El candidato, su discurso y su partido
En este agobiante mar de palomas volando sobre el azul, no resultar¨¢ f¨¢cil al candidato del PSOE construir un discurso pol¨ªtico y una posici¨®n en su partido que identifique ante los ciudadanos un proyecto con posibilidades de recuperar el terreno perdido. El poder municipal de los socialistas se ha evaporado all¨ª donde parec¨ªa s¨®lido, y el de las comunidades aut¨®nomas ha quedado barrido de sus otrora inexpugnables fortalezas. No hay ninguna gran capital gobernada por el PSOE con mayor¨ªa absoluta y de las Comunidades, y como el desesperado y algo obsceno recurso de Cayo Lara a la memoria hist¨®rica -echando en cara a los comunistas extreme?os su decisi¨®n de abrir las puertas de la Junta a los herederos de los asesinatos de hace 75 a?os- solo sirvi¨® para ratificar su entrega al PP, no queda m¨¢s que Andaluc¨ªa, cuesta abajo, y Euskadi, en minor¨ªa y con los d¨ªas contados.
?C¨®mo se construye un proyecto pol¨ªtico atractivo, con aspiraciones de poder, cuando su ausencia es fruto de una p¨¦rdida tan masiva de votos? Es f¨¢cil decir: hagamos autocr¨ªtica, o hay que reinventarse, o le?a al capital, o cualquiera de esas abstracciones que acompa?an los an¨¢lisis sobre la crisis final de la izquierda o del socialismo, abundantes desde los a?os ochenta y reiterados sin pausa desde la ca¨ªda del socialismo real. Es f¨¢cil y, adem¨¢s, enga?oso, porque desde sus or¨ªgenes, la izquierda -que siempre han sido las izquierdas- ha estado en crisis y, en consecuencia, siempre ha existido una nueva izquierda, que se presenta realizando la consabida autocr¨ªtica, reinventado el socialismo, firme ante el capital y anunciando un nuevo comienzo.
Pero, como escribi¨® Graci¨¢n, "la gloria de la novedad dura poco". Vamos pues a lo de siempre. Y lo de siempre, en pol¨ªtica, es el poder. ?Qu¨¦ ser¨¢ preciso hacer para recuperarlo? Ante todo, desechar la fascinaci¨®n por los nuevos comienzos: la realidad, aqu¨ª como en el Reino Unido, se ha encargado de dar un bofet¨®n a la nueva v¨ªa y al new labour. Es lo real, no lo que cada cual proyecte como espl¨¦ndido futuro, lo que importa, porque es lo real el ¨¢mbito de la acci¨®n. Y es ah¨ª, del reconocimiento de las constricciones de lo real de donde parte el pol¨ªtico, como es fabulando sobre lo real como se arruina. Tal vez la amplitud de la derrota guarde alguna relaci¨®n con la extendida percepci¨®n de que el Gobierno socialista hab¨ªa perdido el sentido de la realidad.
Por eso, quiz¨¢, en la primera intervenci¨®n -no exactamente un discurso- de Rubalcaba como candidato, el lugar habitual que se dedica a la afirmaci¨®n de lo nuevo lo haya ocupado la llamada al realismo y el enunciado de algunas pol¨ªticas para hacer frente a algunos de los problemas actuales: creaci¨®n de empleo, econom¨ªa competitiva, sanidad, educaci¨®n, ley electoral, urbanismo, corrupci¨®n. Es significativo, sin embargo, que no haya dedicado ni una sola l¨ªnea a la cuesti¨®n territorial, ni a las instituciones en crisis del Estado, ni a la reforma constitucional que implican algunas de sus propuestas. Y esta ausencia de una palabra sobre cuestiones que afectan a la constituci¨®n misma del Estado, cuando se afirma la primac¨ªa de la pol¨ªtica, mide bien la distancia que a¨²n queda al candidato hasta convertir una intervenci¨®n ante el comit¨¦ nacional de su partido en un discurso dirigido a la sociedad. S¨ª, su intervenci¨®n es un alivio, pero solo sirve para un dolor de cabeza, no para la recuperaci¨®n del enfermo.
En todo caso, Rubalcaba sabe bien que en pol¨ªtica no basta el discurso, que es preciso disponer de una herramienta de poder. No basta ser el candidato del partido; es preciso que el partido sea del candidato. As¨ª ha sido siempre. Y a este respecto, que haya quedado en suspenso, para despu¨¦s de las elecciones, la sustituci¨®n de la actual c¨²pula dirigente, no constituye una buena se?al contra las actuales previsiones de desastre. Si su intervenci¨®n se qued¨® en discurso a medio construir, su proclamaci¨®n trasmite una sensaci¨®n de interinidad, como si gentes con poder en la maquinaria del PSOE le hubieran marcado un l¨ªmite: candidato sin necesidad de primarias, s¨ª; pero secretario general, por ahora, no. Probablemente, la designaci¨®n de Jos¨¦ Blanco como portavoz del Gobierno indica que las maniobras por el poder dentro del PSOE no han hecho m¨¢s que empezar y que el destino del candidato depende del n¨²mero de diputados que pueda levantar en las pr¨®ximas elecciones: no es la mejor de las f¨®rmulas posibles si de lo que se trata es de conseguir m¨¢s de 150 esca?os.
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