El australiano inesperado
James Magnussen irrumpe en el 4x100 para superar a Phelps por primera vez en siete a?os en una prueba de relevo
Michael Phelps puso un pie en el rebosadero de la piscina y se impuls¨® hacia afuera con dificultad, como si llevase colgadas del cuello las 25 medallas que ha ganado en los Mundiales de nataci¨®n desde 2003. Dio la vuelta por detr¨¢s de los bloques de salida y despu¨¦s de recorrer la plataforma con la mirada perdida volvi¨® su rostro hacia el otro extremo, donde las turbulencias indicaban que su compa?ero, Garrett Weber-Gale, hac¨ªa el viraje en desventaja. Acababa de nadar la primera posta del relevo estadounidense de 4x100 y su instinto, las sombras que hab¨ªa intuido en el ¨¢ngulo de las gafas, el sonido de las patadas en el agua, le indicaban que hab¨ªa encontrado un problema. Y, por primera vez desde 2004, cuando perdi¨® los relevos en Atenas, el problema no ten¨ªa soluci¨®n.
Phelps sali¨® preocupado del agua porque a pesar de llevar a?os intentando desarrollar su velocidad punta para competir en los 100 libres, los Mundiales de Shangh¨¢i le abr¨ªan las puertas con una advertencia terrible. Todav¨ªa existen nadadores que pueden superarle ampliamente en esta distancia. Incluso nadadores desconocidos, como el australiano James Magnussen. Hab¨ªa ganado los trials de su pa¨ªs en abril con un tiempo de 48,29s pero, a sus 19 a?os, nada hac¨ªa pensar que se trataba de un competidor tan agresivo, tan desinhibido, tan capaz de nadar la primera posta en 47,49s. Exactamente un segundo m¨¢s veloz que Phelps, que acababa de hacer su mejor parcial de relevo con ba?ador textil. ?C¨®mo no estar preocupado? Phelps contempl¨® a sus compa?eros con el rostro desencajado. Los vio alejarse. Perderse. Primero, tras la estela de los australianos lanzados tras Magnussen. Despu¨¦s, tras los franceses.
"Ha sido duro", dijo Phelps, antes de perderse en la noche de China jurando devolver el golpe. Magnussen, de grandes ojos azules, p¨¢lido y huesudo como un Frankenstein, se manifest¨® con el entusiasmo de los inconscientes. Acababa de devolverle a Australia el oro en los 4x100 libres que hab¨ªan conquistado Thorpe y Klim en los Juegos de 2000 y en los Mundiales de 2001. Ese oro de equipo que formaba parte de una obsesi¨®n nacional en un pa¨ªs que cultiva la nataci¨®n como parte de su identidad. "Esto no debe quedar aqu¨ª", dec¨ªa Eamon Sullivan, "ahora debemos ganar el oro en Londres".
Sullivan, el hombre ancla en la prueba, sab¨ªa que con un talento como el de Magnussen todo es posible. Y Magnussen cont¨® su haza?a como si hubiera sido sencilla: "Esto nos pondr¨¢ en el mapa. Yo solo pens¨¦ en llegar el primero a la primera pared porque si lo hac¨ªa en el regreso me sentir¨ªa m¨¢s tranquilo. Soy un especialista en el segundo 50. Me sent¨ªa capaz de sostener la velocidad hasta el final".
Eddie Reese, el responsable t¨¦cnico del equipo masculino estadounidense, debi¨® hacerse cargo con amargura de la primera derrota en esta prueba en siete a?os. "Sentimos que Francia era el equipo a batir", dijo, admitiendo errores de c¨¢lculo, "y sab¨ªamos que Australia ten¨ªa una gran salida. Al final los australianos mantuvieron ese empuje para liderar hasta el final. Pero nosotros tuvimos tres tiempos parciales [los de Webber-Gale, Lezak y Adrian] que no fueron en absoluto como pensamos. Y nos sorprendieron. Sab¨ªamos que el primer nadador de Australia saldr¨ªa muy r¨¢pido. Lo que no esper¨¢bamos es que se mantuviera ah¨ª arriba. Y Sullivan, el ancla, tiene un historial intimidante. Me daba m¨¢s miedo. Pero el que me da m¨¢s miedo Magnussen".
Magnussen, orgulloso descendientes de emigrantes noruegos a Ocean¨ªa, tuvo una neumon¨ªa hace dos semanas. Pero se recuper¨® a tiempo. A tiempo de hacer historia. A tiempo de colocar a Phelps ante un problema colosal.
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