctica instrumentos para imponer orden al ni?o o al adolescente, que frecuentemente es violento. El maestro va siendo arrinconado entre el miedo a la sociedad y la Administraci¨®n que no cesa de empujarlo. La Administraci¨®n considera que los padres de los alumnos son posibles votantes, as¨ª que no quiere problemas y entre una familia de votantes y un trabajador p¨²blico escoge a los votantes. Hoy el profesorado vive una experiencia nueva: el miedo. Viven con miedo dirigido hacia alumnos, padres, direcciones que se pliegan sumisas a la inspecci¨®n, inspectores... Entre unas cosas y otras, un perfecto acoso: bocadillo de profesor.
En conjunto, la educaci¨®n en estos a?os pasados gan¨® en profesionalidad y calidad, pero est¨¢ perdiendo en dignidad a marchas forzadas: los profesores est¨¢n siendo tratados como culpables de alguna cosa que no se dice, pero por la que se les persigue y se les somete a proceso.
La sociedad, especialmente los padres, debieran saber que en los ¨²ltimos a?os han florecido numerosas experiencias educativas en los centros, en las bibliotecas, en las actividades extraescolares, en las propias aulas... gracias a que los profesores tuvieron tiempo y algo que nunca se les reconoce, vocaci¨®n para entregar voluntariamente su tiempo fuera del horario escolar. Pero en Galicia vemos ahora como la conseller¨ªa desfigura el ropaje de la educaci¨®n, recort¨¢ndole el traje lo deja harapiento, por un lado estira y baja bastas y por otro corta. Por un lado, estira horarios y funciones a los profesores incesantemente y aumenta el n¨²mero de alumnos por aula. Por otro lado recorta el n¨²mero de profesores y todos los avances educativos de los ¨²ltimos a?os. Y ese traje sigue un patr¨®n de moda, el de una derecha enemiga del patrimonio p¨²blico: la crisis econ¨®mica es la tapadera para realizar un ataque a la ense?anza p¨²blica. Que todo sigue un plan ideol¨®gico qued¨® muy claro desde el principio, cuando emprendieron el recorte de la presencia de la lengua gallega en la educaci¨®n. El instrumento utilizado fue un refer¨¦ndum entre los padres, como si la pol¨ªtica de obligada protecci¨®n a nuestra lengua fuese s¨®lo decisi¨®n de los padres de alumnos en ese momento, que ese refer¨¦ndum adem¨¢s estuviese ama?ado en todos los sentidos evidencia lo esencial: todo es mentira. Mienten. No pretenden proteger libertad ling¨¹¨ªstica alguna, pretenden acabar con nuestra lengua haciendo que lo que lo que es com¨²n y nos une nos divida. Y no pretenden ahora tampoco mejorar la calidad de la ense?anza, simplemente cortan y recortan la ense?anza p¨²blica favoreciendo a la privada. Esa cirug¨ªa a la ense?anza p¨²blica se realiza sobre su cuerpo: los profesores. Igual que el funcionariado es el cuerpo del Estado, los profesores son el cuerpo de la ense?anza, para poder desmontar el Estado social tienen que difamar a los funcionarios, para desmontar la educaci¨®n p¨²blica al profesorado, para dejar desnudos a los trabajadores a los sindicatos... Y ah¨ª est¨¢ esa campa?a en prensa: los profesores son vagos y se quejan por nada, tienen privilegios... Y no somos responsables como dicen que es el personal sanitario (eso quiere decir que le van a meter m¨¢s tijera a la sanidad p¨²blica). Hacen un escarnio p¨²blico para poner a la sociedad contra los educadores y pretenden utilizar a los padres, con sus leg¨ªtimos intereses y necesidades, en contra suya.
El sarcasmo es que, igual que destruyendo los avances en la educaci¨®n p¨²blica dicen que la mejoran, tambi¨¦n tratan al profesorado como si fuesen ni?os, sin consultarle siquiera cambios que le afectan, y arrastran su imagen al tiempo que dicen querer protegerlo y darle autoridad. Ese t¨ªtulo de "autoridad" que les otorga una ley en este contexto de difamaciones, falta de di¨¢logo e imposiciones es como un risible cucurucho en la cabeza o el famoso pito del sereno. Es una burla de la que todos r¨ªen. Si a alguien le preocupase de verdad la ense?anza p¨²blica, que es la que da igualdad de oportunidades a todos y el ¨²nico dique contra la exclusi¨®n y la descomposici¨®n social, tendr¨ªa que avergonzarse de lo que se le hace a un cuerpo de trabajadores p¨²blicos fundamental que se siente un¨¢nimemente humillado y maltratado. Eso es lo que expresan todos sus sindicatos, esos a los que ni han o¨ªdo en ning¨²n momento.
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