Los locos del vino
Est¨¢n locos. Sostienen que el vino es algo m¨¢s que un l¨ªquido rojo, sedoso y brillante que brota una vez al a?o de un racimo de uvas. Y act¨²an en consecuencia. Son extremistas. No dan un paso atr¨¢s. Mantienen que el vino es un milagro, una parte esencial de nuestra cultura, y se obstinan en que cada una de sus botellas encierre el misterio de una tierra y unas uvas ¨²nicas; una luz, aromas, flora y fauna inimitables; una tradici¨®n e historia irrepetibles. Que sea un eslab¨®n que nos conecte con los fenicios, griegos y romanos. Con los monasterios cistercienses, con el sofisticado Medoc alav¨¦s del XIX. Siglos de una viticultura natural anterior a los tractores, herbicidas, pesticidas y fertilizantes. A las modas. Y al marketing. Que se nutre de oficios y herramientas que hoy parecen anticuados y ellos consideran vigentes. Para estos locos, el vino debe ser alimento, salud, magia y placer. Excelencia. El reflejo de un pa¨ªs. Una forma de vida que se est¨¢ perdiendo e intentan recuperar. Un resumen envasado de nuestras se?as de identidad. As¨ª lo quieren vender al planeta. Porque el vino, adem¨¢s de su lado rom¨¢ntico, ese que atrajo inexorablemente al ilustrado financiero alem¨¢n Dominik Huber a dejar todo, cambiar de v¨ªa y venirse a elaborar grandes vinos al Priorato con apenas 30 a?os y una mano atr¨¢s y otra delante, es tambi¨¦n un negocio que mueve 200.000 millones de euros. Una mina de oro carmes¨ª que ofrece singularidad y paisajes irrepetibles para un turismo de supercalidad con el que enfrentarnos a los tiempos de crisis.
Los locos dicen que para triunfar hay que llenar cada botella de calidad, personalidad y diferencia
En Espa?a se bebe menos vino que nunca, 17 litros por habitante. La mitad que en Francia o Italia
Estos artistas del vino demuestran que las cosas no son como eran, que hemos avanzado
Luchan por ese modelo. Por el culto a la vi?a. Por la vuelta a lo primigenio. Con poco dinero y mucha ambici¨®n. Y enfrent¨¢ndose a menudo con la incomprensi¨®n de sus compa?eros y vecinos que nunca entendieron su filosof¨ªa y les tacharon de exc¨¦ntricos. Y con las administraciones p¨²blicas, de las que nunca han recibido un euro porque para ellas modernizar el sector vit¨ªcola supon¨ªa arrancar, mecanizar, uniformizar y apostar por la vulgaridad. Y perder el alma.
Esa no es la hoja de ruta de los locos. As¨ª no se va a ning¨²n lado. Espa?a, el primer vi?edo del mundo por extensi¨®n, con m¨¢s variedades y tradici¨®n que ning¨²n otro, vende, sin embargo, sus botellas en los mercados internacionales a un precio muy inferior al de sus seculares rivales del Viejo Mundo (Francia e Italia) y, al tiempo, tampoco puede competir con el Nuevo Mundo (Australia, Chile, Argentina, Nueva Zelanda, Sud¨¢frica) en los segmentos m¨¢s bajos. Ni viejos ni nuevos. Ni buenos ni malos. Somos invisibles. Y eso es perceptible en cualquier gran tienda de vinos de Londres o Nueva York, donde nuestras marcas est¨¢n ausentes y hay que ir a los supermercados de barrio para por fin toparse con cava barato y tintos mediocres made in Spain. Esa falta de prestigio es tambi¨¦n evidente en los estantes de los duties de los aeropuertos de medio mundo, donde uno encuentra los vinos m¨¢s obvios, rancios, anticuados y peor etiquetados del sector vitivin¨ªcola espa?ol frente al glamour franc¨¦s, la simpat¨ªa italiana y el toque cool de los nuevos jugadores. Esa es la imagen que proyectamos en las autopistas de la comunicaci¨®n del planeta: bajo precio, escasa imagen y poco gancho. T¨®picos que hay que desterrar. Los popes mundiales del sector definen nuestra vi?a como un "diamante en bruto del que se ignora casi todo y que puede dar sorpresas". Parece que a¨²n no nos hemos enterado.
En junio asist¨ª a un evento organizado en Boston por la revista Wine Spectator, una de las biblias globales del sector, que reun¨ªa en el hotel Marriott Copley a 200 de las mejores bodegas de una veintena de pa¨ªses dispuestas a mostrar y dar a catar sus productos a un millar de aficionados que hab¨ªan pagado 200 euros para asistir al acto. Una ocasi¨®n ¨²nica para darse a conocer en Estados Unidos, husmear lo que hac¨ªa la competencia e interactuar y conocer los gustos del consumidor. Sin embargo, la impresi¨®n que dio en Boston el vino espa?ol fue penosa. Nuestra representaci¨®n era de un nivel inferior a la de Francia, Italia, Argentina o Australia. Muy pocos propietarios de bodegas espa?olas se hab¨ªan dignado a desplazarse hasta Estados Unidos y hab¨ªan dejado sus estands en manos de comerciales que la mayor¨ªa de las veces no hab¨ªan estado en Espa?a, no conoc¨ªan la bodega que representaban ni hablaban espa?ol. Esa misma noche, uno de los pocos bodegueros que asistieron, Jos¨¦ Manuel Ortega, un hiperactivo ex banquero con proyectos vitivin¨ªcolas en Argentina, Chile y Ribera del Duero, que recorre cientos de miles de kil¨®metros en clase turista con sus vinos bajo el brazo y ha conseguido que The New York Times exalte sus caldos de Malbec, me dio algunas claves del fiasco espa?ol: "Cada denominaci¨®n tira por su cuenta y no hay en el exterior una imagen de conjunto de los vinos espa?oles ni siquiera de lo que es Espa?a; no hay buenos restaurantes espa?oles en el mundo que sirvan de escaparate a nuestros productos, como hacen los italianos; tampoco hemos sabido incentivar el turismo enol¨®gico, que en Napa (California) supone un trasiego de nueve millones de personas, y en Argentina, de cerca de dos millones, que gastan y ejercen el boca a boca; y, sobre todo, nuestro esfuerzo comercial ha sido m¨ªnimo: la gente del vino espa?ol no se mueve". A su lado, otro de los hombres importantes del sector, Gonzalo Verdera, un economista formado en Harvard impulsor de Todovino, uno de los m¨¢s modernos y activos clubes del sector en nuestro pa¨ªs (creado bajo el objetivo de ser el "sumiller personal" de cada uno de sus clientes), completaba el pensamiento de Jos¨¦ Manuel Ortega: "No tenemos imagen. Hemos vendido mucho fuera, pero no hemos logrado crear marca-pa¨ªs. No tenemos marcas globales en tama?o ni reputaci¨®n. Hemos creado grandes vinos, pero no se ha creado una estructura empresarial de gesti¨®n, comunicaci¨®n y marketing alrededor de ellos. ?El futuro? Hay que apostar por la clase media, hacer vinos de 10 euros de buena calidad y con una imagen limpia y clara. Y, sobre todo, hay que definir esa imagen de Espa?a que no terminamos de concretar".
Frente a esa gris perspectiva, los locos dicen que la clave para triunfar es llenar cada botella de calidad, personalidad y diferencia. Y aprender a venderlas. Algo que nunca hemos hecho m¨¢s all¨¢ de los graneles sin nombre que envi¨¢bamos hist¨®ricamente a Europa para dar grado, color, cuerpo y sabor a sus vinos a cambio de unas migajas. Lo mismo que hacemos con el aceite de oliva, que damos a embotellar y comercializar a los italianos, que lo venden a precios alt¨ªsimos en las nuevas y sofisticadas boutiques del paladar de Nueva York o Tokio. Los locos se quieren hacer notar. Reivindican lo propio. Lo resume Benjam¨ªn Romeo, un mago del vino y los negocios con la cachaza de un hortelano que, desde cero, ha logrado elaborar en San Vicente de la Sonsierra algunos de los m¨¢s grandes (y caros) vinos de La Rioja, mientras paseamos por la vi?a de Andr¨¦s, heredada de su padre y punto de partida hace 15 a?os de su proyecto. Hoy exporta el 90% de su producci¨®n. "Frente a la globalizaci¨®n, nuestra defensa es la calidad, y en Espa?a esa calidad parte de la tradici¨®n, coge lo mejor de la herencia de nuestros antepasados y la desarrolla y pone al d¨ªa. Todos sabemos que los chinos se pueden comprar las mejores barricas francesas y plantar las mejores variedades, pero lo que no se pueden llevar es esta arcilla, la niebla, el Ebro, la cordillera del Tolo?o. Eso nos pertenece. Y es nuestro mejor marketing". En su nueva bodega de San Vicente, Benjam¨ªn ha instalado un pu?ado de c¨¢maras que apuntan en direcci¨®n a su vi?edo y a su pueblo, "y cuando estoy a lo mejor en Jap¨®n, saco la tableta, conecto las c¨¢maras por control remoto y les ense?o c¨®mo es esto; nuestras uvas, el cielo, el castillo, de d¨®nde venimos y cu¨¢l es el proyecto. Y lo entienden. Los japoneses son muy sensibles a lo puro: comen pescado crudo".
La opini¨®n de Benjam¨ªn Romeo es compartida por uno de los hombres m¨¢s poderosos (y temidos) del vino espa?ol, Jorge Ord¨®?ez, fundador de Fine Estates from Spain, una compa?¨ªa domiciliada en Massachusetts que canaliza nuestros mejores caldos a Estados Unidos. Ord¨®?ez es, adem¨¢s, un avezado creador de tendencias, un trendsetter, capaz de definir c¨®mo deben ser los vinos para conquistar a los cr¨ªticos americanos. As¨ª lo ha hecho con distintas marcas surgidas de su batuta en rincones de nuestro pa¨ªs olvidados por la gran viticultura monopolizada por Rioja durante d¨¦cadas, como Toro, Campo de Borja o Jumilla: "La clave de una bodega es la buena uva, y si la tienes, tienes buen vino por d¨¦cadas. Durante a?os hemos arrancado lo mejor que ten¨ªamos, nuestra uva inmemorial, y hemos plantado variedades for¨¢neas porque parec¨ªa que era lo que ped¨ªa el mercado. Nos hemos equivocado. Esos vinos generalistas, de uvas internacionales, los hacen m¨¢s baratos y los venden mejor los del Nuevo Mundo a trav¨¦s de sus grandes corporaciones. La clave para vender en Norteam¨¦rica es nuestra diversidad de uvas, paisajes y denominaciones de origen (tenemos 70). Para muchos consumidores del Nuevo Mundo somos unos reci¨¦n llegados; no saben situarte en el mapa, y te tienes que poner did¨¢ctico, hacer miles de kil¨®metros, rascarte el bolsillo y explicar a los distribuidores, a los due?os de las tiendas, a los cr¨ªticos, que llevamos 3.000 a?os en esto. Y que las mejores tempranillos, garnachas y cari?enas est¨¢n aqu¨ª. Es de lo que podemos presumir. Y luego, calidad, limpieza, los mejores controles sanitarios, algo que no siempre hemos hecho porque vend¨ªamos a granel y ah¨ª val¨ªa todo". La calidad es la otra clave del ¨¦xito del vino junto a la personalidad. Lo confirma con una sola frase el viejo Isac¨ªn Muga, venerable y list¨ªsimo presidente de la bodega del mismo nombre de Haro: "Al cliente solo le enga?as una vez".
Los locos han vuelto a sus ra¨ªces. Son hijos y nietos de viticultores. Cuidan sus vi?as viejas como jardines japoneses donde cada cepa tiene nombre y se cultiva con las manos con el mimo de un bons¨¢i. "?C¨®mo voy a viajar, qui¨¦n se encarga entonces de las vi?as? Yo lo hago todo, desde arar hasta podar, recoger y embotellar", afirma con su humor de navaja de barbero Emilio Rojo, un ingeniero que en 1986 rompi¨® con la capital y volvi¨® a Arnoia (Ourense), a las tierras de sus padres, para arrancar a una peque?a vi?a el mejor ribeiro de la historia, del que solo produce 5.000 botellas y que se rifan los poderosos. "Est¨¢s en la vi?a todo el d¨ªa, la conoces como a una hija y la interpretas cada a?o de una forma distinta", recalca Abel Mendoza, barbudo, sabio y socarr¨®n, uno de los m¨¢s grandes y honestos artesanos del vino de Rioja; un tipo peculiar y entra?able siempre secundado por Maite, su mujer, una exazafata que le ha obligado a ponerse una camisa nueva ante la visita de los periodistas. Con la pareja visitamos sus vi?as de Marrarte: "El viticultor es un simple gestor de lo que la tierra le va dando; cada a?ada es una sorpresa. Cada a?o es imprevisible. Si llueve o hace calor, te da un resultado distinto. No repites. Interpretas. Yo nunca hago un vino igual a otro. Este es un oficio de sentido com¨²n. De vista larga. Si conservas el medio ambiente, si no le metes porquer¨ªas, dejar¨¢s un futuro mejor a los que vengan. Hay que respetar la tierra. Pensar a largo plazo, porque a corto te agobias con la hipoteca y metes un tractor y haces un vino vulgar. Y eso le est¨¢ pasando a la gente aqu¨ª: las grandes bodegas pagan tan mal la uva [a la d¨¦cima parte que hace diez a?os], que el agricultor se desentiende. No hay exigencia. Yo me arriesgu¨¦ y salt¨¦ del negocio familiar de cultivar y vender la uva a hacer mi vino, embotellarlo y etiquetarlo. 'Ad¨®nde va este', me dec¨ªan. Hoy vivo de ello, me paga las vacaciones y tengo amigos en todo el mundo. Y no quiero m¨¢s. Una botella de vino tiene que ser como un libro que te cuente en unos minutos el contexto, la historia, el paisaje, qui¨¦n lo ha hecho. Si no, es un aburrimiento. Si no te inspira, no lo vuelves a comprar".
Los locos rechazan la qu¨ªmica. Las grandes producciones. Las plantaciones exuberantes. Buscan la imperfecci¨®n con entra?as. Usan las armas de la ecolog¨ªa y la biodin¨¢mica. Aran con mulas. Abonan con caca de vaca. Podan a mano. Miran al cielo. Prueban la uva. Se gu¨ªan por el movimiento de los astros. No tienen prisa. No est¨¢n dispuestos a producir m¨¢s para llenarse los bolsillos y arruinar su porvenir. Ni se les ocurre plantar variedades y clones de r¨¢pido crecimiento para forrarse en el menor tiempo posible. Ese ha sido el error de muchas bodegas. Especialmente en la Ribera del Duero: duplicar, triplicar, cuadruplicar la producci¨®n durante la burbuja. "Como dice un marroqu¨ª que trabaja con nosotros, 'la prisa mata, amigo", explica Carles Ortiz, que elabora junto a su compa?era, Esther Nin, algunas de las nuevas joyas del Priorato. Trepamos a su lado por las laderas de Mas d'en Casa d'Or, sus paleol¨ªticas vi?as de Porrera. Intuimos al fondo del valle el mismo Ebro que recorrimos en La Rioja con Benjam¨ªn y Abel. En esta vi?a de Carles y Esther, la qu¨ªmica no entra. Sus remedios contra los par¨¢sitos y las plagas son tisanas a base de agua de lluvia, manzanilla, cola de caballo y diente de le¨®n. Se interviene lo justo. De aqu¨ª surgen vinos sin comparaci¨®n. Esther es, adem¨¢s, en¨®loga de Clos Erasmus, uno de los vinos m¨¢s m¨ªticos y buscados de esa zona. Carles tira de su mula y Esther porta en su pecho a Roger, el hijo de ambos. Entre las cepas crecen flores, perales y membrillos. Esther coge frutas, las machaca y se las pone en los labios al beb¨¦. "Roger crecer¨¢ en la vi?a; no tenemos una persona que lo cuide, hemos preferido contratar a una persona m¨¢s para cultivarla. En estos momentos nos parece m¨¢s importante".
Esther y Carles forman parte de la segunda generaci¨®n de hippies del Priorato. La primera lleg¨® aqu¨ª a comienzos de los ochenta y estaba formada por Rene Barbier, ?lvaro Palacios, Jos¨¦ Luis P¨¦rez, Carles Pastrana y Daphne Glorian. Los cinco dieron fama a esta comarca y saltaron la banca de las clasificaciones del gur¨² mundial del vino, Bob Parker. Esta segunda generaci¨®n quiere ir m¨¢s lejos y aportar m¨¢s naturalidad, frescura y ecolog¨ªa al producto. Son amigos. Nos lo demostrar¨¢n durante una cena en la que dos competidores del nuevo Priorato, Esther y Dominik Huber, comparten vinos, risas y viandas. No todo vale para vender.
Las cosas han cambiado. Los locos ya no ense?an la bodega, ense?an el vi?edo. Entre cepas, en la finca Turo d'en Mota, en Sant Sadurn¨ª d'Anoia, desayunamos con los primos hermanos Ton y Josep Mata, herederos de la firma de cava Recaredo, que han conquistado a la cr¨ªtica americana con un espumoso al que da nombre esta finca, cuesta 90 euros en el mercado y al que Parker ha clasificado con 96 puntos, lo nunca visto en el cava. No hay un escenario mejor para ellos que estas cepas ecol¨®gicas de 1940. Materializan su culto a la tierra.
Han quedado atr¨¢s los d¨ªas del pelotazo. Del vino espect¨¢culo. Unido a la especulaci¨®n y la burbuja enol¨®gico-inmobiliaria. Hay centenares de bodegas en venta. Repletas de vino sin salida. Cl¨®nico con el de otras bodegas en venta repletas de vino caro y mediocre sin salida. El p¨¦ndulo ha cambiado de direcci¨®n. Ya no se trata de hacer grandes vinos de 100 euros, sino grandes vinos de 10 que te permitan hacer ediciones limitadas de grandes vinos de 100. Es el envite: vinos dignos a precios razonables. Diferentes y sencillos. Frescos y m¨¢s ligeros. Arriesgados. Con menos madera. Para beber y no para satisfacer a los cr¨ªticos (al menos, eso dicen).
Se trata de aguzar el ingenio. De enamorar a una nueva generaci¨®n de consumidores hoy adictos a la cerveza y los alcoholes de alta graduaci¨®n. En Espa?a se bebe menos vino que nunca. Diecisiete litros por habitante. La mitad que en Italia o Francia. La mitad que en 2000. La cuarta parte que hace 50 a?os. Los locos de la vi?a lo saben. Y est¨¢n decididos a llegar a la mayor gente posible, y revelarles los secretos de esta grava, cal o arcilla; de unas uvas peque?as, reunidas en racimos compactos y concentrados. Llevados al extremo. Es su obsesi¨®n. No est¨¢n dispuestos a invertir en ladrillos ni en bodegas firmadas por arquitectos estrella; han empezado de prestado, en garajes, en pisos, en naves industriales, con un par de barricas; en una vieja imprenta, como Laurent Corrio e Irene Alemany, una pareja que se conoci¨® mientras estudiaba enolog¨ªa en Borgo?a y desde 1999 est¨¢n revolucionando los tintos del Pened¨¦s aunque acudan al pluriempleo para redondear el magro presupuesto familiar. No quieren casonas con blasones, sino hacerse con los mejores vi?edos olvidados. Territorios cubiertos hace siglos de vi?as que un d¨ªa se maltrataron y olvidaron y ellos localizan, resucitan y replantan con las uvas originales y despu¨¦s aguardan a que la naturaleza haga el resto. Pueden pasar 35 a?os hasta que den un gran vino. La paciencia es la primera virtud que debe adornar al vitivinicultor. Como afirmaba la baronesa Rothschild, uno de los apellidos m¨ªticos del vino franc¨¦s: "Una vez que llevas 300 a?os en esto, ya todo va rodado".
"Hemos tardado d¨¦cadas en enterarnos de que el vino se hace en el vi?edo y no en la bodega", fue lo primero que me dijo en Boston Juan Muga, de 38 a?os, tercera generaci¨®n de mugas al frente de la marca riojana a la que da nombre su apellido. Muga, una de las bodegas tradicionales de Rioja, que produce dos millones de botellas al a?o, no ha sucumbido a la tentaci¨®n de producir de manera industrial. Ha preferido invertir y atrincherarse en el vi?edo. Y dar una vuelta de tuerca al prestigio de sus procedimientos. Desde fabricar sus propias barricas de roble, un oficio que se estaba perdiendo, hasta envejecer todo en madera y controlar cada grano de uva que entra en su bodega. El resultado es un vino de calidad, a mitad de camino de la modernidad y la tradici¨®n, que transmiten al mundo a trav¨¦s del mill¨®n de botellas que exportan cada a?o. Traje gris a medida, buen ingl¨¦s, una copa como ap¨¦ndice de su mano, Juan Muga se afanaba en nuestro encuentro bostoniano en explicar su proyecto a los aficionados americanos. Lo mismo hab¨ªa hecho en los d¨ªas anteriores en Chicago, Las Vegas y Austin, y antes de continuar hacia Brasil en un continuo peregrinaje mercantil. "En Tejas estuve en un gran supermercado, el Central Market; la gente con su carrito y yo sirviendo vino y habl¨¢ndoles de Rioja. En Espa?a no lo habr¨ªa hecho, pero en Estados Unidos... hay que perder la verg¨¹enza; nosotros export¨¢bamos el 30% hace dos a?os y ahora estamos en el 50%. Hay que viajar, probar, conocer, comparar, aprender. Justo lo que nunca hemos hecho". Los locos del vino tienen claro que, aunque act¨²en en local, su campo de actuaci¨®n debe ser global. Est¨¢n dispuestos a llegar m¨¢s lejos con el que consideran el mejor vino de nuestra historia.
Saben que la clave es transmitir un mensaje en cada botella. Ser una locomotora de imagen. Tirar del resto del sector (como hacen en Burdeos las cinco marcas m¨¢s legendarias o en Italia los supertoscanos, que arropan en el imaginario popular mundial a miles de bodegas francesas e italianas m¨¢s humildes y mucho peores) y mostrar un camino: las cosas se pueden hacer de una manera m¨¢s limpia, original y natural. Respetando la tierra. Y triunfar. No son palabras: Numanthia, una de las bodegas nacidas a finales de los noventa en Toro con esa perspectiva de personalidad y calidad de manos de la familia Eguren, fue adquirida en febrero de 2008 por el grupo LVMH, el portaaviones del lujo global, por 36 millones de euros. Era la consagraci¨®n de una manera de hacer bien las cosas. En la misma direcci¨®n, Vega Sicilia, el incombustible mito del vino espa?ol, se ha aliado con la familia Rothschild, la alta nobleza de Burdeos, para adquirir buenas vi?as en La Rioja al precio que sea hasta atesorar m¨¢s de 100 hect¨¢reas. Con ellas elaborar¨¢n grandes vinos riojanos en la pr¨®xima d¨¦cada. Ambas operaciones financieras suponen un voto de confianza por nuestro terru?o.
Que es el capital del vino espa?ol. Por eso locos tratan la tierra como a un ser vivo. La escuchan y susurran. Cada cepa es un individuo. Cada botella, una historia de amor. Por eso Telmo Rodr¨ªguez, uno de estos elaboradores a veces incomprendido y tachado de exc¨¦ntrico, en precario equilibrio en los empinados bancales de su vi?a La Falcoeira, muy cerca de Santa Cruz, en la provincia de Ourense, sobre el r¨ªo Bibei, un enclave solitario, ¨²nico, con robles, frutales, helechos y paredes de granito, jabal¨ªes y aves, de una seducci¨®n b¨ªblica, se revuelve la melena y musita hipnotizado: "Ahora me queda meter toda esta belleza en una botella de vino". Ese es el secreto. El resumen de su filosof¨ªa. Su sue?o desde hace dos d¨¦cadas. Nunca se ha apeado de sus principios.
Conoc¨ª a Telmo hace 15 a?os. Y no ha cambiado una coma la filosof¨ªa con la que se lanz¨® al ruedo vitivin¨ªcola a mediados de los noventa con el objetivo de recuperar vi?edos singulares en distintas regiones de Espa?a, abandonados o triturados por la modernidad, devolverles la forma que ten¨ªan hace un siglo, utilizando las tradiciones vit¨ªcolas de la zona, y hacer un vino que sea el fiel reflejo de su historia y ecosistema. Lanzarse a tumba abierta aun perdiendo dinero para extraer de cada vi?a el mejo vino. Acometi¨® ese proyecto de locos junto a Pablo Eguzkiza, al que conoci¨® cuando ambos estudiaban enolog¨ªa en Burdeos, en 1994, y ha trabajado a tumba abierta en M¨¢laga, Rioja, Ribera, Rueda, Cebreros, Alicante y Galicia. No se ha hecho rico. Hubo momentos en los que pod¨ªa haber dejado todo y haber optado por el surf o el arte contempor¨¢neo. El tiempo le da la raz¨®n. Y confirma que fue el primero en asegurar que las cosas se pod¨ªan hacer de otra forma. Y el resultado ser¨ªa por fuerza bueno para todos. Que la tierra era la gran riqueza detr¨¢s de una botella de vino. Ha viajado por todo el mundo hablando de Espa?a. Medi¨¢tico, extremista y deslenguado, las continuas cr¨ªticas que vert¨ªa en contra de los procedimientos industriales que se estaban llevando a cabo en el sector del vino para producir m¨¢s en detrimento de la calidad y la imagen le valieron, a mediados de los noventa, el apodo de "El tonto de La Rioja" por algunos de sus compa?eros. En aquellos tiempos resultaba m¨¢s f¨¢cil y rentable apostar por la cantidad que por la calidad. Tras aquel revolc¨®n, el periodista de EL PA?S Feliciano Fidalgo le ech¨® un capote con un art¨ªculo titulado El tonto m¨¢s listo de La Rioja. Hoy nadie osa ningunearle. Ascender con ¨¦l en soledad a la vi?a La Falcoeira, en la que lleva trabajando una d¨¦cada y donde ha reconstruido muros originarios de los romanos, o a Las Beatas, una vi?a salvaje y perdida en La Rioja, es el ejemplo vivo de la magia del vino espa?ol que aspira a elaborar y dar a conocer.
Tras recorrer 3.000 kil¨®metros por Espa?a en su busca, los locos del vino demuestran que las cosas ya no son como eran. Que hemos dado un paso adelante. Tras patear decenas de vi?as, uno se encuentra con realidades que rompen los viejos t¨®picos de nuestros vinos: un cava, Recaredo, que supera en calidad y precio a los grandes champanes; un ribeiro, Emilio Rojo, que rivaliza con los blancos de borgo?as; un rioja, Contador, m¨¢s caro que los mejores burdeos; un tinto de las R¨ªas Baixas, el Goliardo, que Rodrigo M¨¦ndez elabora en esta tierra de blancos al alim¨®n con la se?ora Lola, una octogenaria del Saln¨¦s, en Pontevedra, que no quiere que sus vi?as desaparezcan; un en¨®logo de lujo, Joan Assens, que ha renunciado al estrellato del Priorato y optado por centrarse en su proyecto de peque?os-grandes tintos de finca en el Montsant, bajo la marca Orto; un recuperador, Telmo Rodr¨ªguez, que ha resucitado los denostados vinos dulces de M¨¢laga y los moribundos tintos de Cebreros. Una cooperativa, la de Cap?anes, en la comarca de Falset, que bajo la direcci¨®n de Francesc Blanch est¨¢ haciendo vinos enormes, impensables en otras cooperativas, y dando un porvenir digno a 82 familias. O aquel chaval de un peque?o colmado de la Barcelona de pura raza, Quim Vila, que desde ese negocio familiar ha crecido hasta ser el n¨²mero uno moviendo los m¨¢s interesantes vinos espa?oles por el mundo.
Este viaje arranc¨® en el Bierzo. Aqu¨ª termina. Quiz¨¢ sea el ejemplo de todo. Un territorio vit¨ªcola olvidado, desprestigiado y famoso por sus graneles y vinos sin nombre. Pero con unas uvas diferentes y centenarias. En 1999 lleg¨® a estas tierras olvidadas ?lvaro Palacios, el mayor genio del Priorato, busc¨® vi?as y encendi¨® la mecha. Detr¨¢s llegar¨ªa su sobrino Ricardo con una ecolog¨ªa llevada al extremo. Los recibieron mal. Hab¨ªan lanzado la semilla. Los m¨¢s inquietos del lugar la recoger¨ªan. Por ejemplo, Ra¨²l P¨¦rez, que hab¨ªa nacido aqu¨ª, en Valtuille de Abajo. Mientras comemos chorizos y empanada junto a sus padres, t¨ªos y primos, nos cuentan c¨®mo la familia hizo vino desde el siglo XVIII. Y tambi¨¦n los horrores de la Guerra Civil. En 2005, Ra¨²l dio el salto a la excelencia. Sin un duro. Sin bodega. En seis a?os ha logrado elaborar vinos ¨²nicos, a veces con tiradas de menos de 1.000 botellas, que han enamorado a la cr¨ªtica internacional, empezando por Robert Parker, su sumo sacerdote. Hoy es el brujo del Bierzo. Y ha ampliado su radio de acci¨®n hasta la Ribeira Sacra, Monterrei, R¨ªas Baixas y tambi¨¦n a Sud¨¢frica, Chile y Portugal, donde hace producciones m¨ªnimas. Entre amigos, por placer. Para Ra¨²l P¨¦rez, el tiempo no cuenta. Sabe que el vino es eterno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.