La cara oculta del Galibier
Ataque de orgullo herido de Contador, que revienta la carrera y deja a Evans la victoria final a tiro
Al d¨ªa siguiente, el derrotado del Izoard descubri¨® la cara oculta del Galibier, el col cruel en el que dobl¨® la rodilla la v¨ªspera, volvi¨® a atravesar el t¨²nel, ahora en carrera, ahora en fuga, pis¨® por terrenos en los que nunca antes se hab¨ªa aventurado y transform¨® una etapa que se preve¨ªa tranquila hasta el pie de la subida a Alpe d'Huez en un frenes¨ª ca¨®tico en el que en cada instante, en cada pedalada, cobraba vida una situaci¨®n diferente, aun la contraria de la anterior, en bucle infinito. Por un momento parec¨ªa que Evans estaba acabado, al siguiente el que dudaba era Andy, y siempre Thomas Voeckler, quien finalmente despert¨® de su sue?o amarillo iniciado con una fuga accidentada camino de Saint-Flour, y lo hizo con rabia, malhumorado como aquel al que el despertador fastidia su siesta m¨¢s placentera para devolverle a la realidad.
"No quer¨ªa terminar el Tour, mi primer Alpe d'Huez, como un an¨®nimo en el pelot¨®n"
Al d¨ªa siguiente, con la rabia, el orgullo y la desesperaci¨®n del campe¨®n vencido, Contador, insensatez gigantesca en a?os de c¨¢lculo y regulaci¨®n, atac¨®.
"Quer¨ªa divertirme", dijo.
Como Bartali al d¨ªa siguiente de que Coppi le hundiera en el Izoard, sabiendo con extrema honestidad de campe¨®n que la victoria no ser¨ªa suya, y aun as¨ª luch¨® al m¨¢ximo como si tratase de ganar; como Merckx despu¨¦s de que Oca?a le matara como se mata a un toro, con una estocada ¨²nica, en Orci¨¨res-Merlette, transform¨® en un tormento para el espa?ol la etapa siguiente, el descenso a Marsella; como Ullrich al d¨ªa siguiente de que Pantani le desnudara en el Galibier. Como los campeones que han hecho grande su deporte. No le import¨® llegar al l¨ªmite, no le import¨® no ganar, no le import¨® volver a mostrarse vulnerable, ¨¦l, que hasta el d¨ªa anterior estaba imbatido en todas las grandes vueltas en que hab¨ªa participado.
No fue un ataque decidido s¨²bitamente, consecuencia de un capricho, de un momento de locura. Fue un ataque imposible pero muy planificado y ejecutado, con la esperanza m¨ªnima siempre de que podr¨ªa terminar en algo m¨¢s.
"En la cama me rebel¨¦ contra la resignaci¨®n", dijo Contador. "Me entraron ganas de irme a casa, no quer¨ªa terminar el Tour, la etapa del Alpe d'Huez, mi primer Alpe d'Huez, como un an¨®nimo m¨¢s dentro del pelot¨®n. As¨ª que decid¨ª atacar, y sab¨ªa que o bien me dejaban irme o reventaba la carrera. Evidentemente, no me dejaron ir, y as¨ª le fue a la etapa en la que tanto me he divertido".
As¨ª le fue a la etapa m¨¢s corta del Tour, apenas 100 kil¨®metros, apenas tres horas sin tiempos muertos. El Galibier, que se subi¨® por el T¨¦l¨¦graphe, la cara que durante su calvario no hab¨ªa podido ver, la cara luminosa, recuper¨® su condici¨®n de puerto de paso, de lo que los militares, la misma casta que construy¨® la carretera que asciende hasta 2.645 metros, llaman teatro de operaciones inicial. All¨ª, en el primer pueblo del valle, ante la interminable primera recta de la subida al fuerte, en Saint Martin d'Arc, atac¨® Contador. Quedaban 94 kil¨®metros para la meta. No ten¨ªa a nadie por delante, pero a su lado estaban sus mejores compa?eros, Navarro, Sorensen, a los que hab¨ªa ordenado hacer unos kil¨®metros antes de la etapa para empezar calientes, para que la acci¨®n no les llegara con los m¨²sculos fr¨ªos. Por delante solo estaba el segundo coche del equipo, atento a la emboscada. Atac¨® dos veces. Dej¨® que todos se pusieran a su rueda tras el primer ataque, tom¨® un respiro y volvi¨® a atacar. Ahora solo le pudo seguir Andy, el que le aniquil¨® en el Izoard, el que sostuvo con ¨¦l los duelos m¨¢s intensos en los dos ¨²ltimos Tours. Ahora era Evans el que persegu¨ªa, infortunado tras sufrir una aver¨ªa en la cadena que le hizo pararse dos veces, ahora era Voeckler el que puso cara de defensa heroica de una t¨²nica sagrada y ced¨ªa terreno.
Si Contador lleg¨® a imaginar, quiz¨¢s lleg¨® a hacerlo, s¨ª, que ser¨ªa un d¨ªa m¨¢gico en el que desaparecer¨ªa la miseria de su Tour, Andy tuvo entonces a¨²n m¨¢s razones para creer que a rueda del incansable espa?ol, que se neg¨® en el Galibier, al fin su Galibier, a dejarse dar relevos, podr¨ªa aventajar al australiano en tiempo suficiente como para no temer la contrarreloj de hoy. Fueron sue?os vanos. Llegaron a contar con 2m. Contador, que se encontraba a 4m 29s de Andy en la general, y el peque?o de los hermanos luxemburgueses no pudieron luego contra varios grupos organizados de equipos que se jugaban m¨²ltiples premios menores, la monta?a, el blanco, la clasificaci¨®n por equipos, la etapa.
Los gigantes tuvieron su momento, despu¨¦s fueron engullidos por la mediocridad de los intereses. En el valle, los fugados, a los que se hab¨ªa unido Samuel, que salt¨® al final de Galibier, y que hab¨ªan cazado a gente de la fuga matinal, levantaron el pie. Reagrupamiento general. En Bourg d'Oisans, en la recta que conduce a la primera de las 21 curvas del puerto de los holandeses borrachos -ayer empeque?ecidos por los luxemburgueses: buen d¨ªa para atracar un banco en el Gran Ducado-, Evans, caliente, inicio la marcha, prepar¨® un nuevo, desesperado, insensato ataque de orgullo de Contador, que solo sirvi¨® para que Samuel terminara el d¨ªa de lunares y un franc¨¦s, buen escalador, Pierre Rolland, ganara por fin una etapa. Para que Andy, un d¨ªa de amarillo, 57s sobre Evans, 53s sobre su hermano, afronte hoy la contrarreloj con el ¨¢nimo abatido y la derrota en el rostro.
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