Palabras como pu?os, pu?os sin palabras
Es blanco, cristiano, de clase media, culto, con buenos modales, conservador. Y, adem¨¢s, un fan¨¢tico asesino en serie. El caso de Anders Behring Breivik constituye un doble y tr¨¢gico recordatorio: por un lado, que la violencia extrema no es monopolio exclusivo de ninguna cultura o religi¨®n, de ninguna ideolog¨ªa o creencia; por otro, que quienes se complacen en lanzar a los cuatro vientos y "sin complejos" palabras como pu?os tarde o temprano tienen seguidores desequilibrados dispuestos a prescindir de las primeras y usar exclusivamente los segundos.
En un reciente y esclarecedor libro colectivo, dirigido por Fernando del Rey y que lleva precisamente por t¨ªtulo Palabras como pu?os, se documenta minuciosa y abrumadoramente el grado en que la espiral de violencia verbal desatada durante nuestra Segunda Rep¨²blica por los grupos m¨¢s radicales de la izquierda y de la derecha fue gradualmente ensanchando su efecto t¨®xico, terminando por hacer irrespirable el clima pol¨ªtico y erradicando toda posibilidad de negociaci¨®n, de pacto o de acuerdo. Pero ocurre que es en eso, precisamente, y no en otra cosa, en lo que en el fondo consiste la democracia: en ser un sistema (m¨¢s o menos arm¨®nico) de frustraciones mutuas, seg¨²n la conocida frase de Jefferson. Atrincherarse en purezas dogm¨¢ticas, creer que la b¨²squeda de consenso equivale a tibieza de convicciones o a cobard¨ªa y que la ¨²nica actitud admisible es la intransigencia radical, no es sino abrir la puerta a la barbarie. Una barbarie, por cierto, siempre acechante, nunca del todo conjurada ni por tanto descartable, por consolidada que sea una democracia. Basta con un pu?ado de iluminados, y otro pu?ado de iluminadores, para que prenda la mecha.
Basta con unos cuantos iluminados, y algunos iluminadores, para que prenda la mecha
En un sondeo reciente de Metroscopia, seis de cada 10 espa?oles dicen estar preocupados por el resurgir en nuestra Europa de ideas, planteamientos y valores de extrema derecha. Y casi cinco de cada 10 expresan tambi¨¦n esa preocupaci¨®n para el caso de nuestro propio pa¨ªs. Exageraciones, habr¨¢ quien piense, simple hipocondr¨ªa pol¨ªtica. Quiz¨¢. Por ahora, al menos, nuestra sociedad dista mucho de estar radicalizada, como confirman los abundantes datos de opini¨®n disponibles: seguimos siendo un pa¨ªs que de forma pr¨¢cticamente un¨¢nime cree que nadie est¨¢ en posesi¨®n de la verdad, que nadie tiene derecho a decir a los dem¨¢s c¨®mo vivir o c¨®mo pensar y que todos debemos respetar las ideas y creencias ajenas. Pero, al mismo tiempo, seis de cada 10 espa?oles se?alan que ya empieza a ser detectable en las relaciones sociales el contagio de la crispaci¨®n que ha venido caracterizando nuestro ambiente pol¨ªtico. Jos¨¦ Mar¨ªa Izquierdo espiga diariamente, en su blog El ojo Izquierdo, lo m¨¢s granado de las opiniones y comentarios de connotados informadores autosituados a la derecha de nuestra derecha pol¨ªtica a los que ¨¦l designa, en conjunto, como "cornetas del apocalipsis". Con frecuencia resulta dif¨ªcil creer que lo que Izquierdo recoge no sea producto de su imaginaci¨®n, sino transcripci¨®n literal de textos escritos por personas inteligentes, cultas y educadas. En la puja actualmente abierta por ver qui¨¦n la dice m¨¢s gorda y m¨¢s brutal, la puerta ha quedado abierta a las "verdades como pu?os". Por suerte, por el momento, esto solo se da en los c¨ªrculos que cabe definir como derecha de la derecha: resulta muy dif¨ªcil, por no decir imposible, encontrar textos de tan desgarrada virulencia como esos que se pueden leer en El ojo Izquierdo en peri¨®dicos o publicaciones de difusi¨®n similar a la de los que los publican pero con la orientaci¨®n ideol¨®gica opuesta. Quiz¨¢, despu¨¦s de todo, sea esto lo que nos est¨¢ salvando, pese al latente temor popular que recogen los sondeos, de estar cerca de la fase de "pu?os sin palabras". Dos no pelean si uno no quiere -o si lo quiere mucho menos-. Lo cual no nos pone a salvo de que, de pronto, pueda aparecernos un Anders Behring Breivik que se erija en autojustificado justiciero.
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