Sin rastro de las esencias de Pixar
Es un t¨®pico muy grato, pero su verdad es demostrable. Ver el logotipo HBO en una serie de televisi¨®n ofrece garant¨ªa de calidad, de que la cosa va en serio. Lo cual no impide que de vez en cuando produzcan tonter¨ªas que seguramente disponen de un mercado sabroso. La primera temporada de la m¨¢s caricaturesca que morbosa True blood contiene expectativas, la firma de Alan Ball merece respeto. Las siguientes son progresivamente infames. Ocurre lo mismo con la familia mormona de Big love. Despu¨¦s de la segunda temporada todo es mediocridad y desvar¨ªo.
En el cine, cualquier producto que lleve la marca Pixar compensa inicialmente el precio de la entrada. Han logrado transformar en un g¨¦nero adulto y apasionante el casi siempre previsible y pueril universo de los dibujos animados. Los mayores ya no necesitan el pretexto de llevar a los cr¨ªos al cine para disfrutar tanto o m¨¢s que estos con un cine de animaci¨®n repleto de joyas. Pocas veces me han contado mejor una historia en el cine de los ¨²ltimos veinte a?os como en el admirable pr¨®logo de Up y en la media hora inicial de Wall¡¤e.
CARS 2
Direcci¨®n: J. Lasseter y B. Lewis.
G¨¦nero: animaci¨®n. EE UU, 2010. Duraci¨®n: 113 minutos.
Practicando el fanatismo con causa en todo lo que se refiere a Pixar, anhelando disfrutar en la gran pantalla y posteriormente almacenando en DVD todo lo que crea esta imaginativa e impagable f¨¢brica, nunca he visto Cars. Y no entiendo los motivos. La secuela de Cars tiene el suplementario aliciente de que la firma John Lasseter, ancestral director creativo y alma de Pixar, alguien cuyo trabajo en esta factor¨ªa es comparable en control y calidad al de David Chase en Los Soprano y David Simon en The wire. O sea: palabras mayores. Leo una entrevista con Lasseter en la que este declara: "Creo que Cars 2 tiene humor, acci¨®n y una trama muy original. Es bell¨ªsima y coloca el list¨®n muy alto en Pixar respecto a la atenci¨®n que se presta a los detalles". La falsa modestia y el sentido autocr¨ªtico, al parecer, no tienen cabida en la proteica personalidad de Lasseter. Bendito sea.
Me dispongo a saborear todas esas virtudes que resalta el autor, pero a los 10 minutos me invade el estupor, a los 30 el tedio, a los 60 me pregunto qu¨¦ hago perdiendo el tiempo con coches y gr¨²as que no paran de hablar. Sin la menor gracia, con un ritmo cansino, record¨¢ndome el aburrimiento que he sentido desde que me hice mayor ante las historias y el tono de la marca Disney. Dudo que mi alergia hacia Rayo McQueen y dem¨¢s veh¨ªculos tan humanos est¨¦ provocada por mi absoluto desinter¨¦s hacia las carreras de coches. Tampoco me gustan las ratas ni los robots y me fascinaron Ratatouille y Wall¡¤e. No es problema de temas, sino de la forma de desarrollarlos. En esta lamentable ocasi¨®n no percibo por ning¨²n lado el legendario e incuestionable talento de Lasseter.
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