Lecciones de la prensa brit¨¢nica
Una lectura superficial de la crisis de News of the World podr¨ªa dar una impresi¨®n equivocada de la prensa brit¨¢nica. Podr¨ªa incluso dar pie a una mirada de superioridad, autocomplaciente e injustificada, ante los graves incumplimientos de los principios profesionales del periodismo y las evidentes infracciones de la deontolog¨ªa profesional que han llevado al cierre patronal voluntario del peri¨®dico de mayor difusi¨®n de Reino Unido. Un an¨¢lisis atento del caso sugiere algunas lecciones que vale la pena considerar, procedentes de la tradici¨®n period¨ªstica m¨¢s acreditada y capaz de afrontar sus mayores pecados.
La importancia hist¨®rica de la prensa popular dominical, en primer lugar. Sin tener los 216 a?os de antig¨¹edad ni la respetabilidad social del The Times, el desaparecido News of the World deja tras s¨ª 168 a?os de trayectoria, s¨²bitamente truncada. Propiedad actual del magnate australiano global Rupert Murdoch, ambos representan a las dos corrientes que caracterizan a esa tradici¨®n. Junto al diario conservador de referencia -desprovisto hoy del tono liberal con que apoy¨® el ingreso brit¨¢nico en la Comunidad Econ¨®mica Europea en los a?os 1970-, est¨¢ el m¨¢s c¨¦lebre de los dominicales de ¨¦xito entre la clase obrera.
La independencia y la funci¨®n cr¨ªtica de los peri¨®dicos han salido reforzadas con este esc¨¢ndalo
Peri¨®dicos baratos, dedicados a los sucesos y al chismorreo de famosos o celebrities, para un p¨²blico sin acceso a los diarios de informaci¨®n y pol¨ªtica -demasiado caros a causa de los llamados impuestos sobre el conocimiento en el siglo XIX- que gracias al descanso semanal de los diarios han sobrevivido a la aparici¨®n de los tabloides. Desde un pa¨ªs de lenta alfabetizaci¨®n y baja tradici¨®n de lectura de peri¨®dicos, hay que reconocer a esos peri¨®dicos, con sus tiradas millonarias y su papel pol¨ªtico, una funci¨®n hist¨®rica y actual de v¨ªa de acceso a la lectura, de socializaci¨®n y de participaci¨®n pol¨ªtica para amplias capas de poblaci¨®n.
El cuestionamiento de los m¨¦todos del sensacionalismo, en segundo lugar, aunque no de su existencia. La crisis de este verano y las secuelas que va a tener sobre otras cabeceras deber¨ªan moderar un desenfreno que viene de lejos y que ha contaminado incluso la deriva populista de un peri¨®dico de ceja alta como The Daily Telegraph. Para destapar el esc¨¢ndalo de los cobros indebidos de dietas y gastos por miembros de la C¨¢mara de los Comunes, este diario conservador se vali¨® tambi¨¦n en 2009 de una de las malas artes m¨¢s arraigadas y dif¨ªciles de extirpar: el pago por la obtenci¨®n de informaciones, tan condenado en la deontolog¨ªa como la compra inversa de periodistas por parte de terceros.
El sensacionalismo -que tuvo entre sus adalides al venerado Joseph Pulitzer, en Estados Unidos- est¨¢ muy arraigado en el Reino Unido, pero no est¨¢ re?ido con la verdad, si se basa ¨²nicamente en la forma de presentar los hechos. Lo ha recordado The Financial Times, nada sospechoso, en un editorial.
La independencia y la funci¨®n cr¨ªtica de la prensa, en tercer lugar, salen reforzadas, aunque se recele de las limitaciones que pudieran derivarse de la encuesta sobre incumplimientos ¨¦ticos anunciada por el primer ministro David Cameron. Est¨¢ en el punto de mira el fracaso de la Press Complains Comission [Comisi¨®n de Quejas de la Prensa] en prevenir la deriva del sensacionalismo hacia las fronteras de lo impropio e incluso del delito, con las facilidades que ofrecen los modernos aparatos electr¨®nicos. Con todo, la mera existencia del organismo de autorregulaci¨®n es una cuarta lecci¨®n de la prensa brit¨¢nica, no asimilada en la mayor¨ªa de pa¨ªses.
La prensa brit¨¢nica se precia de una fuerte independencia de los partidos, aunque los juegos de Murdoch hayan podido desvirtuar su sentido. La retirada por The Guardian de su apoyo a los laboristas en las elecciones del pasado a?o, a favor de los liberal-dem¨®cratas, se vio como el signo de una amplia decepci¨®n social. Los cambios de apoyo sucesivos a Tony Blair y David Cameron por el sensacionalista The Sun del magnate global australiano, parece m¨¢s una forma de condicionamiento de los Gobiernos que de orientaci¨®n de los lectores. Las relaciones de complicidad entre pol¨ªtica y prensa se han puesto crudamente sobre la mesa. Vieja cuesti¨®n, antiqu¨ªsima. Cuesti¨®n candente, silente, aqu¨ª, sin prensa sensacionalista, pero con diarios cada vez m¨¢s entregados a una intriga que desfigura la informaci¨®n al servicio de la pol¨ªtica.
Lo que ha sucedido es muy propio de la mejor tradici¨®n de la prensa brit¨¢nica, que, como la estadounidense, es una prensa que fabrica noticias, a veces muy laboriosamente. A lo largo de varios a?os, The Guardian ha ido publicando informaci¨®n sobre el espionaje telef¨®nico a la familia real, famosos, familiares y v¨ªctimas de guerra y de atentados, incluso a una ni?a secuestrada y asesinada, hasta la explosi¨®n definitiva del caso de News of the World. Hasta poner en cuesti¨®n las pr¨¢cticas y ambiciones del mayor grupo mundial de comunicaci¨®n. El intenso protagonismo de The Guardian en el cumplimiento de su funci¨®n y en la salvaguarda de su independencia -recibi¨® los documentos filtrados por Wikileaks, sin dejar de publicar noticias sobre Julian Assange, que cancel¨® la colaboraci¨®n- es una buena noticia para el futuro del periodismo, que necesita de ese valor a?adido.
Jaume Guillamet es catedr¨¢tico de Periodismo de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
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