?Es posible cerrar las fosas de la memoria?
Un enfrentamiento civil deja heridas incluso en cada familia. Ser¨ªa preciso trascender las lecturas interesadas e intentar, al menos, un relato com¨²n de lo ocurrido
Todav¨ªa hoy algunos balazos parecen conservar intacto su poder destructivo. Durante las primeras semanas de este mes se exhum¨® una fosa com¨²n de m¨¢s de treinta metros de largo en Gumiel de Iz¨¢n (Burgos). La hip¨®tesis de que all¨ª estuvieran enterrados un grupo de ferroviarios que fueron asesinados el 18 de agosto de 1936 es una de las que se barajan para poder llegar a establecer la identidad de aquellos muertos que yacen, uno detr¨¢s de otro, en un paraje conocido como La Legua. Los investigadores han establecido, a partir de las vainas de fusil y las balas rotas encontradas junto a los huesos, que muchos de ellos cayeron all¨ª mismo de un disparo en la cabeza. Son esos balazos los que siguen resonando porque todav¨ªa no se sabe a qui¨¦nes se llevaron por delante. Se han encontrado un crucifijo, que pudo haber pertenecido a un franciscano de la zona al que trataban de rojo por criticar la miseria en la que viv¨ªan los campesinos, y un cors¨¦ ortop¨¦dico, que acaso perteneci¨® a un maquinista de la estaci¨®n de Aranda de Duero.
Parece que hoy se intenta construir nuevas trincheras invisibles para seguir librando una vieja guerra
Que la Real Academia de la Historia no haya sido extremadamente delicada confirma cu¨¢nto queda por hacer
Las fosas con los restos de los que fueron asesinados por las fuerzas franquistas ha sido seguramente uno de los temas relacionados con la Guerra Civil que m¨¢s presentes han estado en la sociedad espa?ola durante estos ¨²ltimos a?os. Fueron muchos nietos de los que padecieron el conflicto los que, en un momento dado, preguntaron por sus abuelos. Y es ah¨ª donde empezaron las respuestas vagas o los silencios y se hizo evidente, seg¨²n cuentan muchos de los que se embarcaron en estos procesos, un miedo que segu¨ªa vivo en los supervivientes pese al tiempo transcurrido.
La torpeza a la hora de gestionar pol¨ªticamente la leg¨ªtima demanda de muchos familiares para recuperar a sus muertos, y poder as¨ª volver a enterrarlos y realizar ese duelo postergado desde hace tanto tiempo, ha generado numerosas tensiones que parec¨ªan desaparecidas, y que subieron de intensidad cuando el juez Baltasar Garz¨®n, ante la alarmante falta de eficacia de la llamada Ley de la Memoria Hist¨®rica para resolver estos problemas, decidi¨® intervenir. No son, sin embargo, solo las fosas las que han reclamado la atenci¨®n de una sociedad que cada vez tiene menos que ver con la que padeci¨® la dictadura de Franco y que, por tanto, se pregunta por el sentido de la pervivencia de algunos s¨ªmbolos que siguen glorificando aquel r¨¦gimen. Un grupo de expertos est¨¢ discutiendo qu¨¦ hacer con el Valle de los Ca¨ªdos, el complejo monumental donde est¨¢ enterrado Franco.
Setenta y cinco a?os despu¨¦s del golpe de Estado de los militares rebeldes, hay todav¨ªa otras cuestiones que siguen abiertas. La manera de contar lo que sucedi¨® entonces es una de ellas. Hace poco, la presentaci¨®n de un Diccionario biogr¨¢fico espa?ol realizado por la Real Academia de la Historia levant¨® una fuerte pol¨¦mica. En el tratamiento dado en ese trabajo a algunos de los protagonistas de la guerra (el propio Franco, entre ellos), m¨¢s que la b¨²squeda de un escrupuloso rigor hist¨®rico, lo que prevalece es el af¨¢n por dulcificar las asperezas de los responsables del golpe, con lo que se rescatan algunos elementos que han caracterizado la versi¨®n de los vencedores. En cuanto a los vencidos, algunas de las entradas (como la de Manuel Aza?a) est¨¢n llenas de errores y recurren, para definir la actividad de Negr¨ªn, por ejemplo, a f¨®rmulas propias de los propagandistas de la dictadura y se refieren a su Gobierno como "pr¨¢cticamente dictatorial".
Las fosas, el Valle de los Ca¨ªdos, el Diccionario biogr¨¢fico espa?ol: hay momentos en que parece que hoy se intentara construir de nuevo unas trincheras invisibles para seguir librando una vieja guerra, y volver as¨ª a servirse del pasado para sortear las batallas del presente. El problema acaso resida en la manera de volver la vista atr¨¢s. Porque hay muchas maneras de plantearle preguntas al pasado. Una de ellas lo que subraya es una deuda pendiente, y quiere hacer cuentas. Puede ocurrir, sin embargo, que al hacerlas se utilicen los valores de hoy para saldar los asuntos de entonces.
En el af¨¢n de reclamarle una deuda pendiente al pasado, la que conoce la afrenta suele ser la memoria individual (ahora que cada vez quedan menos de los que vivieron el conflicto, lo que permanece es muchas veces su relato de lo ocurrido). Una memoria, la individual, que es siempre leg¨ªtima, pero que selecciona y se construye tambi¨¦n alrededor de unos cuantos olvidos, que es caprichosa, que engrandece algunos detalles y minimiza otros. Seguramente todos los derrotados en la Guerra Civil miran ese pasado con ira, y es l¨®gico que en determinados casos tengan todo el derecho de exigir reparaciones. Pero la memoria individual nada tiene que ver con las llamadas memoria colectiva, hist¨®rica, externa, social: "Nadie recuerda ni puede recordar lo sucedido fuera del ¨¢mbito de su propia existencia", dec¨ªa Francisco Ayala. Y tiene raz¨®n: ?c¨®mo recordar lo que han vivido otros?
Esa otra memoria, la que quiere convertirse en la de unos cuantos (un grupo, una tribu, una asociaci¨®n, una naci¨®n), es siempre una construcci¨®n interesada y suele servir para establecer los rasgos de una identidad com¨²n, definir las claves de pertenencia a una colectividad determinada, y muchas veces se concreta en abstracciones cargadas con la dinamita de lo exclusivo.
Comunistas, anarquistas, nacionalistas, socialistas, sindicalistas, carlistas, falangistas, franquistas, republicanos, y vaya usted a saber qui¨¦n m¨¢s, siguen sirvi¨¦ndose de la Guerra Civil para reforzar sus propios relatos (ya sea como v¨ªctimas, ya sea como salvadores) sobre lo que pas¨®, y para justificar o adornar su discurso sobre el presente. Preguntarle al pasado por una cuenta pendiente conduce a seguir situando la discusi¨®n en el terreno pol¨ªtico. Y as¨ª, 75 a?os despu¨¦s de que empezara todo, siguen imponi¨¦ndose aquellas versiones en las que predomina el blanco y negro y se difuminan los grises.
Hay otra manera de relacionarse con el pasado. No tanto reclamar una deuda pendiente, como preguntarse por lo que de verdad ocurri¨®. Es lo que hacen los historiadores, y han sido muchos los que en los ¨²ltimos a?os han contribuido a revelar las m¨²ltiples aristas de un conflicto habitualmente muy confuso por las interpretaciones que unos y otros dieron sobre lo que pas¨® para justificar sus respectivos comportamientos.
No siempre es posible dar una explicaci¨®n un¨ªvoca a hechos complejos, pero eso no significa que valga cualquier relato, y mucho menos que el esfuerzo por acercarse con el mayor rigor a los hechos signifique amenazar, como se ha dicho, la libertad de expresi¨®n del historiador. ?Por qu¨¦ hubo una guerra? Podr¨¢ haber infinidad de matices en la respuesta, pero esta se produjo porque un grupo de militares, con un amplio respaldo civil, no consigui¨® que triunfara el golpe de Estado con el que pretend¨ªan tomar el poder y detener as¨ª las reformas que hab¨ªa puesto en marcha la Rep¨²blica. ?Qu¨¦ r¨¦gimen se impuso al terminar el conflicto? Una dictadura personalista, que se apoy¨® en el Ej¨¦rcito, en la Iglesia y en un partido ¨²nico, y que desencaden¨® una brutal represi¨®n para garantizar su continuidad.
Entre el golpe y la victoria final de Franco se sucedieron acontecimientos de muy distinto calado. Lo que, en cualquier caso, produjo la rebeli¨®n de los militares fue la violenta exigencia a la que se someti¨® a cada espa?ol para que tomara partido. Por mal que fueran las cosas, por duras que hubieran sido las amenazas que la Rep¨²blica padeci¨® en sus peores momentos, solo el golpe de julio impuso la obligaci¨®n de decantarse: o ellos o nosotros. La rebeli¨®n destruy¨® las estructuras de mando del Ej¨¦rcito, y no era f¨¢cil saber a qu¨¦ atenerse ni tener plena certeza sobre cu¨¢ntos de los uniformados segu¨ªan obedeciendo al r¨¦gimen legal. Los primeros en caer, las primeras v¨ªctimas de los golpistas, fueron sus compa?eros de armas. En una tesitura de total descontrol, y ante un alarmante vac¨ªo de poder, el Gobierno decidi¨® repartir armas a la poblaci¨®n para combatir a los golpistas. La violencia vengadora de muchos de estos grupos armados se dirigi¨® contra los representantes del antiguo poder: sacerdotes, guardias civiles, polic¨ªas, patronos, administradores de fincas. La Rep¨²blica ya no solo deb¨ªa combatir contra las tropas del ej¨¦rcito rebelde, que contaron desde muy pronto con el apoyo material de Italia y Alemania, sino que tuvo tambi¨¦n que poner coto a los desmanes que se estaban produciendo entre los suyos.
Lo m¨¢s grave de una guerra civil es que, de alguna manera, se produce en el interior de cada familia. Los que compartieron el mismo pan de pronto se ven situados en diferentes trincheras y les toca luchar por su supervivencia muchas veces en contra de los suyos. Es dif¨ªcil reparar el dolor que todo eso comporta, cerrar esa inmensa herida. Pero el paso del tiempo quiz¨¢ lo que permita saber es c¨®mo sucedieron de verdad las cosas. ?Ser¨¢ posible alg¨²n d¨ªa establecer en relaci¨®n a la Guerra Civil algunos puntos que est¨¦n m¨¢s all¨¢ de las distintas interpretaciones y de las lecturas interesadas, y se pueda, por tanto, trascender las distintas memorias colectivas para volver al terreno de la historia?
Seguramente el desaf¨ªo pendiente siga siendo el de volver a los hechos, y eso pasa por la lenta y paciente demolici¨®n de los mitos y leyendas que construyeron los vencedores (y tambi¨¦n los vencidos) sobre su papel en aquel terrible drama. Que haya sido la propia Real Academia de la Historia la que no haya sabido ser extremadamente delicada con un material tan inflamable solo confirma cu¨¢nto les queda por hacer a los espa?oles para volver al pasado con honradez y coraje para entender lo que de verdad pas¨®.
Hechos clave en el golpe de julio del 36
? 16 de julio. El general Anselmo Balmes, jefe militar de Gran Canaria, muere de un disparo en extra?as circunstancias y en el momento en que Franco precisaba de un pretexto para salir de Tenerife sin despertar sospechas. En Gran Canaria le aguardaba el avi¨®n Dragon Rapide, contratado por los conspiradores.
? 17 de julio. Franco preside las exequias de Balmes en Las Palmas. Por la tarde, en Melilla, un grupo de mandos detiene al general Manuel Romerales, jefe de la circunscripci¨®n oriental del protectorado espa?ol en Marruecos, por no apoyar la rebeli¨®n (le fusilaron semanas m¨¢s tarde). Tambi¨¦n arrestan al general Agust¨ªn G¨®mez Morato, principal mando militar espa?ol en el norte de ?frica, y comienzan los encarcelamientos o asesinatos de personas incluidas en las listas negras.
? 18 de julio. Se sublevan varias guarniciones peninsulares. Franco vuela a Marruecos en el Dragon Rapide, pero pernocta en Casablanca, fuera de la zona del protectorado espa?ol. Fuerzas del "director" del golpe, Emilio Mola, detienen al general Domingo Batet, jefe de la VI Regi¨®n (Burgos), gran parte de cuyo territorio pasa a manos rebeldes. (Batet fue ejecutado meses despu¨¦s).
? 19 de julio. Franco recala en Tetu¨¢n y lanza una proclama: "Espa?a se ha salvado (...) Pod¨¦is enorgulleceros de ser espa?oles, pues ya no caben en nuestro solar los traidores". El golpe se extiende. Tras la dimisi¨®n del jefe del Gobierno, Santiago Casares, el designado para sustituirle, Diego Mart¨ªnez Barrio, fracasa en sus gestiones con jefes sublevados (Mola, Miguel Cabanellas) para frenar el movimiento. Se forma otro Gobierno, encabezado por Jos¨¦ Giral, que da curso a la exigencia de sindicatos y partidos pol¨ªticos para armar a sus milicias.
? 20 de julio. El general Jos¨¦ Sanjurjo, protagonista de una intentona en 1932 y probable jefe del Estado si hubiera triunfado el golpe de 1936, muere al estrellarse el avi¨®n que hab¨ªa ido a recogerle a Portugal. La sublevaci¨®n fracasa en Madrid y Barcelona, se lucha en Andaluc¨ªa y otras zonas. El Gobierno manda barcos al Estrecho para impedir el paso del ej¨¦rcito de ?frica a la pen¨ªnsula. Franco realiza su primera petici¨®n urgente de aviones y pertrechos a Italia y otros pa¨ªses. -
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