El euro, ante el precipicio
El desacuerdo sobre Grecia castiga a Italia, asfixia a Espa?a y amenaza con romper la eurozona
La convulsi¨®n permanente de los mercados, que apenas deja una semana de tranquilidad entre un episodio de ataques a las deudas perif¨¦ricas y el siguiente, est¨¢ llevando a la eurozona al caos financiero y al borde de la ruptura. La crisis, mal gestionada por las instituciones europeas, ha dado un peligroso salto cualitativo al involucrar a pa¨ªses como Italia que tienen gran parte de la deuda en manos de residentes.
La primera consecuencia de ese agravamiento fue que ayer Europa vivi¨® un lunes tenebroso, el peor sin duda desde la creaci¨®n del euro, con una especulaci¨®n desaforada contra Italia y Espa?a. La prima de riesgo espa?ola alcanz¨® los 336 puntos b¨¢sicos y la de Italia super¨® los 300 puntos. Es una situaci¨®n insostenible a corto plazo para la solvencia espa?ola y, sobre todo, para la italiana, que acumula un volumen de deuda del 120% del PIB. En Espa?a, la explosi¨®n de los intereses de la deuda asfixia cualquier recuperaci¨®n, porque los gastos financieros consumen cualquier margen presupuestario, reducido de entrada por la obligaci¨®n de controlar el d¨¦ficit. El castigo a la deuda se traduce adem¨¢s en el desplome burs¨¢til de los sistemas bancarios, objeto de una reforma cuyo destino fatal en estas circunstancias es el fracaso.
El euro est¨¢ en este grav¨ªsimo aprieto porque las autoridades europeas son incapaces de llegar a un acuerdo para articular un plan de rescate que proporcione una cierta estabilidad financiera a Grecia durante los pr¨®ximos tres a?os. Con Espa?a e Italia situadas en la diana de la especulaci¨®n, los ministros de Finanzas, el BCE y toda la pl¨¦yade de instituciones que deben ponerse trabajosamente de acuerdo para salvar el euro (porque hoy ya es cuesti¨®n de supervivencia) no pueden demorar m¨¢s la salvaci¨®n de Atenas.
El problema es conocido. Grecia no puede devolver sus pr¨¦stamos y necesita un nuevo plan de rescate que incluya una reestructuraci¨®n de esa deuda; es decir, los acreedores de Grecia tienen que contribuir al rescate con una quita; para que esa reestructuraci¨®n sea efectiva, las agencias de calificaci¨®n deben aceptar que no es un impago. Una medida de mala gesti¨®n de las autoridades europeas es que anunciaron iniciativas antes de acordar con las agencias que la quita voluntaria no fuera considerada como default. El resultado de la torpeza (otra m¨¢s) es una prima de riesgo insostenible y la certeza de que es m¨¢s dif¨ªcil cada d¨ªa llegar a un acuerdo sobre Grecia (aplicable si llega el caso a Portugal e Irlanda) que aleje definitivamente la especulaci¨®n.
Los acreedores de las deudas europeas (y quienes gestionan sus carteras) tienen una responsabilidad indeclinable en esta situaci¨®n cr¨ªtica. Reaccionan con histeria a s¨ªntomas menores y son reacios a analizar los fundamentos econ¨®micos de cada pa¨ªs. Pero lo que los inversores cotizan sobre todo (a la baja, por supuesto) es la p¨¦sima gesti¨®n de la crisis. La falta de un gobierno econ¨®mico capacitado para tomar decisiones ha sembrado el desorden en las finanzas europeas, est¨¢ invalidando los programas de ajuste de algunos pa¨ªses, pagados con recortes sociales (como el de Espa?a) y puede ser la causa de la desaparici¨®n del euro.
Para corregir este caos que provoca empobrecimiento y paro, Europa (l¨¦ase Alemania, Francia, el Eurogrupo y el BCE) tiene que aprobar ya -sin esperar a septiembre, pues igual no se llega- el segundo rescate de Grecia con la aquiescencia de las calificadoras y transmitir el mensaje de que el BCE y el Eurogrupo tienen la capacidad para acabar con la especulaci¨®n. No es momento de sutilezas, debates bizantinos y dudas metaf¨ªsicas que castigan el crecimiento y el empleo. El sistema financiero tiene que ser consciente de que el BCE utilizar¨¢ como garant¨ªa los bonos de todos los pa¨ªses del euro, sea cual sea el nivel de castigo recibido. Basta ya de parches.
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