Sin rumbo
Este verano la Comunidad de Madrid no deja de sorprendernos con sus continuos ataques a la educaci¨®n p¨²blica. A medidas tan excelentes como la eliminaci¨®n de casi 3.000 plazas docentes o el recorte de profesores por centro suman ahora la supresi¨®n de las tutor¨ªas en la ESO. A partir de septiembre, los adolescentes de entre 12 y 16 a?os que cursen secundaria no dispondr¨¢n siquiera de una hora en la que tratar sus problemas con el tutor. A cambio, ese tiempo se convertir¨¢ en una sesi¨®n de Lengua, Matem¨¢ticas o Ingl¨¦s, con esa aguda convicci¨®n de la consejer¨ªa madrile?a de que la cantidad es sin¨®nimo de calidad.
Sin esos 50 minutos semanales (ya antes insuficientes), los tutores no podremos abordar cuestiones tan triviales como la convivencia en el aula, la integraci¨®n de los alumnos, la existencia de posibles conflictos (bullying, ciberbullying, discriminaci¨®n xen¨®foba, hom¨®foba o de cualquier otra ¨ªndole), la evaluaci¨®n del rendimiento acad¨¦mico de la clase, el an¨¢lisis de la labor de sus profesores, el asesoramiento sobre opciones acad¨¦micas o profesionales y otras cuestiones que, por alg¨²n extra?o motivo, a los padres, los alumnos y los profesores s¨ª nos parecen importantes.
Y es que todos los que formamos parte activa de la comunidad educativa somos conscientes de la importancia de la tutor¨ªa para prevenir y resolver los conflictos -muchos y muy diversos- que surgen en el d¨ªa a d¨ªa de un instituto, en esas aulas donde se re¨²nen m¨¢s de 30 adolescentes con sus vidas, sus problemas y sus heterog¨¦neas situaciones personales.
A cambio, se nos propone hacer "tutor¨ªas individualizadas" (algo que muchos ya hacemos, por cierto), olvidando que una clase es un grupo y que, por tanto, es preciso trabajar con ellos de modo colectivo antes de individualizar los problemas. Como esas "tutor¨ªas personales" no computan, el tutor podr¨¢ bien sumar 30 ut¨®picas horas semanales m¨¢s (una por alumno) o bien reunirse con ellos en recreos o s¨¦ptimas horas (siempre que renunciemos a las iniciativas extraescolares no remuneradas que muchos realizamos en esos huecos). Teniendo en cuenta que el curso pr¨®ximo seremos muchos menos profesores y m¨¢s alumnos, la atenci¨®n individualizada resultar¨¢ casi imposible, lo que perjudicar¨¢ -l¨®gicamente- a las familias m¨¢s desfavorecidas y con menos medios.
Con la supresi¨®n de las tutor¨ªas, los docentes perdemos un valios¨ªsimo instrumento pedag¨®gico; los alumnos, un imprescindible punto de referencia; y sus padres, una necesaria v¨ªa de comunicaci¨®n. Una medida que hiere, de nuevo, a la educaci¨®n p¨²blica madrile?a y que, en vez de acercarnos a esa supuesta excelencia, nos precipita a la mediocridad.
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Fernando J. L¨®pez es profesor de secundaria y escritor. Es autor de La edad de la ira
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