Libia no es Irak
Tras viajar a los frentes de guerra, el autor defiende la capacidad operativa de los que resisten a Gadafi, desmiente que hayan cometido abusos y se subleva contra el derrotismo
Acabo de regresar de Djebel Nafusa, esa meseta monta?osa al noroeste de Libia que constituye, despu¨¦s del de Misrata, al este, y el de Brega, algo m¨¢s al este a¨²n, el tercer frente de esta guerra que quise ver con mis propios ojos. Y lo que he visto hace que me pronuncie, m¨¢s que nunca, en contra de las declaraciones extra?amente derrotistas que escuchamos desde hace algunas semanas en Washington, Londres y Par¨ªs.
Nos hablan, por ejemplo, del Ej¨¦rcito rebelde como de un ej¨¦rcito desorganizado, mal preparado para el combate, indisciplinado. En el puesto m¨¢s avanzado del frente de Gualich, primera l¨ªnea de ataque contra las fuerzas gadafistas, yo constat¨¦ lo contrario: unos cincuenta hombres bien entrenados, dirigidos por exmilitares desertores y orgullosos de serlo lograron avanzar, en 10 d¨ªas, los 60 kil¨®metros que los separaban de Zintan, base del mando conjunto de la regi¨®n. Lo contrario de la par¨¢lisis.
Un artillero de Gadafi cont¨® que los vigilaban guardias con ¨®rdenes de disparar al menor intento de deserci¨®n
Solo existe una "soluci¨®n pol¨ªtica" para la crisis que comenz¨® el 17 de febrero pasado: que Gadafi se vaya
Nos dicen que estos combatientes no ven m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite de sus aldeas y son incapaces de tener una visi¨®n estrat¨¦gica de conjunto que apunte a la toma de Tr¨ªpoli. Pero tanto en Zintan como en Yefren, tanto en tierra ¨¢rabe como berebere, lo que vemos y o¨ªmos es otra cosa. A saber: una rebeli¨®n que tiene como objetivo la ciudad de Tr¨ªpoli; jefes de tribu para quienes la unificaci¨®n de Libia se ha convertido, bajo el fragor del combate, en un deber inexcusable; oficiales perfectamente conscientes del hecho de que este objetivo solo podr¨¢ alcanzarse en estrecha coordinaci¨®n operativa con las fuerzas de la OTAN. Muy lejos, nuevamente, del desorden y la improvisaci¨®n, del "esp¨ªritu tribal" con el que nos taladran los o¨ªdos.
Hay quien se preocupa por la calidad del armamento de los insurgentes y por el desequilibrio de fuerzas resultante. ?Que les falta armamento pesado y semipesado como para estar en condiciones de tomar la capital? S¨ª, es probable. Y tambi¨¦n es cierto que la OTAN deber¨ªa responder, sin demora, a la petici¨®n de bombardear las posiciones de Al Jawsh, Tiji, Al Jhizaya, Al Rouess y Badr, desde donde la artiller¨ªa enemiga contin¨²a -en el momento en que escribo- poniendo en peligro la vida de la poblaci¨®n civil de Nalut y Al Haraba. Sin embargo, fue un gran avance el que se logr¨® con el env¨ªo, en particular por parte de Francia, de varias decenas de toneladas de armas, en buena medida destinadas a esta regi¨®n de Djebel Nafusa. Para aquellos que dudan, el equipo de filmaci¨®n que me acompa?¨® puede ense?arles las im¨¢genes de la llegada de uno de estos cargamentos. Fue hacia el final de la tarde, en un tramo de la carretera que domina el valle pero que, al mismo tiempo, est¨¢ m¨¢s o menos al resguardo de los disparos. Los rebeldes transformaron esta zona en una pista de aterrizaje debidamente balizada e iluminada a lo largo de 1.600 metros. Un gran transporte militar proveniente de Bengasi aterriz¨® all¨ª. El material, perfectamente embalado, se descarg¨® y se acomod¨® en las camionetas llegadas de Zintan, que partieron de inmediato. Seg¨²n las informaciones de uno de los hombres a cargo del puesto de control: media tonelada de armamento semipesado con destino a las primeras l¨ªneas de combate.
Nos describen el Ej¨¦rcito de Gadafi como una fuerza que "resistir¨ªa" (sic) a la coalici¨®n. Am¨¦n de que utilizar la hermosa palabra "resistencia" para referirse a la soldadesca de un tirano acorralado me resulte un insulto al sentido com¨²n, y de que contamos con informaci¨®n que permite suponer que ese tirano tiene en su poder el arma sucia por excelencia, el napalm. Pudimos visitar, en Zintan, una madraza transformada en prisi¨®n militar y una sala de hospital donde se atiende a los prisioneros heridos. Y all¨ª pudimos recoger dos tipos de testimonios. Los relatos de los mercenarios venidos de N¨ªger, Mal¨ª y Sud¨¢n que, en Al Asabah, frente a Gualich, al parecer constituyen la mitad de los efectivos. Y el testimonio de un artillero libio que nos cont¨®, en condiciones deontol¨®gicamente aceptables, es decir, sin la presencia de sus carceleros, c¨®mo sus camaradas solo permanec¨ªan en sus puestos porque ten¨ªan, a sus espaldas, guardias con ¨®rdenes de disparar al m¨¢s m¨ªnimo intento de deserci¨®n. ?Realmente podemos llamar a esto un ej¨¦rcito "leal", dispuesto a morir por su "Gu¨ªa"?
Agrego, por ¨²ltimo, que como militante de los derechos humanos, no pod¨ªa pasar por alto las acusaciones de abusos realizadas hace poco por la ONG Human Rights Watch, ni dejar de cuestionar a los responsables del Ej¨¦rcito de los libios libres sobre este asunto. Todos mis interlocutores, empezando por el coronel Mokhtar Khalifa, segundo jefe de la defensa de Zintan, lo desmintieron categ¨®ricamente. Yo mismo, en los 60 kil¨®metros que separan Zintan del frente de Gualich, no vi m¨¢s rastros de destrucci¨®n o saqueo que los cometidos, de manera sistem¨¢tica, por los b¨¢rbaros de Gadafi al huir en desbandada. Y estoy en condiciones de desmentir, al menos en un punto, las acusaciones sobre el saqueo del hospital de Aweinya, ya que fue la junta local del pueblo, convertido casi en un pueblo fantasma, la que decidi¨® trasladar los suministros m¨¦dicos a Zintan, ciudad m¨¢s poblada: esta decisi¨®n fue el resultado de un acto administrativo realizado en debida forma y del que yo mismo fui testigo. ?Un detalle? Tal vez. Pero es mediante detalles de este tipo como se juzga el comportamiento, as¨ª como el futuro, de una resistencia.
En suma, no comprendo en absoluto el tono decepcionado de esos comentaristas que nunca hab¨ªan considerado que 42 a?os de dictadura fueran demasiados, pero que, de pronto, perciben los ciento y pico d¨ªas de la liberaci¨®n como una eternidad. Menos a¨²n comprendo los repetidos llamamientos a una "negociaci¨®n pol¨ªtica" que, por s¨ª sola, nos sacar¨ªa del "pozo" al que los se?ores Sarkozy y Cameron nos habr¨ªan precipitado. Solo existe una "soluci¨®n pol¨ªtica" para la crisis que comenz¨® el 17 de febrero pasado, cuando este r¨¦gimen lanz¨® una ofensiva contra su propio pueblo: que Gadafi se vaya. Y tengo la sensaci¨®n de que ese desenlace est¨¢ cerca.
Pero ?a condici¨®n de qu¨¦?
Aparte de la necesidad de enviar refuerzos a una resistencia que est¨¢ al borde de la victoria pero que a¨²n debe seguir avanzando, creo que las condiciones para el ¨¦xito son tres:
1. Que ni los franceses ni los brit¨¢nicos se dejen intimidar y contin¨²en por el camino que ellos mismos abrieron: dado que apunta a derrocar a un dictador que prometi¨® ahogar a su pueblo "en r¨ªos de sangre", esta es una guerra justa.
2. Que Washington siga manteni¨¦ndose en un segundo plano y deje en manos de sus aliados europeos la responsabilidad de las operaciones, no caiga en una autoflagelaci¨®n y desapruebe esta guerra de Libia por equipararla con la absurda guerra de Irak: la guerra de Irak se bas¨® en una mentira de Estado (las famosas e inhallables "armas de destrucci¨®n masiva"), lo que no es el caso de la guerra de Libia; la guerra de Irak fue una guerra de venganza (11 de septiembre... deseo de Bush hijo de lavar el honor de Bush padre, manchado por Sadam Husein, que no supo agradecerle su indulgencia...), nada que ver con la guerra de Libia; la guerra de Irak, en una especie de mesianismo democr¨¢tico, cre¨ªa en una libertad impuesta desde afuera, capaz de florecer de la noche a la ma?ana; en Libia, por el contrario, partimos de una reivindicaci¨®n democr¨¢tica que no solo surgi¨® de adentro, sino de lo m¨¢s profundo de la sociedad, y que se ve encarnada en el Consejo Nacional de Transici¨®n, por lo que, otra vez, el caso es totalmente distinto.
3. Que la comunidad internacional no caiga en la trampa de ver a Gadafi como una "rata del desierto", o algo por el estilo, que desaf¨ªa las fuerzas de la coalici¨®n y se transforma en una especie de h¨¦roe que lucha acorralado contra la pared, ¨¦l solo contra todos: ni siquiera es necesario mencionar el atentado de Lockerbie, el apoyo militar al terrorismo irland¨¦s o su larga trayectoria como financiador y estratega del terrorismo internacional; basta con recordar la brutalidad de la represi¨®n que viene ejerciendo sobre su propio pueblo y el hecho de que su primera reacci¨®n -la m¨¢s inmediata e instintiva-, el mismo d¨ªa de la intervenci¨®n de las fuerzas aliadas, fuese amenazar con responder a cada ataque contra sus aviones militares con un ataque contra nuestros aviones civiles (lo que constituye la definici¨®n misma de terrorismo). En otras palabras, Gadafi no ha "cambiado". ?l nunca dej¨® de ser -y sigue siendo- un tirano extravagante pero sanguinario, devenido maestro en el arte del crimen en masa.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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