El 'overbooking' europeo
Cuando uno llega al mostrador de un aeropuerto y se encuentra con que hay overbooking, pueden pasar dos cosas. Una es que, por un golpe de suerte, acabe sentando en una plaza sobrante en clase business; algo as¨ª le pas¨® a Espa?a cuando logr¨® meterse en el club de las 20 econom¨ªas m¨¢s poderosas del planeta (G-20). Pero otra, m¨¢s frecuente, es que te quedes sin volar porque otros han comprado ya tu billete. Esto es lo que le ocurre hoy a la Uni¨®n Europea, que no termina de despegar en Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, o el mismo G-20. Los Gobiernos europeos tienen la costumbre de reservar cada uno por su cuenta, lo que da lugar a discusiones interminables en tierra, mientras chinos, brasile?os e indios ya se han subido al avi¨®n y miran sus relojes con impaciencia.
En los asuntos mundiales sobran pa¨ªses del Viejo Continente y falta presencia de la Uni¨®n
Sobran europeos y falta m¨¢s Europa: el Consejo de Seguridad (donde Francia y Reino Unido no sueltan su derecho a veto), el FMI (donde los pa¨ªses europeos acaparan un 32% de las cuotas) o el G-8 (donde hay cuatro europeos y no est¨¢ China), hace tiempo que se quedaron viejos. En cuanto a la participaci¨®n europea en numerosos foros, conferencias y cumbres internacionales, que abarcan asuntos como las finanzas, el cambio clim¨¢tico o los alimentos, no marcha bien, en parte a causa de los solapamientos de funciones del presidente Van Rompuy y el comisario Barroso y los vac¨ªos que deja la alta representante Catherine Ashton, quien no puede o no quiere imponerse como vicepresidente de la Comisi¨®n. Nadie ha reemplazado a¨²n el hueco que antes rellenaba, mejor o peor, cada presidencia rotatoria en nombre de los Veintisiete en el manejo de los diversos asuntos en las instituciones internacionales.
El manual de vuelo con el que la UE cuenta desde enero de 2010, el Tratado de Lisboa, compromete a los Estados a trabajar por una posici¨®n com¨²n, coordinarse mejor y dotar de coherencia sus pol¨ªticas -por ejemplo, comercio y desarrollo-; lo malo es que no simplifica lo suficiente la representaci¨®n europea en las instituciones para hacerla m¨¢s eficaz. Esta carencia no se ha suplido en este tiempo por la v¨ªa de un liderazgo reformista.
Ocupada como est¨¢ en sobrevivir a las tormentas financieras, la UE se ha limitado a intentar adaptarse a las organizaciones internacionales. Pero se olvid¨® de transformarlas en su estructura y funciones, de manera que alg¨²n d¨ªa pueda desenvolverse en ellas como un actor global. Es cierto que la crisis de la deuda no deja mucho margen, sin embargo, ya hace tiempo que la Alta Representante podr¨ªa haber puesto en marcha un Grupo de Alto Nivel, en contacto estrecho con las instituciones europeas y los Gobiernos, no solo para acercar posiciones ante una reforma de las principales instituciones multilaterales, sino tambi¨¦n para perfilar un mensaje compacto sobre qu¨¦ regulaci¨®n financiera, medioambiental o de seguridad van a defender los europeos en las instituciones globales.
Por ejemplo, Naciones Unidas deber¨ªa ser una pieza central para dotar de contenido ese "di¨¢logo estrat¨¦gico" con las potencias emergentes en el que parece enfrascada la Ashton. Obstruir, por activa o por pasiva, la puerta del Consejo de Seguridad a Brasil o a India porque no nos gusta c¨®mo votan, no parece una buena opci¨®n y resta credibilidad a Europa. Es mejor invitarles a que entren por la puerta del Consejo a que la echen abajo.
La complejidad t¨¦cnica que supondr¨ªa una gran reforma no deja ver que para la UE resulta vital la puesta al d¨ªa de una organizaci¨®n cuya estructura no refleja la interdependencia del mundo. Naciones Unidas es hoy una invitaci¨®n a la divisi¨®n de Europa, una jungla de intereses de 192 pa¨ªses en la que alemanes, franceses o brit¨¢nicos carecen de incentivos para actuar en clave europea.
Pero la UE necesita urgentemente interlocutores que est¨¦n a su altura, y para ello es preciso complementar la f¨®rmula un Estado-un voto con instancias regionales que simplifiquen las negociaciones, creando sinergias entre los Estados y las llamadas Organizaciones de Integraci¨®n Regional, ya sean sudamericanas (UNASUR), asi¨¢ticas (ASEAN) o africanas (UA). Las incontables agencias de la ONU podr¨ªan reducirse de acuerdo con un principio de subsidiariedad, de manera que cada regi¨®n gestione los asuntos que le afectan directamente. Esa alineaci¨®n m¨¢s amplia de intereses facilitar¨ªa el que pa¨ªses como M¨¦xico, Pakist¨¢n o Nigeria, permitan un d¨ªa a sus vecinos BRIC -Brasil o India- optar a miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y que se ampl¨ªe el "segundo c¨ªrculo" de no permanentes.
Hay muchas otras formas de avanzar en tiempos de crisis con f¨®rmulas imaginativas que requieren liderazgo. Por ejemplo, una especie de "cooperaciones reforzadas" en las delegaciones de la UE en Nueva York o Ginebra, donde los pa¨ªses pongan en com¨²n progresivamente m¨¢s recursos y tareas bajo personal del Servicio Exterior Europeo.
En la representaci¨®n exterior de la Uni¨®n, al igual que en la crisis de deuda soberana, deber¨ªa acabar imponi¨¦ndose por su propio peso un principio de realidad. M¨¢s nos vale. Si los europeos persisten en su overbooking, muy pronto no pesar¨¢n nada en las instituciones globales. O peor a¨²n, el entramado multilateral que los europeos un d¨ªa ayudaron a crear perder¨¢ toda relevancia.
Vicente Palacio es director adjunto del Observatorio de Pol¨ªtica Exterior (Opex) de la Fundaci¨®n Alternativas.
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