El ejemplo Negreira
Feij¨®o debe introducir en su agenda de decisiones dif¨ªciles la reordenaci¨®n de la Administraci¨®n local
El vodevil protagonizado por el alcalde Negreira, su sueldo y otras dietas de cobrar ofrecer¨ªa un excelente gui¨®n para una serie de realismo "m¨¢gico galaico" al estilo de Padre Casares, sino fuera real como la pol¨ªtica municipal misma. Las desventuras de nuestro adalid de la austeridad no desmerecen en nada a las andanzas de Delmiro Ferreira, el alcalde de Lourido que tanto se parece a Morris.
Primero predic¨® apasionadamente contra el despilfarro de unos gobernantes de coraz¨®n duro y cartera caliente, prometiendo un tiempo de frugalidad donde solo ver¨ªamos audis en las promociones de alg¨²n peri¨®dico. Ya en posesi¨®n del bast¨®n de mando, disp¨²sose un jornal que le situaba entre los primeros del hit parade de los regidores mejor recompensados. En su defensa se aleg¨® que supon¨ªa un ahorro y era la oposici¨®n quien realmente iba a salir por un ojo de la cara, demostrando de paso que los bipartitos salen caros incluso cuando no gobiernan. Finalmente, su generosa decisi¨®n de mantener las soldadas de los abnegados concejales populares para pagar a precio de oro el kilo de opositor, no pudo resistir el acoso de la hostil prensa coru?esa y las despiadadas mentiras de nacionalistas y socialistas. Negreira ha decidido bajarse la n¨®mina con la misma austeridad con que antes lo dejaba quieto. El resultado final es que ya nadie sabe exactamente qui¨¦n cobra cu¨¢nto y por qu¨¦; o si eso que no sabemos qu¨¦ cobra o por qu¨¦, suma m¨¢s, menos o lo mismo que percib¨ªan antes, y que tampoco sab¨ªamos cu¨¢nto era o por qu¨¦.
El follet¨ªn coru?¨¦s ha constituido la etapa reina del Gran Prix de los alcaldes, pero no la ¨²nica. Los d¨ªas posteriores al 22-M han resultado pr¨®digos en ejercicios sobre c¨®mo justificar percibir lo mismo que antes se denunciaba como un esc¨¢ndalo en los otros. Este espect¨¢culo de aquellos regidores con sus locos salarios ha reanimado una cuesti¨®n que resurge peri¨®dicamente de entre esos debates importantes que debemos abordar... "pero ma?ana, mejor ma?ana, con m¨¢s calma". En concreto, la necesidad de regular los sueldos de los regidores municipales ajust¨¢ndolos a criterios evaluables como la responsabilidad, la carga de trabajo o la poblaci¨®n. Voces autorizadas, con el presidente Feij¨®o a la cabeza, han reclamado poner orden de una vez.
Cuando todo el mundo insiste en la necesidad de regular algo, pasan las d¨¦cadas y no se regula es porque nadie quiere regularlo realmente. Existen incentivos poderosos para dejar los sueldos municipales a barbecho. Ordenarlos supone renunciar a balas muy efectivas para ejercer la oposici¨®n; o algo a¨²n mucho peor: obligar¨ªa a hablar de los problemas que realmente afrontan los ayuntamientos. Adem¨¢s, estamos en crisis, se haga como se haga, tendr¨¢ costes ante la opini¨®n p¨²blica y nadie quiere asumirlos.
Recuerda mucho al debate sobre las Diputaciones. Esas instituciones que todo el mundo quiere reformar y convertir en algo ¨²til, pero nadie reforma y convierte en algo ¨²til. La lectura de sus funciones en la ley solo permite constatar la gran imaginaci¨®n del legislador para componer un lenguaje jur¨ªdico creativo. Todas sus funciones se resumen en una: que reine el buen rollo en la provincia. Las cuentas de las Diputaciones gallegas sumaron 560 millones euros en 2010. Suponen casi el equivalente al presupuesto total para pol¨ªticas sociales de la Xunta. Todos compartimos la certeza de que esos recursos generar¨ªan mayor rentabilidad en cualquier otra parte. Pero ah¨ª siguen las Diputaciones, financiando la ineficiencia de nuestra dispersi¨®n municipal, inamoviblemente decimon¨®nicas en un mundo en cambio.
Ahora que la democracia feijoniana parece haber dejado atr¨¢s la pubertad, cuando se ve al presidente Feij¨®o decidido a comportarse como un gobernante que resuelve problemas en vez de crearlos mientras asume la complejidad de pol¨ªticas como la sanitaria o educativa, se antoja un buen momento para pedir que introduzca en su agenda de decisiones dif¨ªciles la urgencia de reordenar la Administraci¨®n local. Ning¨²n presidente antes tuvo una oportunidad tan bien tra¨ªda para liderar una racionalizaci¨®n que la ponga por completo al servicio de los vecinos.
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