Un ermita?o muy exhibicionista
Miradores orensanos al ca?¨®n del Sil, refugio milenario de monjes y ¨¢guilas
El Sil lleva el agua, y el Mi?o, la fama. Eso dicen. El Sil aporta la mayor parte del caudal, pero al casarse con el Mi?o va y pierde su nombre. Claro, que tambi¨¦n hay quien tiene un nombre y luego no es nada, o no lo que ¨¦l quisiera. Os Peares, el lugar donde se unen los dos grandes r¨ªos gallegos, tiene nombre y entidad suficiente para ser Ayuntamiento, pero no lo es porque sus casas est¨¢n repartidas entre dos provincias (Ourense y Lugo), cuatro municipios (A Peroxa, Nogueira de Ramu¨ªn, Pant¨®n y Carballedo) y seis orillas (las de los dos r¨ªos antedichos, m¨¢s las del B¨²bal, que tambi¨¦n se suma a esta org¨ªa hidrol¨®gica). As¨ª es muy dif¨ªcil que sus vecinos hagan nunca nada juntos.
Para compensar, Os Peares disfruta de unas vistas excelent¨ªsimas, adjetivo que ya no merece, ni como f¨®rmula de cortes¨ªa, casi ning¨²n Ayuntamiento de Espa?a. Contemplados desde lo alto, los tejados negros y colorados, la i griega verde de las aguas y el puente de hierro del ferrocarril pintado de azul, semejan una maqueta de trenes, un pulcro pueblo de mentirijillas montado por las autoridades tur¨ªsticas para que los fot¨®grafos se luzcan. En Os Peares dio sus primeros pasos el ni?o Alberto N¨²?ez Feij¨®o, hoy presidente de la Xunta. Y da sus ¨²ltimos pasos el Sil, r¨ªo sin vocaci¨®n p¨²blica que anda silencioso por despe?aderos solo aptos para ermita?os y que deja que otro le robe la gloria.
Para remontar el Sil desde Os Peares, lo mejor -o lo menos complicado, teniendo en cuenta el l¨ªo caminero que es Galicia desde tiempos de los suevos- es dirigirse hacia la capital orensana por la N-120 y tomar el primer desv¨ªo se?alizado al monasterio (y parador) de Santo Estevo. Tampoco es que este camino sea una autopista: son 20 kil¨®metros culebreando arriba y abajo a trav¨¦s de espesos robledales, por las soledades de Nogueira y Lu¨ªntra, hasta ver aparecer Santo Estevo de Ribas do Sil en un paraje embobador, sobre un rellano de la abrupta ribera que domina una buena porci¨®n del valle, aqu¨ª boscoso a rabiar. Tan selv¨¢tico es, que para verlo mejor conviene alejarse un poco, subiendo al cerro de Penedos do Castro, en el vecino lugar de Pombar. Este castro de la edad del bronce ofrece una visi¨®n muy a¨¦rea del monasterio, rodeado de rosados brezales y del vario verde de los prados, los carvallos y los casta?os. As¨ª deb¨ªan de verlo los monjes cuando sub¨ªan al cielo. Los que sub¨ªan, claro.
Los or¨ªgenes de Santo Estevo se remontan al siglo VI, pero su esplendor lleg¨® con los benedictinos. Nueve santos obispos del siglo X acabaron sus d¨ªas recogidos en sus celdas y, a partir del XVI, se anim¨® m¨¢s todav¨ªa con un colegio de Artes y Filosof¨ªa. Aqu¨ª estudi¨®, a finales del XVII, el ilustrado Padre Feij¨®o.
Al viajero que hoy se acerca a Santo Estevo, dando cien tumbos por estos derrumbaderos, le pasma que un lugar tan a trasmano fuese frecuentado por estudiantes, prelados y -lo que resulta m¨¢s incre¨ªble- por todos esos reyes cuyos nombres figuran en las puertas de las habitaciones: Alfonso V, Alfonso VII, Vermudo II, Ordo?o I... Mayor estupor causa a¨²n, que la adecuaci¨®n del monasterio para uso hotelero, en 2004, se acometiera con tan moderno y art¨ªstico criterio: estructuras de acero y cristal, muebles de dise?o contempor¨¢neo (Mies, Ghery o Elian Gray), obras de T¨¤pies, Chillida, Guinovart... Una osada decisi¨®n que no fue del agrado de algunos clientes de Paradores, acostumbrados a armaduras, tapices, sillas frailunas y llaves aparatosas como espetones para asar jabal¨ªes.
Intacta se ha mantenido, eso s¨ª, la arquitectura de sus tres claustros, emocionante el de los Obispos, con sus piedras rom¨¢nicas forradas de musgo y silencio secular. Es un placer elemental, muy medieval, desayunar en el claustro de la Porter¨ªa, mojando en los huevos fritos con esos panes como mampuestos que aqu¨ª se estilan. Y otro mayor, cenar en las antiguas caballerizas, de alta y enca?onada b¨®veda, saboreando las truchas reci¨¦n trincadas en el Sil y uno de esos vinos de uva menc¨ªa que se orde?an con mil sudores en las escarpas gran¨ªticas de la Ribeira Sacra. Viticultura heroica, le dicen.
Rayo azul, roca gris
La verdad es que, de momento, el r¨ªo se ve poco desde la carretera, por no decir nada. Pero eso est¨¢ a punto de cambiar, porque, 10 kil¨®metros despu¨¦s, al entrar en el concejo de Parada do Sil, el bosque se abre lo suficiente para que descubramos un rayo azul entre precipicios de roca gris y un mirador que impresiona, el de Cabezo¨¢s, con rampa volada sobre el abismo. Junto a la capital del concejo hay otro buen mirador, el de Os Torg¨¢s, al que tambi¨¦n llaman Balcones de Madrid, no porque se atisbe tal ciudad, que casi, sino porque las mujeres ve¨ªan anta?o marchar desde esta altura a sus maridos emigrantes. Muchos eran barquilleros e iban con su canci¨®n ("?Al rico barquillo de canela para el nene y la nena!") a la capital del chotis.
De la misma poblaci¨®n, Parada do Sil, sale la carreterilla que baja zigzagueando, con una pendiente del 12%, hasta el casta?ar donde se agazapa silente, desde el siglo IX, el monasterio de Santa Cristina, con su templo rom¨¢nico de espl¨¦ndido roset¨®n y torre rematada en pir¨¢mide. La tradici¨®n asegura que los viejos casta?os del lugar, o caracochas, tienen la propiedad de curar el taranga?o, o raquitismo, a quien pasa a trav¨¦s de sus troncos huecos. M¨¢s barato que comer pescado, rico en vitamina D, s¨ª que es. En el aparcamiento para visitantes se anuncia una empresa que ofrece vuelos en helic¨®ptero por el ca?¨®n, actividad tan adecuada para un entorno de monasterios y ¨¢guilas (ratonera, pescadora y real) como un concurso de gaiteros en un hospital.
Siguiendo siempre la carretera m¨¢s pr¨®xima al ca?¨®n, nuestro viaje contin¨²a r¨ªo arriba, entre casta?ares de pies enormes y vi?edos casi verticales, que obligan a los labriegos a subir y bajar a pie con sus aperos al hombro. Desde Os Peares hasta Castro Caldelas, final de ruta, solo hay 70 kil¨®metros, pero parecen 200. En Castro Caldelas nos aguarda el ¨²ltimo mirador: el castillo de la casa de Alba, a cuyo adarve subimos para contemplar el valle al atardecer, cuando refulgen las azadas, los p¨¢mpanos se doran y brotan racimos de soles.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Turismo de la Ribeira Sacra (www.ribeirasacra.org; 988 20 10 23).
? Turismo de Ourense (www.turismourense.com; 988 39 10 85 y 988 36 60 64).
C¨®mo ir
? La ruta comienza en Os Peares, a 24 kil¨®metros de Ourense por la carretera N-120.
Comer y dormir
? Parador de Santo Estevo. Nogueira de Ramu¨ªn (www.paradores.es; 988 01 01 10). Buen restaurante y spa. La doble, 130 euros.
? A Casa da Eira. Nogueira de Ramu¨ªn (www.acasadaeira.com; 988 20 15 95 y 696 74 94 93). Cuidada casa de labranza con larga balconada abierta al ca?¨®n del Sil y huerta de agricultura biol¨®gica. Habitaci¨®n doble: de 56 a 64 euros.
? Adega do Emilio. Ourense. (www.adegadoemilio.com; 988 21 91 11). Restaurante con terraza al Mi?o. Excelente producto, sobre todo del mar. Precio medio: 28 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.