Benditos mensajes de m¨®vil
Vicente del Bosque siempre fue un gu¨ªa para nosotros. Desde el primer d¨ªa lo dej¨® claro. "Vamos a pasar un mes juntos (dijo un mes, lo que ya era una se?al...) y lo m¨¢s importante es que exista un gran ambiente", nos exigi¨®, al tiempo que, insensible a nuestro probable aburrimiento, nos prohibi¨® el Twitter y el Facebook, algo en lo que yo todav¨ªa era un novato, pero ve¨ªa a Puyi disfrutar como un enano. Pero puedo dar fe de que nos aburrimos poco. El torneo, de principio a fin, fue imborrable.
En esos primeros d¨ªas en las Rozas nadie hablaba de ganar, aunque fuera una ilusi¨®n compartida en silencio por todos. Pero s¨ª que se foment¨® un grupo muy unido, aunque alguno se empe?ara en decir que los del Bar?a y el Madrid apenas nos entend¨ªamos. ?Claro que me llevo mejor con Pedro, Busi, Xavi...! Pero no ten¨ªamos ning¨²n problema con el resto. Recuerdo, por ejemplo, ya en Potchefstroom, charlas infinitas con Pepe Reina, Llorente y Sergio Ramos en las habitaciones y en el comedor (una sala de un equipo de cr¨ªquet) sobre el Mundial. Historia que empez¨®, en cualquier caso, tras el varapalo de Suiza.
En la final, ten¨ªamos verdadero p¨¢nico a los penaltis, pero lleg¨® Andr¨¦s... y la gloria
Tengo la tesis de que Espa?a siempre ca¨ªa en octavos o cuartos porque apenas se sufr¨ªa en la fase inicial. Dos partidos, clasificaci¨®n resuelta y amistoso en el ¨²ltimo duelo. Una desconexi¨®n; una derrota. Eso no nos ocurri¨® a nosotros, que, tras perder ante Suiza, siempre jugamos a vida o muerte.
Al acabar el partido frente a los helv¨¦ticos -que nadie se tire flores excepto Arbeloa, siempre optimista- en el vestuario no se oy¨® una voz. Pens¨¢bamos que, despu¨¦s de tanto que se hab¨ªa hablado sobre la calidad de Espa?a, pod¨ªamos irnos a casa de buenas a primeras. Pero todos sab¨ªamos que hab¨ªamos jugado bien. Esa era la clave; confi¨¢bamos en nuestro ideario, en nuestro f¨²tbol.
Lleg¨® Honduras y en pocos partidos he tenido tantos nervios. Sobre todo tras la primera parte, en la que no jugamos a nada. Pero en la segunda apareci¨® Villa y se acab¨® lo que se daba. En ese partido, adem¨¢s, Puyol me volvi¨® a demostrar que es un genio. El tipo no solo no dej¨® pasar a ning¨²n rival, sino que lo consigui¨® desternillado de la risa porque ahora -tras partirme la ceja en el partido de Suiza- me hab¨ªan abierto el labio... Algo de lo que sac¨® punta Pepe, siempre de guasa, siempre tocando las narices. Como yo apenas pod¨ªa hablar, el t¨ªo balbuceaba cada vez que me arrancaba a decir algo y los compa?eros se sumaban al cachondeo. En fin. Volvamos al Mundial, al partido de Chile, tambi¨¦n atenazados al principio y sueltos al final. A la siguiente fase.
De Portugal sab¨ªamos que Cristiano era un peligro, pero que si est¨¢bamos atentos en lo defensivo, no sufrir¨ªamos porque era un equipo de m¨¢s individualidades que de juego colectivo. Villa, de nuevo, nos dio la raz¨®n. El m¨¢quina estaba enchufado y sus goles -los ¨²ltimos cuatro duelos los ganamos por 1-0- val¨ªan triunfos. Aunque el m¨¢s sufrido fue el de Paraguay, quiz¨¢ porque todos not¨¢bamos esa presi¨®n invisible de los malditos cuartos de final. Cuando me pitaron el penalti, pens¨¦ que nos pod¨ªamos ir al garete. Pero Iker -?Qu¨¦ grande!- arregl¨® el asunto y Villa lo remat¨®.
Entre campeonatos del Pro Evolution -que yo ganaba-, ve¨ªamos el resto de partidos del Mundial. Recuerdo que Alemania nos fascin¨® con los cuatro goles a Argentina. "Estos no son los de la Eurocopa", dec¨ªa uno. "?zil y Khedira", resaltaba otro. "Y M¨¹ller", a?ad¨ªa un tercero. Pero el mayor shock fue la eliminaci¨®n de Brasil. Ese d¨ªa, iba en coche con Del Bosque hacia no s¨¦ que sitio. En la Blackberry, mi amigo Pedret me fusilaba a mensajes. "?Gol de Holanda!", escrib¨ªa. "Expulsi¨®n de Melo", segu¨ªa. "Brasil, eliminada", termin¨®. Vicente y yo nos miramos sin apenas cruzar palabras. Estoy seguro de que, como yo, debi¨® de pensar: "?Guauuuu... eliminado Brasil, podemos ser campeones". Pero a¨²n quedaba camino.
Quedaba, para empezar, Alemania, que me parece que nos encar¨® con demasiado respeto. Antes de eso, sin embargo, yo ya lo ten¨ªa claro. "Este Mundial lo ganamos", dec¨ªa. "Bueno, est¨¢ la semifinal y luego...", replicaban. Y yo zanjaba: "S¨ª, s¨ª, pero este Mundial lo ganamos". As¨ª fue.
Superada Alemania, restaba Holanda. Ahora que lo pienso, recuerdo que en el autob¨²s, de camino al Soccer City, nadie dec¨ªa nada. Presi¨®n, nervios, y concentraci¨®n. No se escuchaba ni una mosca. Pero se produjo un fen¨®meno dif¨ªcil de explicar. ?Todos est¨¢bamos hablando por la Blackberry! Nos d¨¢bamos ¨¢nimos, tipo: "?Vamos!", "?No se puede fallar, eh!". "?Son nuestros!". Y esas cosas. Incre¨ªble. Benditos mensajes. Luego, la charla normal y corriente de Del Bosque, sin gritos y con las palabras justas, nos hizo bien.
En la final, al contrario que en los anteriores partidos, Puyi y yo no nos dijimos, sobre el minuto 70, que est¨¢bamos agotados, que la temporada hab¨ªa sido muy larga. Est¨¢bamos en la pr¨®rroga y, m¨¢s que nada, ten¨ªamos verdadero p¨¢nico a los penaltis. Yo tiraba uno, eso seguro, al centro y a romper. Pero el p¨¢nico no me lo quitaba nadie. Hasta que lleg¨® Andr¨¦s. Un gol; la gloria definitiva.
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